Los coordinadores de este evento intelectual me han solicitado la presentación de un perfil acerca de Pedro Fço. Bonó como filósofo de lo social..

Así como un ilustre francés ha sostenido que el hombre es la conciencia misma de la evolución, del mismo modo yo me atrevo a postular que es en la intelección de Bonó donde el ser dominicano ha logrado alcanzar su más alta conciencia de sí mismo. Con él, pues, surge un problema nuevo que consiste en dar la inteligibilidad necesaria a un fenómeno único dentro de la vastedad del universo humano: la dominicanidad. 7

Intelectual agudo, revolucionario ferviente, hombre soñador, pesimista crítico, todas estas facetas se conjugan en un pensador que, nacido en Santiago en 1828 y fallecido en San Francisco de Macorís en 1906, da la impresión, al sondearlo, que tratamos a un autor de nuestros días.

¿Cuáles condiciones reúne Bonó para ostentar la paternidad de la Sociología Dominicana?. ¿Tiene razón cuando afirma: «Tengo buen juicio, no lo niego, peroes en la forma filosófica»?. ¿Está en lo cierto cuando, para argumentar su rechazo de la candidatura presidencial por el Partido Azul, dice: «Yo no quiero ser presidente, porque veo lo que muchos no ven»? O, cuando afirma hacia 1885, a tres años de iniciarse la dictadura de Ulises Heureaux: «El poder en mi país no lo ejercerá el hombre más sabio, sino el general más atrevido»..

 

Pues bien, adentrémonos sin más preámbulo en el pensamiento social de nuestro filósofo (lo calificó de esta manera, no sólo porque fue su autodistinción

 

predilecta, cuanto por sus singulares aportes al estudio del carácter de la nación dominicana.

 

Me valdré fundamentalmente de cuatro pares categoriales empleados por Bonó en su examen de la sociedad, a saber:

– Contradicción Ciudad – Campo

 

– Clases Directivas – Clases Trabajadoras

 

– Trabajo Intelectual – Trabajo Manual

 

– Capital – Trabajo

 

Estos y otros conceptos binarios, como veremos, facilitaron a Bonó buccar en el fondo mismo del mar de las contradicciones donde, cual lava de un volcán en constante erupción, ha venido cociéndose, a golpe de fuego, la dominicanidad.

 

La contradicción ciudad – campo es para Bonó la más esencial. Nuestro sociólogo se percató muy a tiempo de que el precapitalismo vigente en su época no podía prohijar en nuestra formación económico Social sujetos más dinámicos que el campesinado y los incipientes Sectores Burgueses que controlan la comercialización del tabaco y los asuntos públicos.

 

La que presencia Bonó es una sociedad atomizada, casi disgregada; nuestro campesino, que constituye la inmensa mayoría de la población, no cuenta con escuelas ni hospitales, trae a la ciudad su cosecha en recuas de mulos y caballos venciendo mil dificultades; vive en chozas mugrientas sin ningún tipo de esperanza. Sobre todo lamenta el estado de los caminos, lo cual imposibilita la comunicación entre las diversas comunidades y entre éstas y la ciudad. De ahí que Bonó

 

*Catedrático del Departamento de Filosofía de la UASD. Egresado de la UASD donde cursó la Licenciatura en Filosofía. Actualmente madura un libro sobre el pensamiento de Pedro Francisco Bonó.

muestra la más profunda preocupación sobre cómo formar un Estado-Nación sobre semejante plataforma infra-estructural.

 

Hacia 1884, en el periódico santiagués El Eco del Pueblo, mediante un trabajo de varias entregas titulado «Opiniones de un Dominicano», nos dice Bonó:

 

«Hoy no viene a misa (se refiere al campesino, J. M.) y hasta huye del cura, resiste y combate la autoridad militar, compra y vende muebles e inmuebles de palabra y arregla sus diferencias en el monte (…), no sigue consejo ni cree indicaciones de los más prudentes del pueblo por suponerlos capsiosos y para explotarlo. Y tiene razón».¹

 

Mueve a interés el hecho de que Bonó conceda razón al campesino, habidas cuentas de que él desempeña la función de intelectual orgánico de la burguesía liberal cibaeña, la cual no sólo se levantó en armas contra el Baecismo hacia 1857, instalando provisionalmente la sede del gobierno en Santiago, sino que también sustentó la guerra de la Restauración, hecho que hace posible el restablecimiento de la Independencia en 1865.

