La problemática del lenguaje ha sido el foco principal de la tradición del pensamiento occidental desde los presocráticos hasta hoy. Descomponer bloques de signos verbales o no verbales, así como interpretar mediante el canon y analizar un cuerpo determinado de proposiciones o textos, constituye la práctica viva de todo de toda reflexión. No se trata de reconocer pensar y solamente los archivos, las huellas, el texto abierto o cerrado en un marco de interpretación, sino de reconocer o producir el reconocimiento mediante la lectura en vertical u horizontal del logos en perspectiva o instrucción.

 

El significado y la búsqueda de una línca argumental de pensamiento propician la critica del concepto y del fundamento que hace posible en mayor o menor grado la unidad de pensamiento o interpretación a partir de estructuras específicas pertenecientes a discursividades filosóficas cuyos niveles de intencionalidad particularizan la significación desde la interpretabilidad y el orden advertido del logos manifestante del pensar.

 

Este proceso de significación y hermeneusis, o lo que es lo mismo de semiosis y hermeneusis, se particulariza en la lectura de los signos- textos de una tradición que desarrolla cada vez más los métodos de lectura, análisis y síntesis de los diferentes sistemas de pensamiento en el orden del pensar. Visiones contradictorias, pero útiles, se reconocen en las formas de validez y en los campos metacríticos de las diversas teorías de la significación y la interpretación cuyo posicionamiento desde Platón a Husserl y a Heidegger y Wittgenstein, solicitan un marco de lectura que podríamos llamar interiorizada de las diversas textualidades filosóficas.

 

La perspectiva de la semiótica científica y filosófica tiene su anclaje en una taxonomía funcional de la significación, particularizada en los aspectos propios del signo-texto filosófico, entendido en su marco general y en su especificidad (códigos genéticos, fases biológicas, endosemiótica, Biosemiótica etc.), siendo así que los diversos órdenes de la significación interna y de las estructuras constitutivas se revelan en fases y fórmulas cualitativas. Así, la aproximación científica al estudio de los signos tiene su antecedente en Peirce y se explica en base a estudios constructivos y observacionales, como muy bien lo señala Thomas A. Sebeok (1996, p.p. 3373). En Signos: Una introducción a la semiótica (1996) encontramos una aproximación al estudio de los signos y de los lenguajes naturales, en la perspectiva de una semiosis epistemológica y un conocimiento de la teoría y la historia de las ciencias en diferentes ámbitos explicativos y significativos. La empiricidad y la modularidad de la significación se advierten en los comportamientos sígnicos y simbólicos, pero también en lo que en la perspectiva de Max Black (1966), podríamos llamar modelos y metáforas. Se trata, entonces, de reconocer los filtros, actitudes, funcionamientos y materialidades significantes de la tradición semiótica, hermenéutica y lingüística de todo un occidente que ha estado marcado por la influencia del logos, la episteme, la glossa y el tclos, en una dinámica donde el signo-texto se reconoce en la cifradogma de una síntesis lingüística y epistemológica propia del pensamiento crítico, la hermeneusis y la semiosis.

 

Este proceso determina los niveles de influencia que han marcado la tradición de una crítica, y una gramática filosóficas cuyo potencial hermeneútico y

 

*Dr. en semiótica egresado de la Universidad de Bucarest. Profesor en los Departamentos y de Artes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Ha publicado ensayos y artículos en libros, revistas y en la prensa nacional.

 

epistémico parte de Descartes y Kant y cobra su fuerza mayor en Frege, Russell, Peter F. Strawson, Wittgenstein, Scarle, Austin, Quine y Putnan, entre muchos otros.

 

La noción de signo ligada a la de verdad y enunciación, propicia una lectura que pretende unificar el logos como palabra óntica y significativa, así como la raíz de todo sema fundamental perteneciente a un sistema de emisión y lectura donde la problemática del significado y la comprensión se pronuncia en la dialéctica ocultamiento-desocultamiento de la esencialidad dialógica o logo-gráfica de toda la tradición del pensar occidental.

