Hay dos cosas que a mí me han preocupado en mi carrera profesional o en mi vida entera, digamos, y es comprender a los demás, es decir, comprender el mundo. Eso me angustia cuando no comprendo, sobre todo para darme a entender, porque también me angustia cuando no soy clara.

De todas maneras, veré cómo me hago en esta situación esquizofrénica con unos lentes rotos. Yo voy a hablar a propósito de que han dicho mucho que esto es un conversatorio. No lo pensé así, pero puedo tornarlo haciéndolo más breve y luego entonces confrontar lo que he dicho, a lo mejor no tan largo sino con ideas directrices, confrontarlas con ustedes para que pregunten, porque realmente de eso se trata, de la discusión, sobre todo filosófica, porque la filosofía es la que explica la raíz de todo y eso no es anecdotario. 

La filosofía que no llega a la raíz porque es de un filosofar mediocre, no está en nada, porque la filosofía es la que lo explica todo. Por eso, yo no me conformo, sino que tengo siempre que estar pensando en categoría y, justamente, el tema que me pusieron, que me encantó pero no era el que yo iba a dar, lo tuve que preparar a última hora, y es una explicación de una noción nueva o quiere decir actualizada, quizás no es tan nueva pero es eficaz y es actualizada,  sobre la mujer desde la perspectiva filosófica. 

La mirada actual sobre la mujer desde una perspectiva filosófica

Yo venía a hablar del 8 marzo frente a estudiantes, porque aquí hay mucha gente que piensa, entonces hay que filosofar un poco, y lo que se me ocurre o se me ocurrió fue pensar que la noción sobre la mujer, menos nueva, más conservadora, más tradicional, que lo debo decir para luego confrontarla con la que yo creo que es una noción de mujer que,  bueno, que aquí hay muchas mujeres y son estudiantes, algunas que es una noción de mujer más dinámica, más digna, más solidaria, más libre, etcétera.

Entonces, esta pregunta es importante porque la pregunta central del feminismo siempre se ha preguntado qué es ser mujer, qué es la mujer, y yo quiero demostrarlo porque hoy, justamente, no se está definiendo qué es ser mujer, y se está planteando que ser mujer es otra cosa, incluso para la nueva definición o la posmoderna,  yo no soy mujer porque me quiero definir biológicamente de una manera que ahorita voy a explicar. 

 La concepción que yo considero es la concepción tradicional de los orígenes de la sociedad humana desde todos los tiempos y, además, universal, es la que ha emanado de la instauración del patriarcado, que es el sistema sexo-género que nos ha definido a todos biológicamente, sexo mujer, sexo hombre y género el rol.

El patriarcado, capitalista y no capitalista, se vincula a esos sexos de acuerdo a su sexo. Entonces ocurre que, por cuestiones históricas y la división sexual del trabajo, la diferencia femenina que era la biológica de parir, desde esa instauración patriarcal y luego en simbiosis con el capitalismo, lo biológico se llenó de simbolismo porque no fue a secas, se convirtió en lo inferior.

Lusitania Martinez, Nolberto Soto, Eulogio Silverio

Lusitania Martinez, Nolberto Soto, Eulogio Silverio

Esto no es tan simple, todo lo que en filosofía se plantea es polémico. Hay quienes dicen que ese patriarcado no fue originario y hablan de un matriarcado. Incluso el propio Engels habla de un matriarcado que luego se disuelve con la sociedad esclavista, con la propiedad privada. En el tema del patriarcado, que no voy a discutir porque tengo que conversar más tarde con ustedes, en eso del matriarcado él estaba siguiendo las pautas de Bachofen, un antropólogo de la época que se dice que lo siguió textualmente, planteando el matriarcado. 

El matriarcado nunca ha existido si se considera poder político de la mujer, ¿por qué? Porque la mujer nunca ha tenido poder político ni económico. Otra cosa es una sociedad matrilineal en donde se les respeta, se les venera, se hace un montón de estatuillas, etcétera, pero no tiene poder. Poder, la mujer nunca ha tenido. Es bueno que se aclare la segunda idea: que se ha definido en función de su biología, es decir, de parir. División sexual del trabajo: la mujer pare, el hombre es proveedor, y esa es la famosa dimorfia sexual, que es un hecho. 