 

Por demás, Bonó es el más acabado orientador intelectual con que cuenta el Partido Azul que, dentro de los lineamientos liberales que enarbola, pretende imprimir una cierta racionalidad moderna al quehacer público.

 

Pues bien, Bonó se toma muy en serio el encargo de escrutar en sus aspectos más mínimos a las clases trabajadoras dominicanas y, gracias a esa originalidad que hace bien en reconocerle Juan Isidro Jiménez Grullón, pudo captar, no sólo la psicología, sino además las causas de sus tantas protestas.

 

Observa lo que ocurre en su país, pero no ignora lo que acontece en otras naciones; compara y saca conclusiones:

 

«En Europa que no quieren, y con razón, pasar por bárbaros, atribuyen con más fundamento parecidas explosiones del proletariado a los sufrimientos de éste, a la explotación del capital, a la mala organización del trabajo, en general, a la poca participación de los trabajadores en los beneficios realizados. Por mi parte creo que en mi país la más de las veces el del campo no ve al de la ciudad como amigo ni como hermano, sólo como una carga pesada que, además de vestir, sostener y alimentar, pretende sin ningún título darse los humos de señora absoluta y despótica».²

 

Para Bonó la autoridad pública en el país constituye «una verdadera calamidad para el que trabaja, llamándole a su presencia para despojarlo, para quitarle su tiempo, sus servicios, sus economías» y así vemos cómo se «inunda el país de un desorden que en su fondo son protestas del trabajador. Protestas por desgracia calamitosas y al mismo tiempo importantes…».3

 

que Para enfrentar con éxito el caos prevaleciente en la sociedad dominicana, Bonó propone dos vías: lero) Adoptar la modalidad federal de gobierno, con lo se reduciría el poder casi absoluto del Ejecutivo y se instauraría el Poder Municipal. 2do.) Su tesis de la transacción, «para que la dictadura no ahoge a los dictadores» y «la anarquía no destruya a la República». Aquí Bonó hace un llamado a los partidos y a las clases, a gobernados y gobernantes para que desistan de sus particulares aspiraciones e intereses y puedan hacerse concesiones recíprocas para facilitar la convivencia y la gobernabilidad.

 

Con sobrada razón, como se puede echar de ver, se afirma en la Enciclopedia Dominicana que Bonó fácilmente aventaja a cualesquiera de los políticos que se llaman a sí mismos liberales en los tiempos actuales.

 

El segundo par categorial manejado por Bonó en su examen del cuerpo social dominicano es Clases Directoras – Clases Trabajadoras. Llama la atención el concepto con que designa a la clase dominante: no habla de burguesía. Y aunque ha utilizado el concepto «Clases trabajadoras» justo es reconocer que no porta, ni en extensión ni en contenido, las mismas características con que se define en la actualidad.

 

Bonó es miembro de la Clase Directora. Esta se había desplazado desde la Banda Sur hasta la Banda Norte cuando la economía hatera y la explotación maderera declinaron en el país, antes de la Anexión a España en 1861. Nuestro pensador es un abogado, comerciante y político vinculado a los sectores económicos cibaeños que encontraron en el tabaco su fuente económica nutricia. De hecho, ellos tuvieron la preeminencia económica en la República Dominicana, tanto así que el puerto de Santo Domingo devino opacado ante el intenso comercio que caracterizó al de Puerto Plata. El tabaco se vendía a Europa. Existe la idea que el tabaco es responsable de la revuelta cibaeña de 1857 y de que financió la Guerra de la Restauración; en tono jocoso Bonó dice que este producto “es el verdadero padre de la patria».

