La fe del ateo

Prof. Eulogio Silverio 

La expresión «la fe del ateo» tiene un significado particular en el contexto filosófico. En primer lugar, cabe mencionar que este es el título de un libro del profesor Gustavo Bueno. Aquellos que lean el libro notarán que muchos de los temas que se han discutido aquí, tanto hoy como en días anteriores, están contenidos en él, y mucho más. 

En su obra, Bueno también aborda el tema de la religión, no solo en el cine, como lo hizo Flete, sino también en la televisión, específicamente en el fenómeno del teleevangelismo, que tiene una importancia extraordinaria y bien diferenciada de la religión en el cine.

«La fe del ateo», como mencionaba, es una expresión antigua que el filósofo español Xavier Zubiri, amigo de William, interpretó dentro de su teoría de la «religación». 

Aquí es necesario hacer un paréntesis para aclarar que el término «religare» es la definición que se atribuye a Cicerón, quien definió la religión como el acto de unir lo que está separado, una especie de reencuentro con el Creador.

Según esta interpretación, la religión sería un encuentro entre Dios y los hombres. Sin embargo, esta es solo una de las definiciones posibles, y no necesariamente la que yo asumo, porque esta afirmación lleva implícita una teoría comprimida, ya que da como un hecho la existencia de Dios o de dioses.

Cuando Zubiri habla de la «religión del ateo», lo que pretende señalar es que, en cierto sentido, el ateo sigue siendo creyente, solo que ha sustituido la fe en Dios por la fe en el ateísmo. 

Observando el comportamiento de algunos ateos que tenemos en la República Dominicana, uno podría inclinarse a darle la razón a Zubiri, ya que su nivel de militancia atea, parece sustituir la fe religiosa por una especie de militancia en el ateísmo. No obstante, la conclusión de Zubiri, me parece algo simplista. Porque resulta importante reconocer que existen diferentes tipos de ateos, cada uno con sus propias razones para su falta de fe. Por lo tanto, antes de llegar a conclusiones apresuradas, debemos explorar la variedad de tipos de ateísmo que existen.

Es evidente que el común de las personas, cuando habla o piensa en ateos, utiliza una «brocha gorda», es decir, se tiende a generalizar y no se distingue entre las diferentes clases de ateísmo. Esto puede llevar a confusiones, como la de mezclar religión y ateísmo sin reconocer las distintas variedades que pueden existir.

Ateos ontológicos

Por ejemplo, existen ateos ontológicos. Un ateo ontológico niega la existencia de un ser trascendental, de una realidad última, de una divinidad metafísica que trasciende el mundo material. 

Parménides, por ejemplo, definía el ser como todo lo que existe. Por ejemplo, esta mesa es ser, pero también la idea es ser, si existe. El término «ser», en consecuencia se refiere a la existencia de una entidad fundamental que subyace a la realidad. 

Para entender mejor de qué hablamos cuando hablamos de «ser» recordemos lo que decía San Anselmo sobre Dios. “Dios es el ser cuya mayor grandeza no puede ser pensada», es decir, es el ser por excelencia. 

No necesariamente adoptamos esta postura, pero es un concepto relevante en la discusión filosófica. En filosofía, se utiliza el concepto «ser» para designar todo lo que existe o que podría existir.

Ateos óntico

Por otro lado, existe un ateísmo óntico, que es diferente al ateísmo ontológico. El ateo óntico se centra en la negación de deidades particulares, como los dioses de las religiones politeístas o las religiones monoteístas, como Jesús, Alá o Yahvé. Sin embargo, a diferencia del ateo ontológico, no niega la posibilidad de que exista una deidad trascendente; simplemente niega la existencia de deidades específicas.

En este punto, es pertinente mencionar que el profesor Gustavo Bueno, en su obra El animal divino, distingue tres fases de la religión. Los dioses aparecen como  una realidad evolutiva. Las religiones primarias aparecen en el paleolítico superior, cuando el hombre en su lucha por dominar a los grandes animales, los convierte en númenes pintándolos en las paredes de las cuevas. Las pinturas rupestres encontradas en múltiples cuevas, en todas las culturas,  constituyen una evidencia irrefutable de esta realidad.