Somos hombres y somos mujeres, y la ciencia lo demuestra. Entonces, esa dimorfia tiene una ideología, una normativa que es el determinismo biológico: la mujer es naturaleza, y eso está mal. Yo no soy solo naturaleza, no soy solo biología. Si me quieren definir así, para que también rija la ley del agrado, porque además tengo que agradar, ser sexo, ser objeto sexual, etcétera. 

Bueno, entonces, quedamos que esto se transmite a la filosofía y, desde antes de la filosofía, existe en la mitología. Acuérdense de Pandora y luego, cuando entra la filosofía y el cristianismo, acuérdense de Adán y Eva, todo apoyando el biologicismo, la existencia de la dimorfia que yo acepto pero no como excusa para la explotación ni opresión. 

De eso se va a hablar un poco más tarde. Entonces, la filosofía se hace portavoz de ese biologicismo, de ese determinismo biológico con Aristóteles, que muy bien lo ha contado Ingrid Luciano con su tesis, cuando Aristóteles es el primerito que claramente habla de que somos recipientes, el hombre de la simiente, ya empiezan a inferiorizarnos, somos un animal imperfecto, etc.

Rafael S. Morla

Rafael S. Morla

Entonces, ese legado de la desigualdad de impedir la ciudadanía por la biología va a continuar y por eso, las teorías de la desigualdad siguieron a Aristóteles y aparecen ciertas teorías que no son igualitarias antes del siglo XVIII, sino complementarias. Ahí quieren coquetear con que el hombre es superior, pero la mujer es tan inteligente como el hombre. Eso todavía sigue siendo un poco preservando lo biológico y no me da tiempo de hablar de esa teoría complementaria. Sigo diciendo que las corrientes filosóficas legan ese biologicismo desde pensando aquí en el liberalismo, el romanticismo, el positivismo.

El romanticismo, tanto del inicio, porque hay dos tipos de romanticismo, como el romanticismo misógino y el romanticismo patriótico que es el de Duarte, todos son naturalistas, incluyendo el marxismo. Hay que buscar su naturalismo en decir que las mujeres son naturaleza y biología. Por eso, en el siglo XIX fue tan terrible para las sufragistas, porque el modelo de mujer que se implementó fue un modelo terrible en donde la mujer que estudiaba era una especie de hombre. Imagínate que en ese siglo está el psicoanálisis freudiano que empieza a decir que por querer saber y por querer investigar que somos neuróticas. 

Hay un existencialismo depurado que de Simone de Beauvoir, ahorita le voy a hablar rápidamente. Habla Sartre de la viscosidad, un poco hablando del sexo como Santo Tomás cuando dice que somos útero. Somos un útero y hay feminismos que son tan mujeristas que llegan al biologicismo también, como el feminismo de la diferencia y Lucía Irigaray que también habla de la mujer siguiendo a Santo Tomás de Aquino. 

Miren qué cosa, habla de la mujer como útero. Y eso hay que criticarlo, esa sobrevaloración de lo biológico, porque somos biología pero no sólo biología.

La filosofía es la fuente central de sexuación, tal y como está, incluso tal y como se enseña y tal y como se muestra, salvo cuando tiene interés hacer acto como este para que se puedan criticar estas cosas: el androcentrismo, el sexismo del saber, en donde la mujer aparece como pura naturaleza. Y eso, decir que las mujeres son pura naturaleza, métanse en la cabeza que ha sido cogido de excusa el patriarcado para inferiorizarnos y por eso hay que cuestionarlo permanentemente. Porque eso fue lo central de las tres causales para negar la cuestión de esas tres simples ocasiones en que la mujer debe considerarse libre para salir de su pura biología, acercarse a la razón, al logos, a la inteligencia y decidir no parir porque no va a parir de su papá o de un hombre con el que fracasó o le engañó, o porque está en peligro. 