La Clase Directora, sin embargo, no fuc tan dichosa

en lo político como lo fue en lo económico, si valoramos la situación a largo plazo. Todo lo cual se explica si nos hacemos cargo del muy escaso desarrollo de nuestras fuerzas productivas, que para la época apenas podrían rebazar en muy poco grado las relaciones económicas propias del modo de producción mercantil simple. En tal realidad resulta imposible la aplicación del modelo liberal político, produciéndose lo que era dable esperar: luchas estériles, desorden a todos los niveles y el regreso al poder de las fuerzas conservadoras, cuando no fue más bien la dictadura.

 

Todo lo anterior guarda relación estrecha con dos posturas que habría de adoptar nuestro primer sociólogo: convertirse en agudo crítico de la clase dominante y, como un gesto poco común, -pero que es una respuesta muy consecuente de la conducta anterior- abrazar la causa de defender a «las clases trabajadoras».

 

‘ «Hijas de la esclavitud, moldeadas por coloniajes perpetuos, no debieron estas clases tener más virtudes y educación que las pasivas o inertes de sus progenitores, y debe agradecérseles la escasa disciplina que han adquirido, combinada con la iniciativa que desplegan para sostener y salvar la nación. La clase directora sí que no ha sido tan feliz en sus progresos. Descendiente de aquella que todo lo esperaba de la metrópoli, tradición y todo lo pide al

obedece aún a esta fatal extranjero».4

 

Uno de los rasgos distintivos de esta clase directora es su vocación parasitaria. Pero asegura que otra cosa no podía resultar toda vez que: «a Santo Domingo la colonizan hombres en pos del oro y de otras pasiones de baja esfera y regidos durante siglos como la madre patria por el oscurantismo y la inquisición».5

 

A Bonó debemos anotarle en su favor ser pionero en el propósito de reivindicar positivamente los aportes hechos por las clases trabajadoras al sostenimiento de la sociedad dominicana. Del mismo modo cabe afirmarse que Bonó es el primer intelectual dominicano. que elogia el valor del pueblo dominicano, concediéndole los calificativos de bravo, audaz, bondadoso, hospitalario, inteligente, trabajador.

 

En el concepto «Clases Trabajadoras» de Bonó se cobija un amplio espectro de agentes laborales: propietario rural que trabaja directamente su parcela, peones agrícolas, aparceros, recueros y en la ciudad e ingenios azucareros los obreros y los artesanos.

 

El que ha seguido estas palabras está en condiciones de arribar desde ya a una interesante conclusión: que Bonó ha puesto su talento y su pluma al servicio de «los pobres de la tierra».6

 

La tercera paridad categorial en detenernos es Trabajo Intelectual-Trabajo Manual. Aquí Bonó prolonga su línea de cuestionamiento crítico a la clase directora debido al prejuicio que ésta abriga hacia toda manifestación de trabajo manual. La clave es que fuimos un país colonizado por España y la raza blanca consideraba vil el trabajo desempeñado por las razas inferiores, esto es, indígenas y esclavos negros. Son – dice- «reminiscencias de la esclavitud» que impiden a las «castas dominadoras» justipreciar la «dignidad del trabajo manual». Y esta ideología llega hasta las masas empobrecidas:

 

«Un empleado pobre, un tendero mediano o un especulador de frutos menores rodeado de un enjambre de hijos, muchachitos ya grandecitos, no se decide a ponerlos a un oficio, porque (…) no lo han penetrado de la nobleza de los oficios manuales».»

 

Bonó se da cuenta de la necesidad de un modelo educativo nuevo que capacite a los jóvenes, no solamente para servir a las profesiones liberales, ya que por falta de trabajadores capacitados y dispuestos hay que traerlo todo del extranjero.

 

«desde las medias y los zapatos, hasta el peine y el sombrero; desde la cazuela hasta el tenedor y las cucharas». 8

 

El cuarto y último par categorial es Capital-Trabajo. Uno de los más exitosos hallazgos de Bonó en su investigación de nuestra vida socio-económica es poner de manifiesto el lugar subalterno que se le asigna a nuestra economía dentro de la lógica expansiva del Capitalismo Premonopólico europeo y estadounidense.

