Yoanis Ferreira

Yoanis Ferreira

Ver la entrevista en profundidad en nuestro Archivo de la Voz.

Filósofo, psicólogo industrial y académico

Yoanis Ferreira es nativo de la comunidad Vuelta Larga, del  municipio de Imbert, Puerto Plata. Su historia es posterior a la Revolución de Abril, que marcó el devenir de la República Dominicana.

Su padre, agricultor, que como reza en sus testimonios, no poseía ni vacas ni tierras, colocó a sus hijos en un ¨canasto de caballos¨ y emigró a la ciudad con toda la familia, como le pasa a la mayoría de los campesinos dominicanos, en busca de nuevos horizontes, de otro tipo de vida.

Llegó a la ciudad de Puerto Plata a los ocho años de edad, con graves lesiones motoras como secuelas del polio, provocado por las inclemencias de la Revolución, que dejó una estela  de muertes, enfermedades, pérdidas y sufrimientos en todo el territorio dominicano.

A pesar de las limitaciones, su padre, un pregonero de billetes y quinielas, nunca se rindió y no abandonó a su suerte a Yoanis y a sus cinco hermanos, a quienes estaba decidido a legarle una mejor suerte, un futuro menos duro y más prometedor.

Estudios. Cursó la primaria y media en las escuelas más importantes del sector público de Puerto Plata, incluyendo la Virginia Lee Norte y la Fundación Luisa Ortea, que lleva el nombre de una reconocida empresa de la provincia.

En 1982, se matriculó en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), no obstante a la negativa de su padre, quien entendía que su muchacho podía realizar muchas actividades más allá de las lesiones, pero que no estaba en condiciones físicas para lidiar con los desafíos de distancia y movilidad que conllevaría el día a día. Sumado a esto, aún estaban frescos en el patriarca de la familia, los recuerdos de las peligrosas luchas qu había tenido que enfrentar el hermano mayor en la misma universidad, por sus vínculos con los grupos políticos y el movimiento cultural.

Ferreira no cedió, la decisión estaba tomada: iría a la UASD, ya que era un sueño acariciado desde que fundó en su ciudad natal el club Francisco del Rosario Sánchez, donde se le despertó, como a todo joven de pueblo, la idea de estudiar en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que para los bachilleres de aquella época significaba una simbología distinta a como la ven los de hoy. Representaba un faro de luz, el escenario ideal para manifestar sus inquietudes, especialmente las ideologías, que eran las más recurrentes y preocupantes.

No obstante a las caídas que tuvo en el campus universitario, por  complicaciones en las extremidades superiores e inferiores, estaba dispuesto a aferrarse a los estudios de odontología, aunque el padre lo percibía como abogado y la madre como ¨médico de las mujeres¨. En seguidas, la decisión cambió, se impuso la razón y otras cuestiones que casi siempre tienen más peso que la  ilusión: la pobreza económica.

Imponiéndose a su corta edad, Ferreira comprendió que era demasiado para su padre el sustento de dos carreras costosas, la de él y la de su hermano mayor. Sin perder tiempo, se puso en acción, para la nueva elección. Le recomendaron letras, antropología e ingeniería civil, pero la decisión de estudiar filosofía venía de lejos. Estaba predeterminada por la militancia, desde los 14 años, en los partidos políticos de izquierda radical de ese entonces. Fue miembro de  Bandera proletaria, del 14 de Junio, del PTD y del propio comité del PTD.

Estas membresías a tan tierna edad, le permitieron ponerse en contacto con lo que de manera clandestina entraba al país del Manifiesto del Partido Comunista y de la Miseria de la Filosofía. Al mismo tiempo, era declamador en un grupo de poesía coreada, que tuvo la dicha de presentarse en la principal sala del cine de Puerto Plata y que formaba parte del paquete de la izquierda, a movimientos revolucionarios.

Terminó el pensum de filosofía en un tiempo record, a finales del 87, pero no pudo graduarse hasta el 89, pues, cada año, los estudiantes de la UASD tenían que sortear atrasos en los ciclos académicos y la falta de disponibilidad para inscribirse en los cursos optativos de tesis o monográficos, los cuales, aunque no estaban debidamente estructurados, les ganaban a los actuales en calidad temática, rigurosidad metodológica y presentación.

Con titulo en manos, en el mismo 89 contrajo nupcias y consiguió empleo, muy a pesar de las voces que señalan que los filósofos no tienen espacios en el mercado laboral. La preparación, la disciplina y el conocimiento en formulación y elaboración de proyectos, le allanaron el trecho, vía recomendación de un camarada de partido. Luego, fue nombrado como maestro en el Ministerio de Educación, donde se mantuvo por más de 25 años. Posteriormente, entró a formar parte del cuerpo docente de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA), como profesor de filosofía y metodología.