Esa lógica biológica se ve bastante clara en ese enfoque que se tomó de excusa, porque se toma de excusas en los patriarcas, el patriarcado, en la iglesia, en las instituciones educativas, todas las instituciones que ejercen poder.

Entonces, una cosa importante también que voy a decir brevemente: ninguna ola del feminismo, porque yo hice una investigación rápida y breve, ninguna desde el siglo XVIII, que fue la primera ola Revolución Francesa, pasando por la sufragista, la ola del siglo XIX, la tercera ola con Betty Friedan y luego todos los feminismos que siguieron: feminismo cultural, feminismo radical, feminismo de la diferencia que pasó de Estados Unidos a Francia, ninguno, absolutamente ninguno, ha negado que la mujer, por ser biología, ha sido explotada. 

Tú no encuentras en su libro otra explicación de que ha sido explotada por ser biología. Claro, esto de ser biología se extiende al seno de la sociedad, simbolizado, se llena de significado y toma aspectos distintos que parece que no es por la biología, pero la raíz es el hecho de que somos naturaleza, luego somos inferiores. Y como dije en el primer feminismo, lo primero que las feministas discutieron, porque hubo dos ilustraciones: una feminista y una misógina. Lo primero que la Ilustración misógina hizo fue criticar a François Poulain de la Barre, un hombre feminista del siglo XVII, filósofo cartesiano, primer feminista. Luego, Mary Wollstonecraft, la primera feminista del siglo XVIII, junto a Olympe de Gouges, lo primero que plantearon fue cuestionar la noción de naturaleza de Rousseau, y cuestionaron el hecho de que no fueran ciudadanas por ser pura naturaleza.

Kant, que es ilustrado, también es biologicista porque habla hasta de cómo la mujer tiene que ser limpia, como si fuera el único cuerpo que toma malos olores, y nos define como el «sexo bello» en uno de sus artículos acerca del juicio.

Entonces, quédense con la idea de que no ha habido un feminismo que no plantee lo biológico como la raíz de la opresión. Porque de ahí se parte una definición distinta de ser mujer que es opresora y que niega lo biológico. Todas esas feministas, hombres y mujeres, que en las olas diversas cuestionaron el biologicismo en una posición antes determinista, la más radical pero que aparece luego en el siglo XX fue Simone de Beauvoir, quien afirmó que «la mujer no nace, se hace».

Está expresando que quién le dijo a usted que yo soy femenina porque nazco mujer, no, la feminidad, la que ella cuestiona, es una construcción social y esa construcción social tiene que ver con el sexo con el que yo nazco, y eso está mal. Porque si me definen de acuerdo al sexo con el que yo nazco, me van a definir como inferior. Se dedicó en «El segundo sexo» a cuestionar con esa expresión que la mujer no nace, que por el hecho de yo nacer mujer, mi biología no tiene que definirme como inferior, eso es lo que quiere decir.

Lo digo porque también la nueva definición de mujer, una que le voy a decir ahorita, ha partido de esa confusión de interpretación del «segundo sexo» de Simone. Entonces, ¿cuál encuentro yo que debe ser la definición de mujer contraria a esa? Yo no soy pura biología, soy biología pero, aparte de ser biología, soy proyecto. Esto les va a sonar mucho a Sartre porque así es.

He leído que se pueden sacar nociones como para definir a la mujer activa que participa en la esfera pública y que se distingue por lo que dice, el contenido de lo que dice, no por hablar simplemente. Pero si hay una filosofía completa que defina el ser mujer desde mi punto de vista de una manera realmente libre, pensando en el otro, avanzada, comunista, marxista, porque el existencialismo, aparte de ser un humanismo, es un marxismo, esa filosofía es la que Simone aplica, corrigiendo a Sartre incluso en el existencialismo.

Entonces, si así son las cosas y yo siempre me lo he creído desde que tengo uso de razón, me he considerado un ser proyecto, es decir, con potencialidades múltiples de elegir lo que yo encuentre con sentido, es decir, que me permita trascender y no caer en la inmanencia como quiere el hombre machista que tú caigas, como ser otro o como un ser para ellos, o como una mujer rota que tú no seas trascendente, que tú no elijas. 