En la medida en que los hombres fueron dominando estos grandes animales, fueron desapareciendo de sus panteones sagrados, lo que poco a poco fue dando paso a un nivel superior de la expresión religiosa, lo que conocemos como religiones secundarias, que incluyen deidades como: Zeus, Odín, Atenea, Apolo y Afrodita.

Las religiones terciarias aparecen con las religiones del libro. Como son las tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo. La idea de ese dios terciario aparece con Aristóteles, que es el creador de la teología natural. Es quien primero define a dios, como acto puro, como motor inmóvil, como causa sui o autocausado.

El ateo óntico no se compromete necesariamente con el rechazo total de la trascendencia de lo divino en un sentido más amplio, a diferencia del ateo ontológico, que niega cualquier tipo de realidad divina absoluta. Esta distinción es importante para comprender las diferentes perspectivas dentro del ateísmo.

Es relevante también considerar que los musulmanes desde la óptica cristiana y de otras religiones son percibidos como ateos. ¿Cómo es posible que un musulmán sea visto como ateo? Cuando hablamos de ateísmo, debemos recordar lo mencionado al principio: a menudo se utiliza una «brocha gorda» para describirlo, sin afinar el concepto. Es crucial considerar quién está hablando, para entender de qué habla cuando define el concepto de ateísmo.

Por ejemplo, para los cristianos, cualquier grupo humano que no acepte a Jesucristo como el único Salvador y verdadero Dios, quien derramó su sangre para salvar a la humanidad, es considerado ateo, o en el peor de los casos, adorador de dioses falsos. 

Dicho de este modo, para un cristiano, un musulmán al no reconocer a Jesucristo como Dios es, inevitablemente, un ateo o un adorador de dioses falsos. Sin embargo, también es cierto que los cristianos han sido vistos como ateos a lo largo de la historia. Por ejemplo, cuando los musulmanes invadieron la Península Ibérica en el siglo VII, estaban convencidos de que los cristianos eran politeístas, es decir, que creían en tres dioses. El padre, el hijo y el Espíritu Santo. 

William recordará la teoría de Arrio. Arrio, fue un presbítero de Alejandría en el siglo IV. Que sostenía que Cristo, el Hijo de Dios, no es coeterno ni consustancial con el Padre. Cristo fue creado por Dios Padre y, por lo tanto, tenía un estatus inferior al Padre. El arrianismo negaba la plena divinidad de Cristo, afirmando que el Hijo era una criatura, aunque la más perfecta de todas. 

Naturalmente el arrianismo fue condenado en el Concilio de Nicea en el año 325, cuando se impuso la doctrina de la Trinidad gracias a la intervención del emperador, donde se reafirmó que Cristo es «de la misma esencia» que el Padre, lo que significa que son igualmente divinos.

De modo que si resulta dificultoso para los propios cristianos entender la idea de la Trinidad de Dios, para los musulmanes es incomprensible e incluso blasfema terrible. Ellos no entienden cómo es posible creer en un Dios encarnado en un cuerpo humano, como es el caso de Jesús, hijo de María. 

Desde su perspectiva, considerar a un hombre nacido de una mujer como Dios es inaceptable, lo que les lleva a percibir a los cristianos como ateos y además blasfemos.

Por lo tanto, aquellos que sueñan con la idea de que las tres religiones abrahámicas—cristianismo, islam y judaísmo—puedan fusionarse en una sola deben recordar que estas religiones tienen elementos específicos que las diferencian de manera fundamental y que impiden tal fusión.

Ateos católicos 

Existen también ateos que se identifican como católicos, lo cual es una paradoja de la vida. El profesor Gustavo Bueno, autor del libro “La fe del ateo» se declara a sí mismo como un «ateo católico». 

¿Por qué dice él que es un ateo católico? 

