Tomas Novas

Tomás Novas, profesor invitado de Logos.

A continuación presentamos una entrevista con el maestro Tomás Novas, miembro del personal docente del departamento de Filosofía de la UASD.

Logos. – Usted plantea que recurrir a la obra del filósofo como medio pedagógico constituye un reto para el profesor y para los estudiantes, ¿podría ampliarnos esta idea?

Tomás Novas. – Este trabajo fue publicado hace cuatro años y me parece que en el mismo se señalan tres de los obstáculos que implica enseñar filosofía, con el propósito pedagógico de que el profesor pueda encaminar al estudiante hasta la fuente del saber filosófico. En este caso, la obra prima original del filósofo, ya que de acuerdo a la enumeración que hacemos en ese trabajo, la primera dificultad por parte del estudiante es que llega a la universidad sin conocer de filosofía. Esto se debe a que en los niveles anteriores no se les ha hablado de la misma; entonces, como el estudiante desconoce hasta el significado nominal de la palabra, ¿puede uno, en un escaso curso de tres créditos, llevarlo hasta la fuente directa del saber filosófico?

También hablábamos de una tercera dificultad que tiene el estudiante y es la naturaleza misma del saber. El conocimiento filosófico es un discurso muy especializado y con problemas propios de ese saber, distinto a otros como el científico, el religioso, etc. De manera que es otro reto que tiene el profesor de filosofía cuando se propone algo tan especial e interesante en un momento en que no es la filosofía lo que predomina como el saber que llega a las escuelas. Se habla en estas de un saber, el científico. Es este el que predomina en la currícula de todos los niveles de la educación nacional. Entonces, creo que es un reto el que tiene el profesor de filosofía cuando le muestra por primera vez que existe un saber tan antiguo como la ciencia y de orígenes comunes, a través del cual el ser humano le da sentido al mundo.

También hablábamos de la ausencia de esas obras en las bibliotecas de la UASD, que se supone es donde enviamos a los estudiantes. No percibíamos la preocupación por coleccionar las obras de los filósofos, esa obra original a la que hace alusión el trabajo publicado en «No es este el caso de la filosofía». Cuando llegamos al nivel superior de enseñanza (la Universidad), el interés, los objetivos no son seguir divulgando saberes a nivel de fuente secundaria. Desde luego, la universidad asume este tipo de fuente, pero el interés es hacer llegar al educando a la fuente misma de donde emanan los saberes, tanto de la ciencia como de la filosofía, y por qué no decirlo, de la religión, no como práctica, sino como reflexión que codifica el mundo.

Logos. –¿Qué importancia le atribuye a que se manejen las fuentes filosóficas en los niveles iniciales y secundarios de la educación nacional, con miras a un proyecto de desarrollo de la educación superior?

Tomás Novas. – Lo ideal es que el manejo de las fuentes filosóficas acontezca en el sistema educativo nacional, desde los niveles básicos de la enseñanza, para que los estudiantes, desde esa temprana edad de la vida, puedan, si así se ha despertado en su espíritu, tener la posibilidad de tener el contacto con las fuentes originales de la filosofía. Mientras más temprano se produce la experiencia de leer el sentido del texto filosófico, es mejor; el sistema educativo no pierde nada con producir filósofos a nivel secundario y no a nivel de maestría y de doctorado solamente.

Logos. –¿Qué opinión le merece enseñar filosofía dogmáticamente, es decir, desde una posición acabada o definitiva?

En cuanto a la última pregunta, no se encuentra respuesta en el texto.

Tomás Novas. – Me parece que todos aquellos profesores que asumen el valor dogmático en su práctica pedagógica olvidan la gran enseñanza socrática. Si hay algo que el profesor de filosofía debe reivindicar frente a sus alumnos, es la modestia. Esta es la gran enseñanza socrática: «Yo solo sé que no sé nada». La actitud adecuada del profesor de filosofía debe ser ésta: no ser un portador de dogmas, de la verdad definitiva, porque me parece que esa verdad no existe. Sócrates mostró que no existe esa verdad. Por más que nos afanemos en la jornada de hoy, dialogando sobre los temas de la filosofía, al final de la jornada saldremos con el convencimiento de que no sabemos nada y que mañana tendremos que reiniciar la tarea.

