Victor Burgos

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Educador, filósofo y sociólogo

La existencia biológica de Víctor Burgos se marca el 5 de mayo de 1956, en un pequeño campo de Moca, limítrofe con las provincias Espaillat y Hermanas Mirabal, anteriormente Salcedo.

Nacido en la frontera y criado con un fuerte sentido de identidad, su madre, mocana, y su padre, agricultor de la localidad de Vacui, en Palmarito, Salcedo, le legaron un rico patrimonio cultural, aunque debido a esta dualidad durante su desarrollo se vio en la necesidad de definir su ciudadanía, eligiendo ser mocano, pero avalado por su cédula de Salcedo.

Casado con Rosario, padre de cuatro hijos, dos varones y dos hembras, y abuelo de cinco nietas, reside hace años en la provincia de Santiago, ciudad que también ha plasmado un sello distintivo en su existencia.

Estudios. Inició sus primeros años de primaria e intermedia en la comunidad de Algarrobo, cerca de Moca, donde los centros educativos más próximos quedaban a unos 5 ó 6 kilómetros de distancia, por lo que tenía que cruzar montanas, ríos y valles para llegar a la escuela de Palmarito Arriba, en las inmediaciones de Salcedo.

Posteriormente, se trasladó a un centro menos distante, pero dentro de los mismos bordes de Palmario y Salcedo. Para los cursos más avanzados, pasó al liceo Emiliano Tejera, donde compartió aula con el doctor Roberto Reina, Robertico, como le decían, futuro rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

Durante los años en el liceo, entre 1970 y 1973, se sintió acogido y protegido por sus hermanos y compañeros de clases, a pesar de que el país se encontraba bajo los gobiernos de Joaquín Balaguer, que se empeñaba en construir lo que él visionaba como el futuro de la República, a costa de eliminar a líderes nacionales, fielmente convocados por las ideas que regían en Cuba.

Este tiempo, representó para Burgos un período de intensa resistencia, en momentos en que los recursos eran escasos y las condiciones difíciles, ya que implicaba un trayecto de ocho kilómetros de ida y vuelta, a menudo bajo lluvia, por caminos montañosos sin pavimentar. Muchos de sus compañeros no aguantaron tal grado de adversidad y abandonaron los estudios.

En tan deprimente situación, a Burgos se le presentó una oportunidad que marcaría un antes y un después en su vida, el anuncio de becas para formarse como maestro en la Escuela Normal Luís Napoleón Núñez Molina, lo que asumió como un paso crucial para continuar con su vocación educativa y como una señal para avanzar hacia sus metas pedagógicas. Luego de completar los requisitos y superadas las pruebas, fue aceptado en el grupo, alcanzando el nivel de profesor normal primario. 

Fue asignado como maestro en las comunidades de Santa Rosa, Las Guazumas y Güerito, devengando un salario inicial de 84 pesos. En su rol de educador, se esforzó por aplicar la pedagogía adquirida, pese a las limitaciones en las escuelas rurales. Con inventiva, transformó el entorno en un espacio dinámico, haciendo uso de estrategias creativas para superar la escasez de materiales.

Sin embargo, después de dos años de labor, sintió la necesidad de ir detrás de nuevos horizontes. Su vinculación previa con el seminario lo llevó a considerar la transición hacia el sacerdocio, debido a que en el San Pío X, tras renunciar a su puesto como maestro, tuvo el privilegio de enseñar a los seminaristas, lo que además de servirle de inspiración le permitió mantener el apoyo económico a la familia.

Luego de finalizar su primer año en el San Pío X, prosiguió sus estudios en el Santo Tomás de Aquino, traslado que implicó la continuidad con la filosofía y la educación, llevándolo al ámbito de los jesuitas, que se destacan por la amplitud intelectual, abarcando disciplinas como la cosmología, la epistemología y la antropología. 

Este recorrido profesional, iniciado en los seminarios, llevó al novel filósofo a cuestionarse su propio sentido aspiracional, por lo que el anhelo de seguridad y reconocimiento mediante certificaciones tuvieron un peso predominante en su rumbo a seguir, pues aunque había completado varios años de filosofía, no le otorgaban una titulación oficial avalada por el Ministerio de Educación Superior, antes denominado CONES.

Ante esta falla de procedimientos, Burgos y otros profesores decidieron trasladarse a Santiago, a la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, institución afiliada a la iglesia Católica, donde obtuvo el título de licenciado en Filosofía. Luego, al tratar de continuar con los estudios de filosofía o iniciar otra carrera, tuvo que enfrentarse a la discriminación ideológica, específicamente en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en la que prevalecía el materialismo marxista y el rechazo hacia los que provenían del seminario, por considerarlos adherentes al idealismo filosófico en contraposición con las corrientes materialistas que influían en la academia y en la sociología de la época.

Sorteando la discriminación, no perdió interacción con la academia y no se desvinculó de sus afanes de transformar el mundo, no obstante a la imposibilidad de ingresar a la UASD a principios de los 80, constantemente sitiada por las luchas políticas y las tensiones ideologías.

Esto cambió gradualmente en 1997. El acceso a la Universidad se abrió, permitiendo una mayor diversidad ideológica. Dentro de esta apertura, el profesor Luís Gómez Pérez emergió como catalizador de una maestría en educación superior llamada a formar profesionales para el Cibao. El programa, de rigurosa exigencia, se equiparaba en calidad a los doctorados, ya que contaba con una plantilla profesoral de alto nivel, integrada por Roberto Cassá, en economía; el propio Gómez Pérez, en sociología y la italiana, Vanna Ianni, entre otros.

