Rafael Morla

Prof. Rafael Morla

Vivimos en una época de grandes cambios y transformaciones, pero también unas circunstancias donde muchas verdades e ilusiones han sido descartadas o simplemente arrojadas al olvido, al tiempo que manifestaciones morales y sociales ayer consideradas anti-valores, han pasado a ser legitimadas por la sociedad de consumo.

La sociedad moderna inició un gran proceso de mercantilización y cosificación de la existencia y las relaciones sociales humanas, el cual se tradujo en la alienación del sujeto. Hoy, en un ambiente pretendidamente postmoderno, todo se ha convertido en mercancía. Todo se compra, todo se vende, en los escaparates y las vitrinas del mercado capitalista.

Este proceso de consumación del poder de la mercancía, ha venido a crear las condiciones, para el ambiente que se respira en las grandes y pequeñas capitales del mundo. La alienación del sujeto, denunciada por los grandes críticos de la modernidad, se ha desplazado en la post- modernidad hacia su fragmentación.

Aunque no todos los autores coinciden en que vivimos una era «Postindustrial y postmoderna fundamentalmente diferente del modo capitalista de producción que ha dominado el mundo durante los siglos anteriores»1, los postmodernos en el mundo desarrollado, han lanzado la tesis de que sus respectivas sociedades se encuentran en una «etapa de transición de una economía en donde la investigación teórica sistemática se constituye en motor del crecimiento, una transformación de incalculables consecuencias sociales, políticas y culturales.” 2

Un planteamiento que resulta interesante, es el de Fredric Jameson, que ve el posmodernismo como lógica cultural del capitalismo avanzado, y lo hace siguiendo la periodización de E. Mandel, en su obra El Capitalismo Tardío, que plantea tres etapas diferentes, aunque dialécticamente interrelacionadas. Son ellas: El capitalismo de mercado, la fase del 49 monopolio o imperialista, y nuestro propio momento, erróneamente llamado post- industrial y que en términos más adecuados llamaremos fase del capitalismo multinacional» 3.

Lo cierto es, independiente de que se acepte o no la tesis del cambio de época, vivimos unas circunstancias diferentes a las de los años 60-70, donde las luchas emancipadoras por transformar la existencia social estaban a la orden del día. La utopía, como expresión de la esperanza colectiva, vivía en la conciencia de millones de hombres en el mundo, y el escepticismo y el pesimismo, aunque manifiestamente latentes, no habían invadido el mundo interior del sujeto revolucionario.

Alex Callinicos sugiere buscar las raíces del postmodernismo en la » combinación del desencanto producido por las secuelas de 1968 en el mundo occidental y las oportunidades de un estilo de vida «sobre consumista» ofrecido por el capitalismo a los estratos de cuello blanco en la era Reagan-Thatcher 4.

Coincidiendo con el fin del socialismo y por consiguiente con la imposición a escala mundial de las leyes del capitalismo consumista, comenzó a hablarse del fin de las ideologías, de la utopía, de la historia y de la propia modernidad. Un sentimiento apocalíptico, donde se profetizaba el fin de la humanidad, de las revoluciones sociales, el fin del progreso, se apoderó de no pocos individuos.

Los cambios en la esfera política e ideológica no vinieron solos, pues, vinieron acompañados de nuevos y profundos reordenamientos en el plano de la economía mundial. La globalización económica y cultural en la nueva fase del desarrollo del capital, tampoco estuvo al margen de significativos avances en los campos de la informática y de las telecomunicaciones.

«Mientras que en las épocas anteriores predominaban los intercambios simbólicos cara a cara, en la época moderna el papel impreso, el mundo contemporáneo está dominado por imágenes de los medios de comunicación de masas» 5.

Estos cambios y sus efectos en la vida social y colectiva son innegables. Directamente vinculados con las condiciones objetivas y subjetivas que llevaron al cuestionamiento de la modernidad, están profundizando en la conciencia colectiva el escepticismo, el relativismo, la indiferencia y otros tantos valores propios de la decadencia.

¿Qué hacer?  La respuesta podría motivar dos posibles alternativas, a saber:

1-la reconciliación con lo existente y 2 – buscar en el propio desarrollo contradictorio de la sociedad las condiciones de su propia transformación.

Las páginas que siguen no presentan receta alguna, simplemente pretenden iniciar el debate, en busca de nuevos horizontes que permitan avistar un porvenir promisorio para la humanidad.