Logos. – ¿Qué importancia usted le da a las fuentes secundarias, como revistas, artículos periodísticos y, especialmente, los manuales?

Tomás Novas. – Tiene mucha importancia. La filosofía no goza del mismo tipo de divulgación que la ciencia. Desde el nivel inicial de enseñanza, el niño está siendo conducido por una acción pedagógica dirigida hacia el saber científico. De manera que ese saber que ha sido objeto de la ciencia es un conocimiento que a lo largo de doce o más años ha gozado de cierta cercanía con la mente del estudiante.

No es este el caso de la filosofía. Cuando llegamos al nivel superior de enseñanza (la Universidad), el interés, los objetivos no son seguir divulgando saberes a nivel de fuente secundaria. Desde luego, la universidad asume este tipo de fuente, pero el interés es hacer llegar al educando a la fuente misma de donde emanan los saberes, tanto de la ciencia como de la filosofía, y por qué no decirlo, de la religión, no como práctica, sino como reflexión que codifica el mundo.

Yo creo que un profesor que genera entusiasmo, filósofa, que piensa la filosofía en voz alta frente a los estudiantes, es un profesor cuya tarea y esfuerzo, sobre todo esto último, no vale la pena si el referente de ese momento de cultura, que es la experiencia en el aula frente a sus estudiantes, está referida al manual o cualquier fuente de divulgación secundaria. Me parece que este esfuerzo conecta al estudiante con la fuente directa. Esa vivencia de la filosofía en el aula tiene un propósito fundamental y es que el estudiante se motiva a recorrer ese camino que lo llevaría al libro que contiene la reflexión original de un filósofo de una época determinada.

Logos. – ¿Qué importancia le atribuye a que se manejen las fuentes filosóficas en los niveles iniciales y secundarios de la educación nacional, con miras a un proyecto de desarrollo de la educación superior?

Tomás Novas. – Lo ideal es que el manejo de las fuentes filosóficas ocurra en el sistema educativo nacional, desde los niveles básicos de la enseñanza, para que los estudiantes desde esa temprana edad de la vida, puedan, si así se ha despertado en su espíritu, tener la posibilidad de tener el contacto con la fuente original de la filosofía; mientras más temprano se produce la experiencia de leer el sentido del texto filosófico, es mejor, el sistema educativo no pierde nada con producir filósofos a nivel secundario y no a nivel de maestría y de doctorado solamente.

Logos – ¿Qué opinión le merece enseñar filosofía dogmáticamente, es decir, desde una posición acabada o definitiva?

Tomás Novas. – Me parece que todos aquellos profesores que asumen el valor dogmático en su práctica pedagógica, olvidan la gran enseñanza socrática. Si hay algo que el profesor de filosofía debe reivindicar frente a sus alumnos es la modestia. Esta es la gran enseñanza socrática: «Yo solo sé que no sé nada». La actitud adecuada del profesor de filosofía debe ser ésta: no ser un portador de dogmas, de la verdad definitiva, porque me parece que esa verdad no existe. Sócrates mostró que no existe esa verdad. Por más que nos afanemos en la jornada de hoy, dialogando sobre los temas de la filosofía, al final de la jornada saldremos con el convencimiento de que no sabemos nada y que mañana tendremos que reiniciar la tarea.

