José Vasquez Romero

Profesores José Vásquez Romero, Carlos Rosario Berihuete y Esteban Carmona

Buenos días a los profesores y estudiantes presentes en este encuentro. Ante la brevedad del tiempo que se nos ha asignado para exponer temas tan complicados como el racismo y el rechazo a la pobreza, les pido que atiendan a las palabras del profesor William, quien ha presentado los puntos principales previamente. El mencionó que habría tres importantes ponencias, lo que me hizo pensar, quizás erróneamente, que se estaba refiriendo a mi como uno de los grandes exponentes del tema.

El racismo en la República Dominicana, así como el desdén hacia los pobres, son asuntos de gran relevancia que, sin dudas, pueden generar prolongadas reflexiones, discusiones y debates. Sin embargo, antes debemos contextualizar el fenómeno del racismo no solo en la República Dominicana, sino también en Hispanoamérica, Iberoamérica y en todo el mundo.

Para ello, es necesario remontarnos a Europa, donde, desde mi perspectiva, el racismo es fundamentalmente un producto de un enfoque eurocentrista. Fue en el contexto de la Ilustración, con filósofos y antropólogos ilustrados, donde de alguna forma se consolidó una visión racista, segregacionista y eurocentrista. Estos filósofos suponían que los blancos eran superiores a los negros y a los amarillos, y a cualquier otro grupo racial, simplemente porque ellos habían desarrollado métodos científicos y esquemas filosóficos que los demás no habían concebido.

Marvin Harris explica este fenómeno, al que nos referiremos más adelante. Montesquieu y Rousseau, pese a sus avanzadas posturas para la época, eran igualmente eurocentristas desde el punto de vista antropológico porque asumían que los europeos eran superiores a los demás. Así, nos parece que ahí radica la génesis formal de la visión eurocentrista, que surge en el siglo XVIII, respecto a la superioridad de los blancos.

Más adelante, en el siglo XIX, se legitima el uso de las imposiciones y las verdades preconcebidas sobre la pretendida superioridad del blanco sobre el negro y otros grupos. En los Estados Unidos, esta situación es aún peor. Allí, la clasificación racial es binaria: los blancos anglosajones y los demás. En esta categoría entran los hispanos, los iberoamericanos, los latinoamericanos, los asiáticos y otros. Se utilizan criterios genéticos y de tipo sanguíneo para definir la «caucasidad».

El racismo, sin embargo, no es un problema exclusivo de la República Dominicana ni de los países del tercer mundo. Se da también en Sudáfrica, en Estados Unidos y en muchas otras partes. El conflicto entre los judíos y los árabes palestinos no es por el color de piel, sino por cuestiones de poder y de predominio tecnoeconómico y cultural que favorecen a ciertas sociedades.

Finalmente, según Harris, uno de los pocos antropólogos marxistas, el racismo se explica en términos de las diferencias económicas y sociales. Pero Harris, que falleció en 2001, a más de cien años de edad, sostenía que estas diferencias son la clave para entender el fenómeno del racismo.

Por tanto, es necesario corregir la percepción que existe en la República Dominicana. Nunca he creído que exista un racismo generalizado, aunque reconozco que dentro de ciertas élites hay individuos con tendencias racistas. En nuestro país, lo que realmente existe es un prejuicio racial, impregnado por una visión eurocéntrica y colonialista que infiere valoraciones distintas a las personas de raza negra y blanca. Esto se manifiesta en dichos y refranes populares, que de manera absurda y simplista expresan prejuicios raciales. Algunos ejemplos pueden ser hirientes y ni siquiera voy a mencionar aquí un verso particularmente terrible de un famoso poeta dominicano que cometió el error de plasmar su racismo en papel.

Sin embargo, es importante distinguir entre prejuicio racial y racismo. Sí, tenemos muchos prejuicios, pero eso no es lo mismo que el racismo. Por ejemplo, hay un estudio interesante de Marvin Harris que compara las sociedades de Brasil y Estados Unidos, dos naciones con condiciones ecológicas y potencial similares, pero con diferentes historias de integración y segregación racial.