 

Ratio y fundamento, así como lenguaje y significación constituyen una línea de funcionamiento que articula procesualmente la autocomprensión y la textualidad en lo que puede llamarse el habla filosófica, la metasignificación de todo sistema ideacional que asigna y motiva el orden intencional del pensamiento en una perspectiva filosófica determinada.

 

La concepción semántica de la verdad (Tarski (1994), (1995), así como la interpretación radical [Donald Davidson] (1973, 1995), constituyen soluciones que en el marco de la filosofía del lenguaje y la teoría de la ciencia, influyen, de uno u otro modo, el canon variado de las diversas maneras de pensar de los filósofos actuales. Las llamadas emisiones realizativas (John L. Austin (1961 (1965) y el análisis de los actos de habla (John R. Searle (1965) (1995), así como la lógica conversacional (H. Paul Grice (1975) 1995), testimonian una búsqueda que materializa el significado- intención y el hablar intencional en la perspectiva de la transparencia y la opacidad del acto filosófico fundante o des-fundante.

 

Una perspectiva semiótica, hermenéutica y textualista pretende desunificar los llamados roles de pensamiento, partiendo de la relación Semiosis – hermencusis-diagnosis en un movimiento histórico de las ideas filosóficas donde encontramos a pensadores como Gadamer, Vattimo, Habermas, Eco, Rorty y Derrida, entre otros. Esta perspectiva cualifica un cthos del pensamiento occidental que tiene sus antecedentes en San Agustín, Tomás de Aquino, Descartes, Kant, Hegel, Nietzsche, Husserl y Heidegger entre otros.

 

El fundamento metacrítico y metatextual de la interpretación se desprende de un determinado modo nomológico y semiográfico, advertido en las texturas y en los centros de un pensamiento de la crisis y de la

 

crítica situado en el orden mismo de la construcción reflexiva. La cuestión de la doxa y el polemos participa de un conocimiento de los usos exegéticos, normativos y conjeturales del análisis. La particularidad del proceso fundamenta el acto crítico-textual conque testimonia y duce, no solamente a la interpretación abierta y cualitativa de un tiempo del pensar, sino, además, a una crítica de los órdenes mediales del pensamiento crítico, donde el significar y el precentificar la forma interna justifica la unidad significativa del texto filosófico.

 

En Márgenes de la filosofía (1994) J. Derrida promueve y a la vez critica lo trascendental del proceso logográfico y logosófico a través de la metáfora en el texto filosófico, las jerarquías teleológicas, la escritura filosófica y el suplemento enunciativo. Esta actitud remite a una lectura que pretende esencializar el logos como convicción, testamento, complementariedad formal, y laberinto textual y hermenéutico. El acto deconstructivo es, en este sentido, un acto productivohermenéutico basado en la autocomprensión y el fundamento óntico temporal y semántico-dialógico donde, también se instituye o des-instituye el sujeto hermenéutico propio del espacio de la semiosis y la hermeneusis.

 

Es preciso entonces crear las posibilidades para que un análisis del texto filosófico y la comprensión concreticen la lectura, la «cosa» misma en la representabilidad del conocer. La comprensión en el contexto de la hermenéutica gadamericana (1977), (1997), (1997b) se produce en la lectura de los signos y los significados en un círculo de conocimiento y racionalidad que promete modos de pensar y significar propios de un universo esencial.

 

Tanto en Mito y Razón (1997, como en Historia y Hermenéutica (1997) Hans G. Gadamer plantea y a la vez crítica los argumentos de la formación mítica y lingüística, pero también los argumentos de un redescubrimiento del pensar en la perspectiva de la lenga filosófica esencial. La indagatoria a tra interpretabilidad de lo historiográfico, lo lo bíblico en la diferencia de textualidades y movimientos de la hermeneusis, penetr.. en la esencialidad del logos como sentido y razón. le la ulante y

 

El carácter oculto del lenguaje, así como la conversación y el ritual desde el lenguaje, acentúan también la tensión entre oralidad y escritura filosófica, en un contexto donde la historia de las formas culturales y de las razones normativas conducen a la centralidad

de un pensar crítico y de una apertura de los diversos mundos creados por la fenomenalidad misma.