Entonces, yo sí, yo soy un ser en el mundo, una conciencia todavía cartesiana pero intencional, porque estoy en el mundo, no estoy sola, estoy en el mundo para la actividad solidaria a favor de los obreros, a favor de los negros, a favor de los homosexuales, a favor de todos los diferentes. Estoy en el mundo, y en consecuencia, soy un ser condenado, como diría Sartre, a ser libre.

Con la única objeción de que Simone le dijo a Sartre que no siempre estamos condenados a ser libres, las mujeres tienen problemas, y desde ahí en adelante, Simone se convirtió en la gran feminista que fue porque consideró dos situaciones de ser esclava: la mujer que por mala fe acepta la esclavitud del amo, de la que habla Hegel en la dialéctica en la Fenomenología del espíritu, esa mujer es de mala fe. Bueno, a ella la mantiene, la ponen bonita, ella acepta la esclavitud. Simone de Beauvoir dice que eso es mala fe. Pero ella dice no estamos condenados a ser libres porque hay mujeres, la mayoría de las mujeres, que quieren ser libres, no quieren ser esclavas, pero están esclavizadas no solamente por los hombres, sino por el capitalismo y por quién sabe qué otras situaciones. 

Piensen ustedes en las personas trans, en las lesbianas, en las negras, en las viejas, porque hasta las viejas tienen cuestiones de opresión que las jóvenes no se dan cuenta, lamentablemente. Este es un mundo lleno de dificultades.

Manuel Tavarez

Entonces, ¿qué vamos a hacer con eso de la biología? Dirían ustedes. Entonces, para Simone, hay biología, se puede definir a la mujer como un ser, como un sexo biológico, pero no es pura biología, ni pura cultura, como diría Foucault, que todo es cultural y que no hay biología. No, Simone dice: hay biología, pero esa biología es en situación. O sea, yo soy una biología, pero no soy un dato bruto, yo tengo una relación sexual que no es pura biología, tengo una identidad que no emana de mi pura biología, sino de lo cultural, emana de lo social hacia lo individual, de lo individual hacia lo social. Así de complicada es la identidad.

Luego, mi sexualidad es una encarnación de significado, porque estoy en el mundo, no solamente tengo hambre, tengo sexo, pero rozándome con el mundo que me tira sus afectos, que yo los veo, los quiero, me hieren, me dan placer, etcétera. Ahora bien, soy biología en situación, pero la identidad no se me impone. El estado impone la identidad, pero yo, sujeto crítico, sobre todo si he estudiado, oigan estudiantes, si he estudiado, soy un sujeto crítico que puedo tomar distancia en la experiencia vivida de mi sexualidad, siendo un proyecto humano, como dice Simone, y puedo elegir. 

No es verdad que la identidad se me impone, que hoy puedo ser varón, que mañana puedo ser hembra o que hoy me siento, podría ocurrir eso pero hay, un perfil ético-ontológico que me dice, «bueno, ahora, ¿qué estoy siendo en cuanto a una identidad sexual? ¿De quién me estoy enamorando, de un hombre o una mujer, o de cualquiera de los dos?» Porque el feminismo nunca ha negado la orientación sexual; usted puede enamorarse tanto de uno como de otro, pero somos hombres y mujeres y las múltiples identidades.

Francisco Acosta y Julio Minaya

Francisco Acosta y Julio Minaya

Y la ausencia de binarismo genérico no está comprobada científica y filosóficamente. Entonces, ese registro ético, bueno, yo soy la más vieja de este lugar y he sido muy libre y he tenido experiencia sexual como ustedes suponen, y yo puedo dar fe de ese registro ético ontológico que rige la experiencia sexual de cada quien. A menos que tú estés drogado, tú no te vas a sentir sobredeterminado por muchas identidades o que te ocurra alguna otra cuestión. Entonces es importante saber que somos ese sujeto crítico que también entiende que no todo es cultural.