 

«situación terrible preñada de catástrofes es hoy la del trabajador agrícola del Este de la República (…). El monopolio destruyó los conucos y sus anexos de ganado menor, y con ellos la subsistencia de la ciudad y trabajadores (…) al antiguo labriego del Este sólo le queda su persona…».⁹

 

Es preciso hacer notar aquí que Eugenio Ma. de Hostos y Bonó no coincidieron en su apreciaciones sobre el modelo desarrollista que más convenía a un país como la República Dominicana, si bien ello no se constituyó en óbice para que se elogiaran recíprocamente en varias misivas.

 

Hostos llega hacia 1875 por Puerto Plata y en su ideal reformador positivista establece y desarrolla, en alianza con Luperón y su Partido Liberal, la Escuela Normal. Está convencido del papel básico de la educación en la «regeneración social» del dominicano; pero sostiene, contrario a Bonó, que ese ciudadano que hará del nuestro un país desarrollado, sólo se forjará en el entorno de la modernidad que iría a propiciar la inversión extranjera. Hostos aquilata la bondad del capital que viene incursionando desde la década de los setenta del siglo XIX en la industria azucarera y está del lado de los que sugieren producir a gran escala cacao y café. Bonó discrepa del modo en que viene reorientándose la economía. Es comprensible que no tuviera seguidores.

Para Bonó esos capitales lo que crean son falsas ilusiones, espejismos en los fulgores provenientes de ferrocarriles, líneas férreas y maquinarias modernas. Y en cuanto a suplantar el tabaco por otros productos, reacciona en tono jocoso: «el cacao es oligarca» y en cambio «el tabaco es demócrata».

 

En cuanto a lo político Bonó, al igual que Hostos es liberal, pero se aparta rotundamente de la noción liberal-positivista de progreso. Y es que el progreso para Bonó no es tal hasta que se verifiquen sus resultados en el ámbito de la justicia social: debe medirse en la promoción y redención de las clases trabajadoras.

 

«¿Qué progreso acusa eso?», se pregunta Bonó luego de enumerar algunas de las supuestas ventajas del capital extranjero. Por esa vía a lo que se ha llegado es a

 

«la traslación a título casi gratuito de su propiedad a manos de nuevos ocupantes encubiertos bajo el disfraz del progreso (…). Progreso sería (…) si los viejos labriegos de la Común de Santo Domingo (…) fueran en parte los amos de fincas y centrales (…). Pero en lugar de eso, antes aunque pobres y rudos eran propietarios, y hoy más pobres y embrutecidos han venido a parar en proletarios «10

 

Bono tiene la clara visión de que el «capital monopólico» le robaba la libertad y la felicidad a gran parte de los dominicanos, con la siguiente gravedad: que nadie ama a su tierra si en ella no llega a ser feliz.

 

Y aclara que él no odia al extranjero, más bien lo ama, pero no desde la condición de un “idiota y siervo», pues está consciente de que

 

«Cuando el capital entra por la brecha del

 

monopolio y está en posesión de los derechos de todos, no le es dable ilustrarse hasta el punto de entrar de repente en la concurrencia libre de los servicios. Este es un esfuerzo que pide una abnegación que no tiene este capital».»

 

un La preocupación fundamental de Bonó es la preservación de la Nación Dominicana; prefiere precapitalismo sin los ruidos del progreso, donde cada familia pueda cultivar con los medios a su alcance su franja propietaria, a un capitalismo que la despoje de todo patrimonio y la proletarice.