 

Es, desde el complemento que testimonia el modo de escribir, interpretar y ver lo filosófico, desde donde podemos advertir toda formatividad y sustanciación del lenguaje, el texto o la comprensión de las redes que caracterizan lo orgánico de la interpretación crítica. En este contexto el signo deviene enunciado de validez, bloque textual, textura o unidad hipersignificativa en una juntura lingüística, hermenéutica y modal donde el mundo se conjunta y centraliza.

 

Interpretación, poeticidad y semiosis cualifican entonces el acto sintético y analítico de la forma del pensar que textualiza el orden mismo de la validez y el complemento, siendo así que la visión realizante, conduce a- la visión constitutiva, de los argumentos que se fundamentan en los llamados actos y empresas cognoscitivas de la tradición filosófica occidental. Así, los sistemas conocidos de pensamiento entendidos como sistemas críticos, formales e interpretativos, participan de la lógica enunciativa caracterizada por focos, operadores, sucesos y acciones relacionales. Estos activadores discursivo-textuales prometen un sistema de evidenciación materializado en el enclave enunciativo y en la perfomatividad de sucesos y acciones.

 

La contingencia de los enunciados o acciones crea la apertura o la interpretabilidad a partir de un juicio asertivo relacional configurador de acciones y actuaciones (ver, Donald Davidson (1995). Un pensamiento de anclaje lógico-referencial tiene su basc en la significación (Véase, Frege, G, 1996, pp. 172-197) lingüística y lógica, asegurada por un uso referencialista y semántico que se justifica en la cosmovisión semanticista de la filosofía y la teoría del lenguaje. –

 

Es desde los llamados hechos significantes como la semiosis se particulariza en la postulación sintáctica, semántica y pragmática, en un proceso de movilidad de la significación que se construye a partir de actos formales, temáticos y operativos. Todo lo que se puede intuir a partir de una semiótica filosófica y recesiva parte de un enclave y un anclaje de los niveles de significación, pero, además, de un «limite de la interpretación» que Umberto Eco reconoce en todo movimiento de interpretación y comprensión (ver, Umberto Eco: Los límites de la interpretación, Ed. Lumen, Barcelona 1992, p.p 239-253, y 254 y passim.] ver, además, Eco, 1990).

 

de abducción y metaabducción, de suerte que los espacios, estímulos y condiciones materiales y abstractas de la semiosis, hacen probable el tipo, la conciencia semiótica, la interpretancia y los llamados contextos y circunstancias de producción filosófico-textuales.

 

El fondo y el relieve de todo texto filosófico (véase Eco 1992), enuncian intereses de lectura abordables en el marco de una pragmática teórico-textual reconocida en enunciados públicos y privados, pero a la vez, en gestos, memorias y espacialidades metalingüísticas participativas de la complementariedad textual, críticofilosófica y hermenéutica. En este sentido podriamos entender la hermeneias del proceso de construcción semiótica a partir de dos anclajes fundamentales: el temático y el formal. Ambos se constituyen a partir de las relaciones creadas por la semiótica filosófica, la hermenéutica textual y la filosofía del lenguaje.

 

Objetos y simetrías, así como cosas, hombres, acciones y textos, justifican su estatuto en un orden establecido de manera arbitraria y racional, pero también, en la calidad tética de la argumentación críticofilosófic Analizar las actitudes del sujeto con respecto a la situación muestral de las argucias demostrativas y logiconormativas, nos conduce a participar de la norma y de la validez deóntica y metadeóntica del discurso normativo y de las acciones convenientes y contradictorias (ver, en este sentido, Amedeo G. Conte y Carlos Alarcón Cabrera, 1995, p.p. 47-58 y p. 59, passim).