En ese sentido, solo un interés extra filosófico podría justificar que se dogmatice la enseñanza de la filosofía y obviamente, ustedes han señalado uno de los intereses predominantes en cuanto a la instrumentalización de la enseñanza de la filosofía en los últimos tiempos; me refiero a dirigir la conducta de otro, tentar a enseñarle lo bueno y lo malo, no sobre la base de una discusión crítica o una situación de diálogo entre profesor y alumno, sino a través del dictado, de la imposición. Me parece que si algo hay que reivindicar también de la filosofía desde sus inicios es la posibilidad de búsqueda, planteada ya por Platón; y si la filosofía es búsqueda, no podemos enseñar algo como definitivo, de tal manera, no podemos presentar la conducta ética (x) o (y) como la única y definitiva, tenemos que presentar, desde mi punto de vista, un enfoque que le permita al estudiante seguir indagando sobre las posibilidades que genera el mundo ético cuando se problematiza la convivencia humana.

Logos – Retomando el tema de los manuales, ¿usted cree que es posible enseñar la lógica desde algunos de ellos?

Tomás Novas – Bueno, la enseñanza de la lógica puede crear un manual como orientador de los procesos de aprendizaje, siempre que ese manual no tenga un componente dogmático, en el sentido de que presentemos la lógica como una de las construcciones que ha creado la mente humana, no la única.

Logos – Es decir, diversas lógicas.

Tomás Novas – Exactamente. Le presentamos al estudiante que hasta ahora la humanidad ha venido viendo un conjunto de problemas en cuanto a la sistematización del pensamiento; y en cuanto a la coherencia del lenguaje a través de principios, leyes y formas de lógica, pero esto no es lo único, ni es lo definitivo, porque la historia de la lógica ha mostrado que se han dado avances e incluso rupturas en determinadas áreas de la disciplina. Si la lógica, tal como la codificó Aristóteles, no es la lógica de hoy y ese manual tiene que partir de esa experiencia histórica, se puede hacer un manual de lógica; dejando abierta la posibilidad de que los estudiantes puedan pensar críticamente sobre las distintas formalizaciones del pensamiento humano. Esa es la parte, digamos, más sistemática, más formal de la filosofía y creo que allí también, el manual debe ser plural, debe ser abierto, porque, a mi modo de ver, la gran deficiencia de un manual es que sea cerrado, un texto de clausura.

Lo que enseña la obra original de lógica es que no encontramos en la historia de la filosofía un texto de lógica que haya codificado de manera absoluta el pensamiento. Las obras de lógica son respuestas a preguntas que ha presentado el filósofo y, por tanto, los resultados a esos problemas no pueden presentarse como definitivos, ya que la obra misma no lo presenta como tal, es una búsqueda, una indagación, una reflexión que plantea el filósofo.

Yo creo que esta parte de lo que es la obra original de la lógica en la historia de la filosofía también se constituye en una de las suertes que advierte al estudiante que la lógica no es un esqueleto, un fósil, que la lógica es algo que tú puedes asimilar tal como te lo ha legado la tradición y que no tiene posibilidad alguna más allá de esos resultados de crear nuevas preguntas o buscar nuevas respuestas a las viejas.

Logos – ¿Cómo puede lograr el profesor que los alumnos puedan acceder más fácilmente al texto filosófico?

Tomás Novas – Bueno, ahí está, digamos, otro de los grandes retos del profesor de filosofía. ¿Cuál es el referente ontológico del saber filosófico?

El profesor de filosofía no es un profesor de ciencias de la naturaleza. Al hablarle al estudiante, habla también sobre él mismo, ya que habla del ser humano, por lo que, si no hay suficiente convencimiento de que la filosofía construye un sentido a partir del mundo del ser humano, el estudiante no accede a él. Es necesario que el profesor de filosofía motive este aspecto, creando las posibilidades de que en el estudiante se realice la experiencia filosófica; experiencia que no se da en la naturaleza física, sino en la humana. Este es uno de los modos para conseguir abonar el terreno para que el sentido de la filosofía florezca y fructifique en la mente de los estudiantes. No debemos ver la enseñanza de la filosofía en un terreno tan ajeno, tan distante del estudiante mismo. Al hablar de filosofía, hablamos de ellos y de nosotros. Y al hacerlo, hablamos del individuo histórico que somos. He ahí el trasfondo antropológico de la filosofía.