Todas nosotras y el pueblo dominicano tienen la expresión más alta de la participación política, y diríamos de la visión política de la época de la dictadura, en Minerva Mirabal. Minerva Mirabal fue la gestora que propuso, junto a otros hombres, la creación de la agrupación clandestina 14 de junio, el Movimiento 14 de Junio. A pesar de que no se le eligió como presidenta de ese grupo, todos sabían que Minerva tenía las condiciones y era reconocida porque era la orientadora de esa organización por su carisma e inteligencia. Sin embargo, las condiciones no le permitieron a Minerva ser la presidenta de la agrupación política del 14 de junio.

Otro momento brillante de participación política partidaria de la mujer dominicana lo tenemos en 1962, cuando la maestra de esta universidad, Josefina Padilla, participó junto a Alfonso Moreno Martínez, candidato por el Partido Revolucionario Social Cristiano, en las elecciones de 1962. Ella fue una gran activista de esta universidad y participó luego en la Guerra de Abril.

La Guerra de Abril es otro episodio glorioso donde las mujeres tuvieron una marcada participación en la lucha por los  derechos políticos, la soberanía y la dignidad. No podemos dejar de mencionar a Piky Lora, entrenadora de comandos, y a Aniana Vargas, quien tuvo a su cargo uno de los comandos que se formaron al calor de la Guerra de Abril en Matanzas.

También destacan Justa Varela, Teresita Espinal, Edy Gracia Ferreira y otras tantas como Milagros Concepción, Elvira Graciano, Yolanda Guzmán y Tina Vásquez. Muchas de estas mujeres de abril fueron catedráticas de la universidad y algunas siguen brindándonos sus enseñanzas con la vida y con el ejemplo.

En la Guerra de Abril, muchas mujeres cocinaron, enterraron muertos e hicieron labores de apoyo. La importancia de su participación radica en que, no importa la manera, lo relevante es aportar al bien colectivo. En el presente, podemos decir que, aunque hay poca presencia femenina en la historiografía, hemos avanzado y podemos reconocer a historiadoras como Carmen Durán, quien fue nuestra primera directora de la Escuela de Historia; la maestra Reina Rosario; la doctora Natalia González, quienes dirigieron el Instituto de Historia y lograron la primera revista indexada de la Escuela de Historia y de la Facultad de Humanidades. Mujeres como Celsa Albert, que fue la primera en visibilizar la presencia de la mujer negra en la historia y en la historiografía dominicana, y Adriana Sang Ben, que es la primera y única mujer en la Academia Dominicana de la Historia.

Tenemos maestras historiadoras que, día a día, con su ejemplo desde las aulas, visibilizan el papel femenino en la historia. Aunque hemos avanzado en cuanto a la participación de la mujer, en el presente aún enfrentamos situaciones de negación de derechos y desigualdad hacia la mujer dominicana, lo cual produce rubor, vergüenza e indignación.

Actualmente, la mujer dominicana carece del elemental derecho a la vida. Increíble, pero es así. Aunque este derecho está consignado constitucionalmente para todos, en los primeros 15 días del año 2024 ya se habían registrado seis asesinatos de mujeres. No tengo la cifra actual, pero espero que no haya habido otra víctima más de feminicidio. En 2023 terminamos con 51 feminicidios, mal contados. Esto indica que la democracia dominicana todavía sigue incompleta.

Un punto importante es el derecho que tenemos las mujeres a decidir sobre nuestra vida y la vida que llevamos dentro de nosotras, en las condiciones descritas en las tres causales. Sin embargo, hasta este derecho está siendo secuestrado por el poder mayoritariamente masculino de las iglesias, el Congreso, el Ejecutivo, los partidos políticos y todos los estamentos de poder.

Solo cuando se garantice a la mujer el derecho real a la protección frente a la violencia de género, el derecho a participar en condiciones de igualdad en la vida pública, el derecho a decidir sobre su propio cuerpo en casos extremos y el derecho sagrado a la protección por maternidad, dado el valor invaluable de la gestación y la reproducción, podremos decir que estamos avanzando hacia la liberación de la mujer y también la del hombre. Porque a medida que acabamos con el machismo, liberamos al hombre de esa visión errónea de lo que son las relaciones entre hombre y mujer.

Queremos ser visibilizadas en la historia porque estamos en ella, hemos estado en la historia y de seguro seguiremos estando, porque es imposible hacer la historia sin la participación mancomunada de hombres y mujeres. Las historiadoras tenemos el deber moral y patriótico de profundizar los estudios sobre la mujer en todos los aspectos de la vida social, porque la historia es eso: todo lo que ocurre y puede ser escrito, analizado y pensado, para que las generaciones de hoy vean que la historia se hace desde la vida misma.

Muchísimas gracias.