 

El acceso a un conocimiento categorial y postcategorial se justifica en las leyes de un discurso de validez normativa y de las operaciones que constituyen objetos proposionales, de la lógica de las normas y el derecho (ver, al respecto, Georges Kalinovski, 1975, p.p. 134 – 156). La evidente relación existente entre la lógica de la interpretación, la conjución semiótica y la filosofía del lenguaje proyecta una relación de mundos en el espacio de la textualidad. De ahí que la textualidad se particularice en mundos y conjeturas representados como:

 

  • Mundos conjeturales.

 

Las llamadas pruebas temáticas, contextuales y formales adquieren su tamaño y validación en el proceso

 

  • Mundos y eventos.

 

  • Mundos posibles.

 

Mundos irreales.

 

. Mundos reales.

 

  • Mundos abductivos.

 

  • Mundos metaabductivos. • Mundos categoriales. • Mundos metacategoriales. • Mundos de fondo. • Mundos de relieve. • Mundos accionales. • Mundos posicionales. • Mundos narrativos. • Mundos filosóficos. • Mundos poéticos

 

Podemos decir que cada mundo señalado se expresa como mundo textual o mundo textualizado desde las vertientes de una semiótica textual y filosófica, propiciadora de microproposiciones y macroproposiciones asumidas a partir de actitudes metaproposicionales y campos de fuerza deductivos e inductivos. El arqueado asertivo y relacional concretiza en actos enunciativos los sucesos y las situaciones que prometen síntesis de pensamiento codificadas en el contexto mismo de la forma interpretativa, semiótica y filosófica.

 

La Theoría advertida y reconocida como especulación desde los presocráticos a Heidegger y desde Aristóleles a Husserl, promete en la tradición textual y filosófica de occidente nuevas posibilidades y formatividades que, en el proceso de metaconstrucción significativa, produce los sucesos, acciones e interpretaciones relevantes, contradictorias y metafilosóficas registradas en el marco mismo de producción ideacional.

 

Los mundos antes mencionados presuponen las actitudes ónticoexistenciales y epistémicas que garantizan el recorrido explicativo de los diferentes órdenes de la enunciación filosófica. Todo lo anterior se puede advertir en el ámbito lógico-formal y filosófico de los diferentes sistemas hermenéuticos y textuales de la modernidad. Tanto las fisuras como las conformaciones del análisis en expresiones contrafácticas o factitivas (véase, W.V. Quine, 1992, pp. 17-44), articulan, en su desarrollo, entornos y enunciados holísticos en cuya nivelaridad y complexión observamos el surgimiento de mundos conjeturales, mundos naturales, mundos posibles y mundos ficcionales, entre otros.

 

La advertencia de un mundo de la escritura y una memoria del logos crea la apertura de -un argumento interpretativo, pero también de la huella como memoria que se crea en el ámbito de la semiótica platónica y de la hermenéutica postaristotélica (véase, en este sentido, Emilio Lledo, 1992, pp. 100-122). La memoria y el texto-escritura perfilan un movimiento omniabarcante del signo-imagen, entendido como textomemoria y como memoria del logos originario.

 

Esta perspectiva de la interpretación se aprecia en Hans Georg Gadamer (1997), donde se reconoce partiendo del mito, la razón y el lenguaje una senda de la esencialidad del acto comunicativo y lingüístico, así como una visión comprensiva de la lógica, la verdad y el atributo estético en la obra y el pensar sobre la obra. Se trata, pues, de una conjunción metacrítica y semántico-interpretativa entendida como perfil de los llamados textos originarios, cuyas voces van articulando la tradición del logos, la huella y el telos de todo pensamiento.

 

Asimismo, la interpretación promueve, en el espacio de los signos, un sentido de la intención y una reconstrucción que hace ible la vivencia del ser en el contexto de una «Conciencia lingüística de la filosofía». Según Carlos Nieto Blanco «La relación entre lenguaje y logos permite a Gadamer afirmar, por un lado, que el lenguaje nos posibilita tener un mundo, aquél que emerge tras o con el carácter referencial de nuestras palabras y aquél que va creando nuestro propio discurso. Por otro, también le permite concluir con una afirmación de denso contenido ontológico: «el ser que puede ser comprendido es lenguaje» (Carlos Nieto Blanco, 1997, p. 239). Desde esta línea de pensamiento que necesariamente retorna el horizonte de la hermenéutica gadameriana se puede colegir que toda visión del signo-lenguaje aprovecha la visión semánticointerpretativa de estados referenciales marcados por la relación mundo objeto y mundo lenguaje. La contingencia de la interpretación posibilita, sin embargo, que la significación se proyecte como abierta ante toda ambigüedad de la instancia reflexiva última.