 

Ulises Heureaux empeñó su.dictadura a ese capitalismo’ rapaz y Bonó lo entrevió bastante ten pranamente, cuando le advierte a Luperón que el Partido Azul no debe llevar como candidato a la presidencia a este general. A los tres días le llegó a Bonóuna amistosa carta remitida por Ulises Heureaux junto a otra de Luperón. $

 

Ahalizando detenidamente la evolución de las ideas de nuestro autor notamos cómo ascendentemente va transitando hacia un pesimismo crítico con gran dosis de escepticismo. Otrora había desempeñado papeles de primer reparto en el escenario político: ya a los 28 años es senador por Santiago y el redactor de la célebre Constitución liberal de Moca; participó en la Revuelta Liberal Cibaeña contra el baecismo en 1857 y fue ministro de guerra durante la Guerra Restauradora. Durante la gestión de gobierno del presidente José María Cabral y Baéz desempeñó las funciones de Secretario de Estado de Justicia e Instrucción Pública.

 

Por su eficiencia en esta última posición, Gregorio Luperón afirma que Bonó llevó los asuntos confiados a su cargo al «terreno positivo de la ciencia».

 

En su afán por penetrar los más ocultos resquicios del entramado social dominicano, Bonó empleó otros pares categoriales: Débiles-Fuertes y El Todo-La Parte. .

 

¿Cuáles doctrinas ejercen influencias en el Pensamiento Social de Bonó? Él mismo llega a reconocer a dos de éstas: el liberalismo¹2 y la economía política. Sobre ésta última afirma que:

 

«Es un ramo de la ciencia social, y para explicar debidamente sus fenómenos en una sociedad dada, hay que recorrer toda su vida; sus leyes, sus costumbres y sus hábitos». 13

 

Por otra parte, es pertinente señalar que su aparato conceptual muestra indicios teórico-metodológicos

coincidentes con el organicismo positivista, tanto de factura comteana como spenceriana o darwinismo social. Bonó es contemporáneo de Spencer y Comte se anticipa a más de una generación respecto de nuestro sociólogo. Pero, además, Bonó no debió permanecer totalmente ajeno al clima intelectual creado en el seno de la élite dominicana a merced del positivismo hostosiano.

 

En suma, Bonó asimila la sociedad humana al naturalismo biológico:

 

«El cuerpo social, no es materia como el vegetal, pero en realidad tiene raíces, ramas, troncos y frutos tan visibles para el sociólogo y hombre de estado, como para todo el mundo».14

 

Postula Bonó que del mismo modo que se pueden establecer causas constantes y permanentes en las ciencias físicas, de la misma manera es posible que electos costantes y permanentes permitan a la sociología ofrecer explicaciones con fundamentos científicos.

 

En adición a ésto, si realizamos miradas profundas en su discurso social caemos en la cuenta de que, en términos epistemológico, Bonó deviene vinculado al organicismo positivista por el manejo teórico del concepto equilibrio social. En la máquina social-postula Bonó- todo debe marchar en equilibrio para que una parte de los hombres no padezca.

 

También resulta probable, tal y como lo considera Raymundo González, que en cuanto a la cuestión social Bonó recibe influencias de los socilistas utópicos.

 

pone Y hasta puede advertirse, como al efecto de relieve Juan Isidro Jimenes Grullón, alguna que otra coincidencia de Bonó con relación al marxismo, V. gr., el abordaje dado a ciertos fenómenos sociales dando importancia al concepto de clase social. .

 

Efectivamente, Bonó no permaneció de espaldas al debate teórico del viejo continente, al cual realizó una extensa gira que lo llevó hasta París, Bruselas, Alemania, Inglaterra, hacia el mismo año en que Hostos ingresa al país, 1875.

 

Un último aspecto que habrá de subrayarse en la obra y vida de Bonó es la presencia del pensamiento Judeo-Cristiano. Fue defensor del catolicismo y amigo entrañable de Monseñor Meriño. Sin embargo, como el crítico social y librepensador que fue, la iglesia -como institución de poder en la Rep. Dominicana- no escapó a sutiles observaciones críticas. Por ej., Bonó rechaza la

 

excesiva cantidad de festividades religiosas dentro del Santoral Católico Dominicano. Observaba que ello afectaba no sólo al sentido positivo del trabajo mismo, sino a la sociedad en general.