Bueno, es un ateo porque no cree en la existencia de ningún ser trascendente, creador del mundo o algo similar. Sin embargo, se considera católico porque ha sido criado en una cultura católica, donde ha aprendido a apreciar los rituales de esa religión. Tiene los usos y costumbres de la religión católica y respeta y valora las tradiciones católicas, no por razones de fe, sino por motivos culturales. 

Diría, basándome en mi experiencia, que es católico también porque el catolicismo, tanto en su caso como en el mío, forma parte de nuestra identidad, de nuestra psicología, de nuestra historia y de nuestra cultura como pueblo. Por más que uno intente desprenderse de todos esos usos aprendidos en la infancia, es muy difícil que eso ocurra.

Ateos practicantes 

Hay ateos que son practicantes y ateos que son militantes. Un ateo practicante puede participar activamente en la promoción del ateísmo, en la defensa del pensamiento crítico y la razón. 

En esencia, sus acciones reflejan su ateísmo de manera coherente con su vida cotidiana, no como ciertos ateos que conocemos en la Escuela de Filosofía, que cuando han tenido que enfrentan una enfermedad que amenaza con llevarse su vida, comienzan a visitar iglesias evangélicas, católicas, budistas, de toda clase. 

El ateo practicante, es coherente con lo que dice y con lo que practica.

Ateos militantes 

El ateo militante, por el contrario, adopta una postura activa de lucha contra la religión. A diferencia del ateo practicante, el militante no se limita a vivir su vida sin interferir en las creencias de los demás; su lucha es frontal contra las religiones. Este tipo de ateísmo puede involucrar la participación en debates públicos, la publicación de obras críticas hacia la religión, la promoción del secularismo y la educación científica. 

Un ejemplo de esto es nuestro amigo el Dr. Mario Bineti. Como el propio maestro Bonetti cuenta, cuando tenía 17 años, era un católico tan militante que llegó a intentar quemar una iglesia evangélica porque consideraba a sus miembros como apóstatas. En su juventud, era un militante del catolicismo, y ahora lo es del ateísmo. Por demás está decir que es un hombre de los que ha realizado mayores contribuciones al desarrollo del pensamiento científico en la República Dominicana. 

Ateos marxistas 

También existen ateos que son marxistas. El ateo marxista, ha asumido y comprende el materialismo histórico y dialéctico, rechaza cualquier realidad trascendente o divina. Para él, todo lo que existe es producto de procesos materiales y sociales, sin intervención divina. 

Catalogan la religión como «el opio de los pueblos», una famosa expresión marxista. ¿Por qué Marx decía esto? Porque, según esta definición la religión es un producto de las condiciones socioeconómicas, una forma de alienación que sirve para mantener el estatus quo y consolar a las masas oprimidas. 

Mientras el obrero trabaja toda la semana y apenas gana lo suficiente para mantener a su familia, la religión le ofrece el consuelo de una vida mejor en el más allá, siempre y cuando se mantenga tranquilo y no se rebele.

Mientras tanto, el dueño de la industria, de la licorera, o de la empresa puede irse de vacaciones a Miami cada vez que lo desee. Para el marxismo, la religión es vista como un instrumento de control social. 

El ateo marxista se propone superar la religión a través de la revolución. La idea es que, cuando la revolución triunfe y se eliminen las condiciones sociales que han dado origen a la religión, no habrá razón para que esta siga existiendo. 

El ateo marxista sostiene que la religión desaparecerá con la abolición de las condiciones materiales que la generan, es decir, con la revolución proletaria y la creación de una sociedad sin clases, una sociedad comunista.  En tal sociedad, la religión no tendría lugar, ya que no habría necesidad de consuelo ante la opresión. 

Existen muchas evidencias que nos llevan a inclinarnos a creer que esto es exactamente así, porque muchas personas que no son religiosas, cuando enfrentan una crisis—como una profunda crisis económica, sumada a la muerte de un ser querido y la pérdida del trabajo—se abrazan a una religión. 

Conozco el caso de la hermana de un amigo, quien, en una crisis existencial y social, cruzó la calle hacia una iglesia que estaba frente a su casa y nunca ha vuelto a salir. 