 

Y es que el decir propio del habla categoriza, en la perspectiva heideggeriana, lo que es el fundamento en relación con el logos hecho habla «esenciante’. Según Heidegger, «si queremos indagar acerca de la esencia, es decir, del habla, entonces también lo que significa esencia debe estarnos ya dicho» (véase, De camino al habla, 1990, p. 156).

 

Tiempo y memoria, así como lenguaje y temporalidad crean un espacio significativo de la búsqueda y del lenguaje de todo filosofar reflexionante, de toda perspectiva donde la significación va unida a la interpretación y a los argumentos de un enunciadorelato de la filosofía. La doxa crítica y la conciencia interpretativa construyen en el proceso de oralidadescritura filosófica, no solamente un orden estéticolingüístico y antropológico, sino, un decir del signo-relato filosófico, en las metáforas del sentido y en la interpretabilidad de las diversas discursividades filosóficas (Descartes, Kant, Hegel, Husserl, Wittgenstein, Moore, Russell, Carnap, y los nuevos filósofos del lenguaje franceses, italianos y españoles).

 

Es, en la secuencia temporal de los años 60-70, 7080 y 80-90, cuando el nuevo giro filosófico, analítico e interpretativo del lenguaje, se va afirmando en una conciencia hermenéutica, semiótica y lingüístico-textual. El campo de validez sitúa el enunciado-texto en los llamados transcursos de la argumentación semiótica, hermenéutica y textual. En este sentido es necesario destacar las consideraciones críticas de Richard Rorty en La Filosofía y el espejo de la naturaleza (1995), principalmente el capítulo relativo a la Epistemología y filosofía del lenguaje (pp. 237-284) y en De la Epistemología a la Hermenéutica (pp. 287-322), donde las nociones de referencia, verdad sin espejos, conmensuración e inconmensurabilidad se explican en el movimiento de una conceptualización objetivosubjetiva del sujeto y el lenguaje filosóficos.

 

¿Cuál es entonces el contexto de verdad de la significancia?

 

¿Cómo se valida la interpretación abierta del texto filosófico?

 

¿De qué manera se explica la conciencia de un lenguaje filosófico entendido en su episteme y teleología?

 

¿Cómo se materializa el decir del signo- texto filosófico?

 

¿Cómo se objetivan las metáforas del texto filosófico?

 

El juego de la imaginación lingüístico-filosófica textualiza las llamadas verdades y las soluciones y giros de la interpretación desde los efectos propios de una reflexión fundante y originaria. El laberinto de la metaforicidad y de la textualidad filosófica nos muestra,

 

en la contemporaneidad, anclajes interpretativos cualificadores de instancias cognoscitivas y esquemas de conmensurabilidad propios de una diferencia observable en el lenguaje de la ciencia y de toda reflexividad.

 

Es la figuratividad y la tematicidad de la instancia teorética la que promete aperturas que designan la función de un logos significativo articulado en las formas discursivas y lógicas de un pensamiento filosófico intensivo, conjetural y normativo. La validez de los campos normativos, así como las diversas materialidades filosófico-textuales organizan las modalidades, instancias y estructuras de la realidad-apariencia propia del orden filosófico.

 

Es el espesor de la textualidad filosófica lo que permite hablar de un entendimiento del logos esencial advertido en el texto filosófico mediante las figuras del lenguaje. Lo que interroga el mundo es la medialidad del sujeto cognoscente desde la lógica misma del pensar en un contexto elegido de argumentación. La razón semiótica, la razón interpretativa y la razón lingüística conectan con los llamados soportes y estados de realidad subyacentes en toda la travesía analítica de los procesos y sistemas de pensamiento.