La sociedad moderna y sus características

La sociedad moderna, aquella que brotó directamente de las condiciones sociales e históricas engendradas al interior de la sociedad feudal, se caracteriza por un profundo dinamismo en todos los aspectos de la vida material y espiritual, por un significativo proceso de secularización, por un vertiginoso movimiento de racionalización de toda la vida social, por el ideal emancipatorio, por la defensa del progreso, como sentido ascendente de la historia, por el desarrollo de la ciencia y la técnica y por la implementación del lujo y el confort.

Todos los modos de producción tendían al conservadurismo y a la inmovilidad económica y social. En cambio, la sociedad moderna representa una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constante distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias e ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de haber podido cosificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado y los hombres al fin se ven forzados a considerar sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas. 6

«Mundo desbocado»7, llama Anthony Giddens al mundo moderno, al ver la rapidez con que transcurren las transformaciones económicas, sociales, políticas e ideológicas. Pero ello no sólo es válido para los aspectos generales de la vida social, también la individualidad del «yo», tanto en lo relativo a la subjetividad, como en los aspectos personales de la experiencia se ve constantemente afectada.

«El logro de la modernidad es asombroso. En el espacio de pocas décadas comenzó en Europa una transformación que cambiaría el mundo de formas irreversibles y sin precedentes 8. La burguesía, calificada en su fase juvenil, por el propio Carlos Marx de revolucionaria, constituyó el agente dinamizador de la sociedad moderna.

La sociedad moderna tuvo su origen en los siglos XV y XVI. El paso de la etapa medieval a la post-medieval está marcado por una serie de acontecimientos, a saber: 1) el arte renacentista, 2) la formación de las naciones, 3) la expansión colonial y 4) la reforma protestante y la católica.

Si bien los filósofos no avanzaban, como muchos de ellos creían movidos por su propia cabeza, tampoco la realidad social, el nuevo mundo moderno, que brotó de las entrañas del feudalismo y de la vieja sociedad medieval, no careció de una concepción de la naturaleza, de la vida, del hombre, antes de convertirse en dominante. «La vida se apoya en una filosofía que, en cierto sentido muy concreto, es ingrediente de ella y por tanto, un elemento necesario para su comprensión y para la intelección de la realidad histórica» 9. Si bien es mucho lo que la filosofía le debe a la realidad, no es menos lo que la realidad le debe a la filosofía.

Por ello, ese mundo cambiante, que produce la sensación de la realidad fluida e inatrapable, va a dar a la luz la filosofía racionalista de Descartes, basada en el principio metódico de la duda.

Esta duda universal, que Descartes lanza al seno de la sociedad moderna, que al principio fue una arma contra las tendencias escépticas, contradictoriamente contribuirá al final del siglo XIX, al deslegitimar y a desfundamentar la misma ciencia de verdades firmes y evidentes construida durante los siglos XVII y XVIII.

Por el momento es suficiente con preguntar, ¿cuál fue el origen de esta duda? Descartes, hombre de espíritu abierto llegó a la conclusión de que el firme pamundo de su época era poco ra tomarlo como punto de partida de su filosofía. Pero al mismo tiempo se encontró con una gran gama de filosofías y opiniones, todas inservibles para sus propósitos. 

Probablemente por ello el autor del principio, pienso, luego existo, no elaboró su filosofía tomando como fundamento el espíritu ni el ser, sino el «sujeto y la existencia» 10.

Piénsese en todas las cosas que habían acontecido, tanto en el ámbito material como en el espiritual. Todo ello da la sensación de un mundo cambiante y fraccionado. Descartes mismo no mantuvo en pie la visión de un cosmos unificado, herencia de la cultura griega y sostenido por el pensamiento medieval. El mundo para él había perdido la unidad que una vez tuviera, y pasa a verlo como un «conjunto de objetos ofrecidos a la investigación científica» 11.

El dinamismo de la sociedad moderna no sólo se refiere a los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, además se hace extensivo al siglo XX concretamente hasta nuestros días. En esos cuatro siglos la humanidad acumuló más fuerzas materiales que en todos siglos precedentes.

Hoy, nos encontramos con el fenómeno contradictorio de que este progreso material y espiritual, sobre todo después de las dos guerras mundiales, se tradujo en estancamiento, en antiprogreso», en el «fin de la historia», en «rutina», en «angustia existencial», en inseguridad, en «antivalor», en «relativismo», en «irracionalismo».