Antes era una mujer que bebía cerveza y jugaba lotería, pero en su crisis encontró refugio en la religión, y aún sigue allí. Muy bien por ella, está mejor, mucho mejor que antes. 

Ateo existencialista

 Rechaza la existencia de cualquier dios o entidad trascendental.  Para existencialista ateo, la vida carece de un sentido o propósito dado por alguna entidad metafísica 

El ser humano tiene libertad absoluta para determinar su propio camino y valores.  Esta libertad conlleva una responsabilidad total sobre las propias acciones y decisiones.

No existe naturaleza humana o esencia predeterminada. «La existencia precede a la esencia,» es decir, el ser humano primero existe y luego define su esencia a través de sus actos y elecciones.

Se reconoce un ser angustiado y desamparado al tener la responsabilidad total de su existencia. Debe inventar su moral, el bien el mal, lo bello, lo feo. Esta angustia es resultado de la responsabilidad de su libertad. El ateo existencialista está obligado a construir un sentido para su vida, a través de sus elecciones y acciones. Inventa su propia moral cuando elige, basado siempre en la autenticidad y la responsabilidad personal. Rechaza toda norma moral impuestas por una autoridad externa o divina. Reconoce el absurdo de la existencia humana, pero no se desespera, busca enfrentarse a este absurdo de manera consciente construyendo un sentido.

Ateo agnóstico

Finalmente debemos señalar el ateo agnóstico, que es un tipo de ateo al que el profesor Bueno llama vergonzante, es decir uno que no se atreve a asumir la consecuencias de vivir sin dios en su vida y se mantiene en un estado de vacilación, suspendiendo el juicio hasta que las aguas se aclaren. 

Como hemos podido ver existe gran confusión en torno al concepto ateo.

No se distinguen esos matices que he señalado

Los propios ateos militantes promueven un idealismo de la mismas dimensiones que las religiones que pretenden criticar. Afirman de manera ingenua que eliminando las religiones y convirtiendo a la humanidad en atea lograremos una época de progreso y armonía, parecida a la que prometen los Testigos de Jehová, un paraíso en la tierra.

Antes de finalizar quiero señalar que Aristóteles es el creador de la teología natural. En el libro ocho de la «Física», plantea que el mundo es eterno y que está en constante movimiento, con la Tierra en el centro y los planetas girando alrededor.

Dios es comparado con un primer motor inmóvil, que es incorpóreo y eterno, que él llama «acto puro», es decir, Dios.

Debemos tener en cuenta que Aristóteles es quien inventa la Teología natural. La teología natural no tiene nada que ver con la teología dogmática de la: La Torá, la Biblia, o el Corán que se refiere a la revelación de Dios a través de profetas o de Cristo mismo. 

Es bueno señalar  que la concepcion de Dios de Aristóteles influye en los judíos, en los crisitanos y en los musulmanes: Judios a través de Filón el Judío, en los cristianos a través de San Justino, San Agustín y Santo Tomás.

También influye en los musulmanes a través de Mahoma, quien adquirió ideas aristotélicas en escuelas nestorianas en Siria.

Estas tres religiones —la judía, la cristiana y la musulmana— son denominadas comúnmente como «religiones del libro».

Aunque esta clasificación puede inducir a error porque existen otras religiones que tienen libros sagrados. Lo que sí tienen en común estas religiones es el hecho de que son monoteístas

Ahora quiero hablarle de la obra «Natán el Sabio» de Lessing. Lessing es un dramaturgo alemán que lleva al teatro una versión de una de las historias de Boccaccio en «El Decamerón».  Lessing presenta una alegoría en la que un padre tiene tres hijos, que simbolizan el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y el Corán, sugiriendo que estas religiones son iguales en su monoteísmo.

El padre manda hacer un anillo como símbolo de su preferencia;  se supone que el hijo preferido recibiría el anillo al morir el padre, pero al fallecer éste, los tres hijos recibieron un anillo idéntico y cada uno alega ser el preferido del padre.