 

Hermeneusis, Semiosis y Diagnosis testimonian todo acontecer de las imágenes fundacionales en articulaciones parciales y en argumentos verificables mediante falsaciones y reconstrucciones de procesos de pensamiento y experiencias manifestantes del texto filosófico y su orden veritativo-contextual. Particularizar las figuras del mundo-texto equivale a potencializar y formalizar las figuras presentes en la textualidad filosófica. Esta experiencia conduce al entendimiento de los bloques manifestativos de la productividad teorética y textual. (ver, en este sentido Max Black 1966). Situar ese orden experiencias significa de algún modo validar lo acontecido en el proceso reflexionante de las últimas tres décadas del pensamiento contemporáneo, – tomando como horizonte de validación las principales figuras formas de una textualidad asimilada en comprensión y autoanálisis de los diversos hablares filosóficos y de los marcos de argumentación de una crítica procesual de la textualidad filosófica. Orientar desde la hermenéutica, la semiótica y la epistemología del lenguaje dicho proceso significa edificar nuevas posiciones interpretativas en la línea interna del texto y la finalidad filosófica.

 

HERMENEIAS Y FILOSOFIA DEL LENGUAJE EN LA REPUBLICA DOMINICANA DE NUESTRO TIEMPO

 

En el caso de la República Dominicana de hoy la filosofía es una sombra, el fantasma que mira en derredor. Lo que se entiende hoy por travesía del pensar se expresa en una crisis evidenciar de lo filosófico abierto, asistemático, regional, especulativo, inmaterial y descualificatorio. Nuestro pensamiento actual lucha desde las historicidades de la cultura, el arte, la historia, la ética, el derecho.

 

No existe en la República Dominicana de hoy el pensamiento filosófico puro. Existen pensadores, más no filósofos profesionales. Existen jóvencs críticos del pensar, pero en su forma direccional, desinstituida en un orden donde lo político, lo histórico, lo jurídico y lo ético se expresan en un lenguaje de la búsqueda que implica el campo de la afirmación y la desafirmación pronunciadas en el ensayo estético, etnohistórico, jurídico, identitario y pedagógico.

 

El pensamiento dominicano de hoy es necesariamente un pensamiento débil’ particularizado en una metáfora que descubre la temporalidad constituida por lenguajes diversos de manifestación. Es necesario puntualizar que en los discursos de poetas, artistas, historiadores, sociólogos y ctnólogos encontramos en forma dispersa la textualidad filosófica dominicana en su verdadera crisis de fundamento.

 

Los niveles de revelación y apariencia promueven en el actual pensamiento dominicano espacios de la contradictoriedad mediante juegos de lenguaje situados en el horizonte de argumentación del texto filosófico y las diversas actitudes del lenguaje en proceso de fundación y manifestación.

 

Pero és la carencia, la duda, la irracionalidad, la melancolía, el fantasma poético y el signo-texto ecléctico lo que se maneja en las principales estrategias y proyectos de pensamiento. El pensador dominicano de nuestros días se aparta de la sistematicidad y más bien se afirma en el Lenguaje de sus aperturas ónticas y referenciales.

 

No se trata de permanentizar el argumento filosófico, sino más bien de descontituirlos mediante contrarrelatos periféricos, teleologías históricas, esquemas interpretativos y laberintos ontopoéticos y ontoepistémicos. El nombrar filosófico y la emblematicidad reflexiva parten de la negación, de la asistematicidad teorético y la experiencia posicional de

 

lo ambiguo, de lo incierto. El territorio de la refle3dvidad es una juntura de cuerpos conceptuales que no funcionan adheridos a la sistemática textual y al argumento definido, sino más bien, a la procesualidad tensiva de ciertas búsquedas sin verdaderas teleologías cualificadas por las aperturas de interpretación activadoras de la estructura manifestante del sentido.