 

Bonó exhortó a la iglesia para que participara en el porceso de reformas como agente de Primera Fila, pues sin su participación no sería posible la «regeneración social» de los dominicanos.

 

La amistad entre Bonó y Meriño se remonta desde los tiempos en que ambos abrazaron la causa Restauradora, luego se intensificó cuando, siendo Bonó Secretario de Instrucción Pública (1867), lograron crear la Cátedra de Derecho y de Medicina en el Seminario Conciliar. Y al final de sus vidas la identificación fue total.

 

Bonó fue el hombre inquieto y avisado que nuestro terruño precisó en una época de total incertidumbre y grandes transformaciones. Gracias a su capacidad de autodidacta se esforzó por adentrarse en el Ser Dominicano con capacidad propia, sin el bozal del caticismo ni la paranoia de la secta. Fue un valladar donde se pulverizaron las opiniones que sólo tocaban «lo superficial», por su empeño mostrado en familiarizar al intelecto con «el fondo de las cosas».

 

Son, pues, las «frías meditaciones» del filósofo, unidas a las agudas observaciones del hombre de ciencia, lo que conduce a Bonó a convertirse en el más sobresaliente pensador y analista de la Dominicanidad hasta inicios del presente siglo XX. Y, por si ambas cosas no resultaren suficientes, dice Bonó sobre él y acerca de la especie que:

 

«El hombre lleva en sí mismo un descontento perpétuo»

 

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS Y REFERENCIAS

 

  1. Emilio Rodríguez Demorizi. Papeles de Pedro F. Bonó. Edit. M. Pareja, Barcelona, 5ta. ed. 1980, p. 290. En esta obra de 636 páginas (volúmen XVIII de la Academia Dominicana de la Historia) tenemos las fuentes directas para el estudio de la vida y pensamiento de P. F. Bonó. Eterna gratitud a Rodriguez Demorizi por su trabajo de recopilación. 2. Ib., P. 289.

 

.

 

  1. Ib., P. 192. Éstas y otras ponderaciones están contenidas en el más importante de los ensayos escritos por Bonó: «Apuntes sobre las clases trabajadoras dominicanas», insertado en la obra de Rodriguez Demorizi antes citada. Es el primer ensayo del género escrito por un dominicano y su extensión es de 55 páginas. Bonó lo dió a la luz originalmente el 23 de octubre de 1881 a través del periódico La Voz de Santiago.

 

  1. Ib., P. 232. Nuestro filósofo tiene como mérito también el de realizar una

 

lectura crítica de nuestro pasado histórico, no permeado por la hispanofilia tradicionalmente prevaleciente en el ambiente intelectual criollo.

 

  1. Raymundo González ha realizado un loable esfuerzo analítico en torno a la obra intelectual de Bonó en su libro «Bonó, un intelectual de los pobres» (Edit. Buho, Santo Domingo, 1994). González estudia con detenimiento y enjundia aspectos como la noción de progreso enarbolada por nuestro sociólogo y, sobre todo, argumenta certeramente por qué a Bonó debemos considerarlo como el intelectual que fue de las masas pobrecidas de la Rep. Dom.

 

  1. Emilio Rodríguez Demorizi. Op. cit., P. 283.

 

  1. Ib.

 

  1. Ib., P. 283.

 

  1. Ib., P. 281. 10. Ib., P. 327.

 

  1. El hecho de que nuestra legislación sea de origen francés, básicamente, y de que nuestro pensador fuera un profesional del Derecho, explica por qué éste tuvo que sumergirse enteramente dentro del liberalismo político. El mismo declara que «bebió a Francia por todos los poros».

 

  1. Ib., P. 220.

 

  1. Descartes nos refiere dos fuentes nutricias del intelecto: viajar leer buenos libros. En Bonó se combinan ambas cosas. En su biblioteca estaban prácticamente todos los ilustrados franceses, buena parte de los economistas clásicos y autores universales de la talla de Homero, Plutarco, Pascal, San Agustín, Goethe, Shakespeare, Victor Cousin, con su Historia de la Filosofía,…