Con el título de una maestría en educación superior, mención ciencias sociales, entró a la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Después de casi 30 años, aún permanece en la UASD, impartiendo docencia en dos escuelas: la de Filosofía y la de Sociología, con la vitalidad intacta y con el espíritu del retiro en pausa, pues busca seguir, desde la academia, enfrentando los desafíos con un pensamiento crítico y reflexivo, que garantice la supervivencia y la trascendencia de la institución más antigua que la República misma.

Influencias. Sus primeras influencias vienen de la propia condición de ser fronterizo, que conlleva una especie de filón identitario no sólo en la personalidad de las naciones, sino también en la personalidad de quienes la conforman.

De igual forma, vienen de alfabetizadores como Diana, José Acosta y Doña Prieta Valerio, madre del también profesor de la UASD, Ramón Valerio, los cuales fungían   como educadores y padres. Otra mirada afectuosa dentro de sus motivaciones, está estrechamente relacionada con Roberto Reina, con quien desarrolló, junto a sus hermanos, fuertes vínculos de solidaridad, afianzados por la urgencia de apoyarse ante las amenazas de los gobiernos de Balaguer hacia la juventud.

La comunidad estudiantil, con Robertico a la cabeza, jugó un papel crucial en contra  del régimen, liderando movilizaciones que paralizaban el liceo Emiliano Tejera por semanas.  Aunque las protestas contra Balaguer y el apoyo a Robertico complicaban, en ocasiones, el regreso a sus hogares, primaba, ante todo, el ansia de lucha y el firme compromiso con la democracia.

Asimismo, Burgos guarda con añoranza su paso por la Escuela Normal Luís Napoleón Núñez Molina, en donde se comprometió con el hábito de la lectura, gracias al acceso a la biblioteca. Allí recuerda su encuentro con el libro ¨Emilio o de la educación¨, de Jean-Jacques Rousseau, marcando un punto de inflexión en su asociación con la pedagogía, así como su primer acercamiento íntimo con la filosofía, pues el silencio del lugar era más que propicio para el entendimiento y la contemplación.

También, en la Escuela Normal resalta la figura de su administradora, Hermina Viuda de Pimentel,  Doña Mamina, como cariñosamente le conocían, quien al notar la manera rústica de los alumnos asumió la tarea de educarlos en urbanidad. Las normas de etiquetas se extendieron al comedor, al vestir y cómo se comportaban en sociedad, transformándolos en apenas seis meses en jóvenes modelos.

Frente a la Escuela Normal, se encontraba un seminario de formación para sacerdotes, al que asistía regularmente a misas y en éste se nutrió de la visión de Monseñor Moya, fundador de la Universidad de San Francisco de Macorís. 

En su primer año en el seminario, tuvo la fortuna de aprender de teólogos de la estatura de Richard Bencosme, el Padre Díaz y Monseñor Roque Adames, cuya profundidad y rigor intelectual lo impactaron gratamente y marcaron el comienzo de su desarrollo, al guiarlo por el camino de la filosofía teológica y la cristología, muy a pesar de las criticas por ser considerados filósofos idealistas. 

Durante este período, además le sirvieron de apoyo el profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Jorge Cela, y Machín, un jesuita cubano y cosmólogo de larga data, quienes junto a otros profesionales del área trabajaban temas que la ciencia aún intenta explicar: la dinámica del ser y del cosmos, este último presa de varios experimentos que actualmente plantean incómodos retos para los estudios filosóficos.

En la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, pudo alimentarse de la sapiencia de reconocidos filósofos, entre los que se destacan: el Padre Emilio Brito, un joven metafísico y epistemólogo de la Universidad Jesuita de Lovaina y el profesor Sotolongo, con el que participó en talleres sobre el pensamiento complejo y autoorganización, que ampliaron sus objetivos sobre la filosofía de la complejidad, llevándolo a explorar temas de eternos debates y discusiones.  

Allí mismo, se sirvió de autores y libros de elevado alcance, como ¨La dialéctica de lo concreto¨, de Karel Kosík, entre otros, que se convirtieron en herramientas esenciales para su crecimiento académico e intelectual, permitiéndole abordar la complejidad del mundo desde una perspectiva más reveladora. Pero, sobre todo, ayudándolo a reinterpretarla a partir de un enfoque  que no sólo significó una ruptura epistemológica en su esencia, sino también una suerte de pacto con un pensamiento filosófico decididamente critico. Un pensamiento que busca cambiar la realidad.

Intereses. A lo largo de su trayectoria como educador, filósofo y sociólogo, Burgos ha mostrado interés por una diversidad de temas que, trabajados en conjunto, generan una sinergia cargada de narrativas, análisis y reflexiones, entre los que figuran:

Contrarestar la superficialidad y los mitos prevalentes en nuestra sociedad, anulando con argumentos sólidos y bien documentados, las posturas engañosas y erróneas  propagadas como verdades absolutas por las redes sociales y otros medios.

Integrar, lo que ya ha hecho en textos publicados, el estudio de la filosofía con la cultura, los valores patrios y cívicos, para así construir una sociedad más democrática, armónica, civilizada, disciplinada, justa e inclusiva.

Respaldar la investigación científica con la filosofía, para abordar los problemas que enfrentan comunidades fronterizas, específicamente los escenificados por República Dominicana y Haití, ya que la filosofía, como aliada de la democracia, está compelida a contribuir al debate público, a la comprensión de asuntos complicados, de fuertes tensiones y a propiciar la convivencia pacífica, el respeto y la hermandad entre regiones y pueblos.

Todo esto, aunado a su interés por la axiología, la ontología, la epistemología y la cosmología, a cuyos nichos acude continuamente como ¨consumidor¨ de filosofía y como un sociólogo de ¨acción y reacción¨, pues entiende que todavía siguen siendo un  ¨manto claroscuro¨ para la Escuela de Filosofía de la UASD y para la academia en sentido general.