¿Podrá la humanidad salir de la presente encrucijada? La respuesta está en el mismo desarrollo de la contradicciones, que como una fatalidad atenaza a los humanos del presente. 

Ilustración y Racionalización

El salto del mito a la razón filosófica y científica que se produce en Grecia en el siglo VI a.C., puede interpretarse como el inicio de un gran proceso de racionalización e ilustración en la cultura occidental. Ya en la sociedad griega aparece la sofística, que es el primer gran movimiento de formación y educación ciudadana, al interior de la polis ateniense. Se buscaba preparar sujetos, para el ejercicio de los derechos y deberes ciudadanos.

Los griegos se alocaron con la razón, comentó Jose Ortega y Gasset en alguna ocasión, y proclamaron que ésta gobernaba el mundo. «Ni los sentidos ni la tradición tampoco valen más en adelante, sino tan sólo la razón y lo que ella justifique y sancione» 12.

La filosofía en tanto saber racional, recién surgida a la palestra social, realizó la crítica a las tradiciones y creencias, contenidas en las raíces históricas de la cultura griega. Precisamente con la sofística «entra en el mundo, y recibe un fundamento racional, la Paideia en el sentido de una idea y una teoría consciente de la educación «.

Ya desde los griegos, con el surgimiento de la filosofía y los atisbos de ciencia en la sociedad antigua, comenzó la crítica de las tradiciones, de las creencias, de la magia, proceso este que alcanzará nuevos aires cuando se restaura la ilustración en la modernidad. 

Max Horkheimer y Theodor Adorno estudiaron las contradicciones que encierra el movimiento ilustrado. Entendieron que la superación del mito por la razón fue una «triunfal calamidad’ 14, porque trajo consigo el «desencantamiento del mundo»15.

Las figuras claves del pensamiento moderno para comprender la racionalidad instrumental, que terminó dominando el mundo capitalista son Bacon y Descartes. 

Francis Bacon va a trazar el programa de lo que sería la racionalidad instrumental de occidente. La unidad preconizada por él, entre «entendimiento humano» y la naturaleza de las cosas es patriarcal: el intelecto que vence a la superstición debe dominar sobre la naturaleza desencantada.16 

Caracterizando el pensamiento de Bacon, Horkheimer y Adorno, dicen: «la técnica es la esencia de tal saber. Este no aspira a conceptos e imágenes, tampoco a la felicidad del conocimiento, sino al método, a la explotación del trabajo de los otros, al capital».

Renato Descartes fue un crítico de las tradiciones, contribuyó a derribar el edificio de la escolástica e instauró la filosofía racionalista, abriendo paso a un gran proceso de matematización en el mundo.Como reacción a las corrientes escépticas, construyó un conocimiento indubitable y evidente, con la duda metódica como uno de sus principios básicos, lo cual le permitió racionalizar y pasar todo por el tamiz de la conciencia.

En la ilustración encontramos los elementos siguientes: 1) deseo ardiente de saber, 2) confianza en la práctica transformadora, 3) secularización de la vida social 4) un gran sentido de progreso, 5) preeminencia de la ciencia y de la técnica.

La filosofía ilustrada, de las luces o del iluminismo, como indistintamente se le llama al siglo XVIII, generó un tipo común de práctica y de conciencia social. Al respecto un contemporáneo de Voltaire, traza genialmente la esencia del espíritu ilustrado.

«Todos estos hombres tenían la misma filosofía; ella consiste en ese deseo ardiente de saber, esa actividad mental que se niega a dejar un efecto sin buscarle causa, un fenómeno sin una explicación, una afirmación sin demostración, una objeción sin una respuesta, un error sin combatirlo. Es este movimiento general de las mentes lo que caracterizó el siglo XVIII y el que será su gloria para siempre 18.

En conclusión, la ilustración luchó: a) contra los privilegios, b) contra los ídolos, c) contra los prejuicios, d) con pesimismo. Los conceptos de igualdad, libertad y fraternidad sintetizaron el espíritu de los grandes ilustrados franceses.

Kant, el más grande ilustrado alemán y probablemente uno de los más grandes ilustrados de todos los tiempos, dice que «La emancipación de los hombres, de su merecida tutela, en especial por lo que se refiere a cuestiones de religión»19, es la esencia de la ilustración. ¿Por qué? «Esa tutela religiosa es la más funesta y deshonrosa» , contesta Emmanuel Kant en un pequeño ensayo titulado ¿Qué es la Ilustración?