 

Se reconoce de esta manera un campo de la ambigüedad y un horizonte reflexivo donde el lenguaje testimonia la participación historial, crítica, esencializante, interprctativa, cualificante de la función doxal, posicional, manifestativa y ónticosituacional, de suerte que, el sujeto cognoscente se autorreconoce en el pensar teleológico y experiencias propio de un cuerpo de ideas abiertas a la contrariedad.

 

Hermeneias, academia, diagnosis y Seniiosis aparecen como procesos de conjetura y validación que nos informan, evidentemente, de la carencia, de la estructura no reconocida, de la alteridad, el pensamiento del otro y el pensar libremente gratificante del pensador de nuestros días.

 

Cabe señalar entonces que la filosofía actual es entonces un proyecto, memoria de una diferencia que no se estima en proceso ni apertura, pero que tampoco se autocualifica en un sujeto responsable de una determinada perspectiva. Especulación, poetización y ensayo garantizan solamente una rebelión desde la modernidad, pero esto no asegura una perspectiva que se distinga en un orden propio de teoría, método y experiencia.

 

Es importante señalar que para el filósofo dominicano de nuestros días la experiencia del lenguaje y la interpretación ayuda a situar determinadas ideas en el horizonte de comprensión del sujeto históricofilosófico dominicano. Por eso, la literatura, la historia, el derecho y la ética consituyen instancias reflexivas que testimonian un trazado policultural y posicional que nos advierte de la crisis del sujeto y del pensar en sus variadas manifestaciones.

 

Positivar la experiencia y descolocar la otredad producen inscripciones donde lo lingüístico y lo cultural se materializan en la diferencia y en las variadas teleologías criticas y doxas particulares. Dicho proceso más bien intensifica el des-orden y el desbordamiento de las alteridades. El filósofo no construye su obra, sino más bien especula desde su desco, partiendo de la figura lingüística, metalingüística, hermenéutica e histórica.

al El pensamiento dominicano actual supone otro y lo otro en un contexto de variadas interpretaciones. De ahí las formas de su hermeneusis, la evidencia de sus vértigos diferenciales, su juntura temporal ambigua.

 

El enunciado abierto, el aforismo y la figuración biográfica son signos de su distinción. De ahí que la filosofía dominicana se aleje de las denominaciones tradicionales: Kantiana, neotomista, tomista, hegeliana, heideggeriana, posthegeliana, neomarxista, neoaristotélica, etc. El campo de figuración y determinación se denomina en un des-cubrimiento del lenguaje de la historia, la poesia, el derecho y la sociohistoria, para producir brotes temporales e identitarios conjugados en el pensar racionante, normativo y hermenéutico.

 

Separar las condiciones de un pensamiento que multiplica sus huellas en la cualificación de un texto que se compone de conmensurabilidades y densidades, conduce a cuestionar todo pensamiento que se establece en la línea de interpretaciones de la cultura y la reflexión identitaria.

 

¿Qué se puede ventilar en este proceso de constitución de materias y formas reflexivas?

 

¿Qué se puede advertir en este marco de proyectos o propósitos?

 

¿Cómo explicar la diferencia en la variedad teleológico y doxal?

 

Asistimos a un momento donde los hablares especulativos caracterizan la propia situación del sujeto de conocimiento. Y en la República Dominicana el sujeto político, histórico, jurídico, ético, sociológico y antropológico, se convierten en líneas representativas cuyos planteamientos permiten reconocer los marcos de inducción y deducción en las diferentes vías de reflexión.

 

No existe en el pensamiento filosófico dominicano actual la representatividad solamente por la forma, sino por la posición y la edificación de cuerpos normativos,

 

discursivos e interpretativos. La forma de interpretación abierta es lo que produce, en contexto, un sentido dialógico de los diversos órdenes, esquemas, estrategias y lenguajes que permiten establecer el reconocimiento autocomprensivo. En este sentido, la hermenéutica y la filosofía del lenguaje se justifican en el pensamiento dominicano de hoy como posibilidades y cualificaciones de una apertura del sujeto y sus actuaciones vivenciales.

 

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