La diferencia fundamental entre la historia de Boccaccio y Lessing es que Boccaccio no asume una postura definitiva sobre cuál de las religiones es la verdadera, sino que sostiene que cada una tiene aspectos valiosos  y que lo importante es que la humanidad aprenda a vivir respetando a los demás.

Esto podría interpretarse como que los tres hijos se portaron bien o que las tres religiones tienen igual validez.  Es un llamado de Lessing a que las tres religiones mencionadas dejen de lado las cuestiones accesorias de sus prácticas y se conviertan en una especie de religión natural, tal y como propone Rousseau en «El vicario saboyano».

Sin embargo, esto es imposible, ´porque si cada religión abandona sus prácticas y rituales pierden la esencia de los que son, ya que existen diferencias fundamentales entre el Judaísmo, islamismo y el cristianismo.

El islamismo concibe a un Dios parecido al aristotélico que es incognoscible.  El Dios aristotélico no conoce al mundo ni a los hombres y tampoco lo ha creado. Aristóteles mismo dice en la Ética a Nicómaco que entre ese Dios, que es acto puro, y el hombre, no cabe relación de amistad porque la relación de amistad supone una proporción entre el amante y el amado. 

En cambio Cristo es hombre y eso es una gran blasfemia para judios y musulmanes. El dogma de la trinidad es esencial del cristianismo, blasfemia para judios y musulmanes.

Cristo es hijo de una mujer lo que resulta inconcebible para los musulmanes y judios 

Para que Cristo sea Dios tiene que aceptarse el dogma de que es encarnación y esto supone la idea de la Trinidad, es decir Padre, Hijo y Espíritu Santo.

El Dios trino es visto por musulmanes y judíos como una forma de politeísmo. Por eso mencionamos que, cuando los musulmanes entraron en Asturias, en Covadonga, según su perspectiva, venían a luchar contra los cristianos, a quienes consideraban politeístas.

Como ya hemos dicho, ni los musulmanes ni los judíos pueden aceptar esta creencia. Menciono esto precisamente para que nos quitemos la idea de que estas tres religiones pueden fusionarse y convivir en paz y armonía en un mismo sentido teológico. Claro, socialmente pueden convivir, pero no en un mismo templo, ya que son tres creencias diferentes.

Finalmente, concluyo diciendo que la diferencia entre un ateo católico y un ateo musulmán es completamente distinta. Ser ateo católico, ateo musulmán o ateo ontológico es muy diferente de ser ateo marxista o existencialista. Y todos estos, a su vez, son distintos al ateo militante, al ateo practicante o al agnóstico. Ser ateo en relación al Dios verdadero, único y omnipotente del monoteísmo musulmán es diferente a ser ateo en relación al Dios trinitario cristiano.

Otra forma de valorar el concepto de la fe del ateo es asumirlo desde una perspectiva materialista, que sostiene que la realidad funciona de acuerdo con leyes y procesos. El ateo materialista confía en que, si pone empeño en sus proyectos, puede lograr los objetivos que se propone. Naturalmente, en todo proyecto humano siempre está presente la incertidumbre, la contingencia, lo inesperado, la variable extraña, el absurdo, como diría el existencialismo de Camus.

Yo tengo fe en mis proyectos, tengo fe en ustedes, aunque no en todos, pero tengo fe en los que están aquí, en el curso, ya que son mis amigos o conocidos.

También tengo fe en los que están en línea. ¿Cuántos quedan en línea?

–-Quedan 75

¡No lo puedo creer!

Yo iba a quejarme porque espanté a 13 personas.

Cuando comencé, habían como 88, y se fueron 13. Pero debemos alegrarnos por los 75 que permanecen.

Tengo fe en mis proyectos, como dije, y por eso trabajo en ellos, aunque los resultados positivos no aparezcan desde el principio.

Hay ateos que tienen fe en su trabajo. También hay ateos militantes que se molestan constantemente con lo que los demás creen. Yo soy ateo, pero no me meto con las creencias de los demás. De hecho, mis mejores amigos son creyentes, casi todos. No recuerdo conocer a un ateo entre mis amistades más cercanas.

Muchas gracias.