Por último, ¿de dónde procede esta actual y posmoderna posición que plantea que la biología no existe y que define a las mujeres como no binarias y a los hombres también? Yo solía ser, o sería, pero yo no soy una mujer auténtica para esa posición. Esa es una posición mientras Simone de Beauvoir se planteaba en un paradigma fenomenológico existencial cartesiano, pero con un pie en el postestructuralismo, porque el cartesianismo puro es un desastre, y esa es otra clase.

Este otro paradigma es el postestructuralista posmoderno que niega los universales. Yo, como mujer, soy universal, igual que el hombre, y no un colectivo, como dicen ahora. Yo no soy un colectivo, yo soy del universal, la mitad. El posmodernismo, como no cree en los universales, me ha reducido a un colectivo, y eso es un problema porque entonces, hasta la agenda feminista cambia.

El postestructuralismo proviene de esta filosofía que da el giro lingüístico, y entonces el lenguaje es fundamental, el lenguaje tiene un poder central en esta filosofía. El lenguaje sería una estructura cuyo significado, cuyas palabras, derivan el significado de otras palabras, pero no tiene conexión con la práctica social. 

Imagínese usted cómo es el marxismo, qué lenguaje tiene significado también por la práctica social históricamente, eso nos ha permitido constatar muchos avances y muchos retrocesos. Pero en el postestructuralismo, no hay conexión con la práctica social porque «nada hay fuera del texto», diría Derrida, cuya metodología de deconstrucción quiere borrar el binarismo, es decir, el hecho de que somos hombres y mujeres. No todo el binarismo, porque hay binarismos en todos los sitios, verdad, hay opuestos en todos los sitios y tú agarras la filosofía y ves que todas las ontologías son binarias, qué le vamos a hacer, es difícil romper con el binarismo.

Para el deconstruccionismo de Derrida, no hay nada fuera del texto, por eso, porque lo que quiere es romper con eso, hay toda una metodología. Yo no la conozco en detalle, pero sé que se aplica y fui a un congreso en donde un grupo en Indiana, bastante inteligente, hablaba de su experiencia aplicando el método no binario del deconstruccionismo. Es bueno que se estudie, pero hay que decir que si estudias cualquier ontología, aparece un yin y un yang, un masculino y un femenino, un hombre y una mujer; todas son binarias, por algo es eso, hay que profundizar en ello.

Entonces, para el postestructuralismo, la mujer se definiría según el género, y el género, oigan bien, es el que va a definir el sexo. Ya el género no va a significar el rol que te da el patriarcado y el capitalismo en función de tu biología, ya no. El género ahora es identidad, y tú, con tu género, que es un cúmulo de identidades oprimidas, tienes todo el derecho, dicen, a sacarlas en cualquier momento de acuerdo a la emoción que sientas. 

Fíjense bien cómo la subjetividad se convierte en una categoría importante. La subjetividad es importante, de ahí tenemos el tema de la vida cotidiana, es verdad, pero no hay que perder de vista la objetividad tampoco. Hay una identidad subjetiva y una identidad objetiva. Simone de Beauvoir dice que la identidad subjetiva es eso que han hecho de nosotros el patriarcado, el capitalismo, la iglesia, etc., y que la libertad consiste en romper con lo que han hecho de nosotros. Hay que vivir rompiendo con eso, pero para eso hay que conservar esas dos categorías, lo subjetivo y lo objetivo.

Es bueno, pero tú no puedes elevar la subjetividad a la categoría sustantiva y considerar que la cultura lo es todo y que, en consecuencia, el género lo es todo, porque ¿qué problema trae esto al feminismo? Si la biología pierde importancia, si yo no soy biología, se acabó el feminismo. Porque lucha el feminismo, porque el ser biología, y en consecuencia, el hecho de que el patriarcado me haya considerado inferior en lo central en la teoría explicativa del feminismo, para hablar de la opresión y de la explotación, de los bajos salarios, de la no paridad, de los lugares secundarios en la docencia, en la maestría, etc. 