Harris argumenta que la desigualdad racial en Estados Unidos, en contraposición a la integración racial en Brasil, se debe a factores históricos, sociales, económicos y culturales. En el caso de Estados Unidos, la colonización masiva por parte de los ingleses resultó en una población equilibrada entre hombres y mujeres blancos, lo que permitió mantener la separación racial. Además, los dueños de plantaciones blancos delegaban las labores agrícolas y ganaderas a los blancos más pobres, lo que limitó el mestizaje. Como resultado, la población negra y mulata quedó segregada y muchos fueron expulsados hacia el norte o excluidos de la sociedad.

En contraste, en Brasil, la población blanca femenina era minoritaria, lo que llevó a la mezcla con las mujeres negras, resultando en una sociedad mestiza y diversa. Los trabajos agrícolas y ganaderos fueron delegados a los mestizos y negros, favoreciendo la integración y reduciendo la discriminación racial.

Además, las estadísticas refuerzan esta idea. Mientras que en Estados Unidos había una proporción de tres personas negras por cada blanca, en Brasil, la proporción era inversa, lo que favoreció un mayor mestizaje.

En resumen, considero que en la República Dominicana existen prejuicios raciales en diversos sectores de la sociedad, pero no racismo generalizado. El rechazo, en su mayoría, se dirige hacia la pobreza, independientemente de la raza. Aquí, si tienes recursos económicos, puedes ingresar a cualquier lugar; si no los tienes, te enfrentarás a barreras.

Existen, por supuesto, excepciones. Algunos deportistas de alto nivel, han experimentado discriminación en ciertos clubes exclusivos considerados de «sangre azul». No obstante, estas son excepciones y no representan la norma. En general, la discriminación y el prejuicio son fenómenos presentes en nuestra sociedad, pero no se limitan a la raza. Son expresiones aprendidas, producto de un proceso de alienación y de inculcación de valores absurdos que nos hacen creer que, siendo mestizos, somos blancos.

Es fácil caer en prejuicios, pero no debemos permitir que trasciendan a la realidad. No es cierto que exista segregación al estilo de Estados Unidos, con baños o autobuses para negros y blancos, ni universidades exclusivas para una u otra raza. Eso es racismo, eso es segregación. 

Rosa Parks

Hemos de recordar que en Estados Unidos este tipo de segregación ha disminuido con el tiempo. Recordemos a Rosa Parks, la mujer que desafió a un hombre blanco que quería obligarla a cederle su asiento, a pesar de que ella tenía todo el derecho de mantenerse en él. Ese hecho simbólico marcó el inicio del fin de la segregación en Estados Unidos, por lo que deberíamos celebrar la integración racial. 

Es falso afirmar que en la República Dominicana somos racistas o xenófobos. Ciertamente, existen algunas élites que intentan promover ese miedo, pero es imposible que prevalezca. Desde el siglo XVII, la población dominicana ha establecido su estatus étnico, racial y cultural. Nos comprendemos y aceptamos entre negros, mulatos, mestizos y blancos, tal y como debería ser.

Ahora bien, es esencial contextualizar qué es el racismo. Según la UNESCO, el racismo surge cuando una sociedad se considera superior a otra. Es una forma de discriminación basada en la raza o la etnia que se sustenta en la creencia de que algunos grupos raciales son superiores a otros, y se justifica a menudo en base a estereotipos y prejuicios. 

En la República Dominicana, existen prejuicios sobre mulatos y negros, y hay un segmento de la sociedad que manifiesta rechazo. Este rechazo se originó después de la era de Trujillo, quien intentó crear una identidad dominicana distinta a la de nuestros vecinos. Esa herencia aún influye en cómo el dominicano nativo busca diferenciarse y en cómo ciertas élites tomaron ese discurso para crear división.

Somos un país poscolonial, y esa herencia también ha influido en este debate. Es un tema que requiere un análisis desde el punto de vista psicológico, social y económico. A pesar de que tenemos una gran población negra, se les brindan oportunidades en todos los ámbitos. Por ejemplo, en el campo de la educación, todos tienen la posibilidad de inscribirse en escuelas, sin importar su color de piel. Del mismo modo, en los hospitales se ofrece atención médica a todos, sin discriminación.

Por tanto, afirmo que, los dominicanos, no somos racistas. Sin embargo, también hay un discurso en contra de la República Dominicana que ve un peligro en la inmigración ilegal, lo que puede generar ciertas dificultades para nuestro desarrollo social.