Hoy lleva casi 25 años en la UASD, pero siente que llegó un poco tarde. Ingresó en el 2000 solamente con el aval de profesor, egresado de esa misma casa de estudios, como coordinador del Centro Regional de Puerto Plata, fecha en que se aperturaron las oficinas. Un año más tarde, inició la docencia y desde entonces imparte asignaturas introductorias y del nivel básico en la Escuela de Filosofía. 

Influencias. En sexto curso, fue altamente influenciado por el modelo de la profesora Cristian Monag Ortiz, quien le colocó un sello que aún utiliza en sus prácticas docentes. Ella sostenía que si un estudiante acareaba dificultad con las calificaciones, otro  podía darle parte de las suyas, siempre que el favorecido se comprometiera con quien se la cedió, depositando en Ferreira el embrión de la solidaridad, del dar y recibir, acciones sumamente necesarias en el mundo moderno.

En los cursos intermedios, fue puntualmente marcado por el profesor de matemáticas, no de humanidades, Ne Santana, inculcándole el don de la disciplina y el cumplimiento. Este maestro comenzaba sus clases justo a la 7:00 de la noche, antes de sonar el timbre ya estaba en el aula, con una mano detrás y la tiza en la otra. Decía adiós y de inmediato sonaba el timbre de salida, con la cronometría única de los relojes suizos.

Como se ha señalado en párrafos anteriores, por supuesto, su mayor campo de elección y decisión estuvo estrechamente vinculado con membresías y contactos con los clubes culturales y los movimientos de izquierda, los cuales trillaron su camino hacia la filosofía y hacia unas inquietudes ideologías que aún forman parte de su quehacer político, cultural, social y académico.

En la UASD, rememora a los profesores Narciso Gonzalez, Solano y Andrés Avelino, con quien vivió una experiencia valiosísima. Avelino, consciente de las debilidades cuantitativas y cualitativas de las bibliotecas de ese tiempo, ponía a disposición  sus libros, para suplir las fallas y carencias de recursos.

Ferreira lo recrea como un hombre acucioso, bien vestido y observador, que en pocos segundos era capaz de conectar con el contexto, la diversidad y la heterogeneidad de los alumnos. Era, por igual, decididamente solidario, hasta el punto, como ha contado en varias ocasiones, que abría las puertas de su casa e instruía a su esposa para que prestara a los estudiantes su tesoro más abundante: sus libros.

Intereses. En su labor académica, ha mostrado interés por  asignaturas del nivel inicial, que le proveen contactos con alumnos de liceos, del ciclo básico y, desde allí, de alguna manera, jugar el rol de orientador sobre cómo reivindicar la ética, la disciplina, el respeto, que son valores que siempre han figurado en su carpeta de vida. 

De igual forma, ayudarlos a elegir la carrera adecuada, para que luego no se arrepientan y deseen cambiar en el trayecto, proceso que, a la larga, lleva a los estudiantes a desmotivarse, a desperdiciar tiempo, dinero, entrega, vitalidad y dinamismo.

También, dedica esfuerzos a las áreas de teorías del conocimiento, lógica y metodología, que han sido una apuesta crucial, tanto a nivel de grado como maestría, ya que a través de estos cursos ha podido construir una visión respecto al reto que tienen las universidades y la sociedad, en sentido general, con la investigación y cómo la asume la gente. Pero, sobre todo, por los aportes a los egresados de los programas de cuarto nivel, para que puedan salir con las herramientas necesarias para un mejor desempeño laboral.

Otro punto de referencia dentro de sus intereses, es la psicología industrial, en la que ostenta un titulo de maestría y, aunque, aparentemente, no bordea la filosofía, lo ha ayudado a complementar su complejidad académica y a adherirse a los estudios en un ámbito rigurosamente estructural, conceptual y complicado. 

Pero, básicamente, sus mayores esfuerzos están puestos en la filosofía del lenguaje, donde aguarda la tarea de escribir. Desde ya, acumula algunas ideas sueltas que aspira a concretar en el momento en que se produzca la reducción de su carga docente. Probablemente, este mismo año. Es un tema que le apasiona y que podría implementar para desentrañar nudos que distorsionan y reconstruyen otros paradigmas a partir de la necesidad de un lenguaje apropiado. Por demás, le parece una gran oportunidad para la filosofía, para los amantes de este saber. 

En ese aspecto, asume que hay muchas falencias, especialmente dentro de la generación a la que pertenece y dentro de una buena parte de la acción del siglo XXI, tomando en cuenta lo que se ha creado hasta ahora, dejando una especie de hueco, una suerte de nicho por incursionar.

Ahora bien, donde Ferreira hace diariamente su nido es en la filosofía, mientras más pura mejor. Ahí teje sus luchas, sueños, esperanzas, anhelos, diálogos, ilusiones, intenciones y la esencialidad que da carácter a su perfil profesional. Pero, sobre todo, donde siembra y cosecha los temas que, de manera voluntaria, ha convertido en un activo de su vida: lo ético y el buen actuar ciudadano.