La expresión de Marco Aurelio se refiere al escaso sentido que tienen las palabras, cuando no están acompañadas de las acciones correspondientes.

La teoría de la verdad como correspondencia establece que “…la verdad o falsedad de una proposición está determinada únicamente por la forma en que se relaciona con el mundo, y si describe con exactitud (se corresponde con) el mundo.”

La filosofía budista recomienda desconfiar de los discursos y prestar más atención a las acciones. No por casualidad, muchas personas, cuando tienen que acompañar a un familiar o amigo, que está pasando por un momento de duelo, simplemente se acercan y le dan un abrazo, sin decir palabras.

La sabiduría popular expresada en la Biblia dice “Por sus frutos los conoceréis”, queriendo señalar que las palabras, si no están acompañadas de las acciones correspondientes tienen poco valor. Aunque, en ocasiones, podría darse el caso contrario, es decir que las palabras son tan contundentes que eclipsan los hechos.

Tal es el caso de uno de los discursos lucidos de Don Quijote, cuando Don Diego Miranda lo invita a su casa y el hijo le dice que Quijote está loco y este le pregunta y en qué está loco. Dice el hijo, en que no hay coherencia entre lo que dice y lo que hace. El padre responde, no sé lo que te diga hijo, solo te sabre decir que lo he visto hacer cosas del mayor de los locos mundo y decir razón tan discreta que borran y deshacen los hechos.

En este caso, el discurso de Don Quijote es tan poderoso que borran el hecho de su falta de coherencia.

Aunque falta por decir que esta expresión no define que es ser un buen hombre. Toca a cada uno de nosotros definir nuestro propio modelo de hombre bueno.