Si nosotros somos las mujeres, los trans, digamos, que tienen los mismos derechos que nosotros, los trans no tienen derechos especiales, tienen el derecho de conseguir trabajo, el derecho de ser libre, el derecho a defenderse cuando se metan con ellos, pero nosotros, como se quiere plantear, sí tienen derecho, nadie lo niega, pero no son derechos especiales, son los mismos derechos que tienen las diferencias. Yo soy una diferencia, la diferencia biológica que es la más grande, porque la mitad lo transforma en menos que la mitad. Entonces se pierde la agenda del feminismo si esto no se plantea, la paridad también, porque desde que metan a una mujer, es decir, un hombre que va hacia mujer, es una mujer menos que se cuenta. 

Un trans en el baño es un problema para algunas personas, un trans en el deporte es más fuerte que una mujer, la fuerza física es real, es biológica. Aunque culturalmente, de ahí viene la palabra «cultura», tú puedes cultivar fuerza, pero cultivarla no significa nacer con ella. Entonces, esto es un problema, señores. 

La filosofía tiene que enseñarse desde la perspectiva de género.

La teoría de género y el feminismo han traído importantes avances en la lucha por la igualdad y la justicia, pero es necesario mantener un equilibrio entre la subjetividad y la objetividad, y reconocer la importancia de la biología sin permitir que se utilice para justificar la opresión y la discriminación. Los debates en torno a estos temas son cruciales para el desarrollo de teorías y prácticas feministas más inclusivas y efectivas.

Lo que dije es que hay una diferencia biológica en términos de fuerza física entre hombres y mujeres, y en el caso de las personas trans, hay ciertas consideraciones que deben tomarse en cuenta al abordar temas como el deporte y la competencia. 

No estoy negando la importancia de incluir a las personas trans en la agenda feminista, sino que estoy señalando que hay diferencias biológicas que deben ser reconocidas y tratadas con justicia y equidad en ciertas situaciones.

En cuanto a cómo aplicar las ideas del feminismo de Simone de Beauvoir en la República Dominicana con su diversidad sociocultural, es importante recordar que las teorías feministas pueden y deben ser adaptadas a las realidades locales y culturales. Aunque las ideas de Beauvoir surgieron en un contexto europeo blanco, sus conceptos centrales, como la idea de que «la mujer no nace, se hace», pueden aplicarse a diferentes contextos y culturas. Esto implica un análisis profundo de las estructuras de poder y las normas culturales específicas que afectan a las mujeres en la República Dominicana y, a partir de ahí, adaptar y desarrollar estrategias feministas que aborden estas realidades.

El feminismo debe ser inclusivo y tener en cuenta las realidades locales y culturales, así como las diferencias biológicas en ciertos contextos. Las personas trans merecen igualdad de derechos y protección, y la lucha por la justicia y la igualdad de género debe considerar y abordar las preocupaciones y necesidades específicas de todos los individuos.

Lo que quiero decir es que el feminismo debe ser un movimiento inclusivo y adaptarse a las realidades culturales y locales de cada lugar. Es importante que el feminismo no solo se centre en las preocupaciones de un grupo específico de mujeres, sino que tenga en cuenta las experiencias y necesidades de todos los individuos, incluyendo a las personas trans y a aquellas que provienen de diferentes orígenes culturales.

Al adaptar las teorías feministas a las realidades locales y culturales, podemos crear un movimiento más fuerte y efectivo que abogue por la igualdad y la justicia para todos. Esto incluye abordar y desafiar las normas y estructuras de poder que afectan negativamente a las mujeres y a otras personas marginadas por su género o identidad de género.

Considero fundamental que el feminismo sea inclusivo y tenga en cuenta la diversidad de experiencias y perspectivas. Esto significa reconocer y respetar las diferencias en identidades de género, orígenes culturales, y realidades socioeconómicas. Al ser conscientes de esta diversidad, podemos construir un movimiento feminista más solidario, empoderador y eficaz en la lucha por la igualdad de género y la justicia social.

Un feminismo inclusivo y adaptado a las realidades locales permite un enfoque más amplio y contextualizado en la defensa de los derechos y la equidad para todos. Así, se pueden enfrentar con mayor eficacia las estructuras de poder y las normas culturales que perpetúan la discriminación y la opresión basada en el género y otras características personales.