Ser ilustrado para kant, es pensar con independencia, sin tutela de ningún género. «¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!», he aquí el lema de la ilustración.

¿Cómo pensar con independencia si no se es libre? Kant siente los obstáculos por todas partes, pero aún así se atrevió a proclamar:

«No hay nada que sea tan importante desde el punto de vista de la utilidad ni tan sagrado que se pueda sustraer a esta investigación que, ajena a consideraciones personales, lo examina y escruta todo. Sobre esta libertad es que descansa la existencia misma de la razón»22.

La Ilustración creó las condiciones subjetivas para el profundo proceso de secularización que se produjo en la sociedad moderna. Todo lo divino es prof las castas se esfuman como castillos de naipes, todas las tradiciones quedan sepultadas en el pasado.

En definitiva, la ilustración es la razón puesta en movimiento, al servicio de los grandes y supremos ideales del hombre. La libertad, la igualdad, la fraternidad y el progreso constituyeron las aspiraciones racionales de la humanidad. Todo lo que no propendiera a la realización de estos ideales tenía que ser descartado por inservible.

Alan Touraine dice que la concepción de la modernidad elaborada por los filósofos de las luces es revolucionaria, pero no es nada más. No define ni una cultura ni una sociedad; anima las luchas contra la sociedad tradicional antes que ilustrar los mecanismos de funcionamiento de la sociedad civil 23. En esta crítica le caben algunas razones, pero hay en ella otras sin razones. Olvida que los hombres de pensamiento y los de acción desarrollan en la palestra social, por decirlo así, un efecto paralelo. En la historia de la humanidad han sido pocos los individuos que han conjugado el espíritu teórico con la praxis transformadora. Siendo esta una de las causas por las cuales los grandes ideales no encontraron plena realización en la vida social. Asi como en la práctica productiva existe una división del trabajo, los humanos al participar en los asuntos sociales se han dividido en teóricos y prácticos. Los individuos que en Francia ilustraron y llevaron claridad al movimiento revolucionario francés fueron unos, y los que empuñaron las bayonetas y se batieron en las calles de París fueron otros.

Bacon, Descartes, Leibniz, Rousseau, Hume, Locke, Kant, Hegel, construyen con sus pensamientos la subjetividad de la modernidad occidental. Pero la pragmática, la ejecución empírica de sus ideas estuvieron sujetas a los intereses de las clases dominantes y de los políticos que obraron en función de sus aspiraciones de grupo y de su propio peculio personal; lo que no borra la dualidad presente en el pensamiento de estos gigantes, en el sentido de que por un lado sus ideas ilustran, llevan luz y espíritu liberador; mientras que por el otro, con la visión de la naturaleza, de la sociedad y del hombre elaborada por ellos, se abre paso a la racionalización instrumental en la sociedad occidental. Con todo, la ilustración desempeñó un papel altamente positivo, por cuanto contribuyó al acrecentamiento de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, al tiempo que liberaron a la humanidad de una buena parte de la ignorancia, y se destruyeron muchas tradiciones negativas, que en su momento dificultaron el avance de la sociedad hacia estadios superiores de progreso.

Poco a poco se va dando un proceso mediante el cual la razón liberadora es sustituida por la racionalización tecnológica, económica y social. Asimismo se fue abriendo paso una concepción de la sociedad que minó en sus raíces el sentido de la totalidad. Esta pérdida del horizonte total, junto a la despersonificación de la vida humana, que trajo consigo el desarrollo de la técnica, se tradujo a la postre en alienación y fraccionamiento del sujeto, y más posteriormente en nihilismo.

El ideal general emancipatorio, el sentido histórico del progreso, la lucha por la desalienación del sujeto y la descosificación de las relaciones sociales, pronto dejaron de ocupar el lugar de honor que una vez tuvieron.

La racionalidad instrumental nació en los albores del capitalismo, y ella fue la clave para destruir no solo los valores de la tradición, sino también que, al imponer la lógica fría del cálculo, comenzó a destruir el altruismo y el amor por el otro, generando así un amplio proceso de alienación del sujeto, de destrucción de valores positivos y de deshumanización de las relaciones sociales que llegan hasta nuestros días.

«La calculabilidad penetra en el seno de las relaciones tradicionales, descomponiendo las viejas relaciones de carácter piadoso. En cuanto en la comunidad familiar, todo se calcula, y ya no se vive en el régimen estrictamente comunista, cesa la piedad sencilla y desaparece toda limitación del afán de lucro.