Leonardo Díaz 

Al comparar los distintos tipos de conocimiento con juegos, especialmente si se han establecido las diferencias, uno se siente tentado a preguntarse por la existencia de un principio o fundamento que permita comprender de manera unitaria el fenómeno del conocimiento Se trata de inquirir si existe algo que sea común a las distintas formas de conocer, ya que si bien es cierto que cada una de esas formas tienen sus propias especificidades, deben tener algo en común que nos permite agruparlas a todas bajo el calificativo de conocimiento. Es como decir que si bien es cierto que existen distintos juegos, con sus propias reglas, deben tener algo en común que nos permita designarlos a todos como juegos. Sin embargo, lee atentamente la siguiente cita:

«Considera ahora, por ejemplo, los procesos que llamamos «juegos». Me refiero a los juegos en que se usan tableros, a los juegos de cartas, a los de pelota, a los de competición deportiva, etc. ¿Qué es común a todos ellos? -No digas: «Debe haber algo que les sea común, de lo contrario no se llamarían «juegos»-, sino mira si hay algo común a todos ellos.- Porque, si los miras con atención, no verás, desde luego, algo que sea común a todos, pero verás, en cambio, semejanzas, parentescos, y vas a ver muchos. (…) Observa, por ejemplo, los juegos de tablero con sus múltiples parentescos. (…) Si ahora pasamos a los  juegos de pelota, ciertamente se conserva algo común, pero mucho se pierde. -¿Son todos «recreativos»? Compara el ajedrez con el juego de tres en raya. ¿O existe siempre un ganador y un perdedor, o competencia entre los jugadores? Piensa en los solitarios. En los juegos de pelota hay quien gana y quién pierde; pero, cuando un niño lanza la pelota contra la pared y la caza de nuevo, este rasgo se desvanece. Mira qué papel juegan en eso la habilidad y la suerte. Y lo distinta que es la habilidad en el ajedrez y la habilidad en el tenis. (…) Y así podemos repasar los muchísimos grupos restantes de juegos, y ver cómo la s semejanzas aparecen y se esfuman” (1)

 Parece que, ciertamente, no nos podemos encontrar.. una sola esfuman».(1)  característica entre los distintos tipos de juego que pueda servirnos de fundamento para todos ellos, a lo sumo, parece que ciertamente,  no podemos encontrar una sola  característica entre los distintos tipos de juegos juego que pueda servirnos de fundamento para todos ellos, a lo sumo, parece que solo  encontramos  ambiguas semejanzas que nos dan la sensación de sólida característica común, sólo por un acto lingüístico. Así, decimos que un jugador de baloncesto y un jugador de fútbol tienen en común la agilidad, pero, ¿se trata del mismo tipo de agilidad? ¿Es la agilidad la misma en los jugadores de un mismo deporte? Nos damos cuenta que no es la misma y sin embargo, usamos el mismo término para esas distintas modalidades. 

 Establecemos una homogeneidad en nuestro lenguaje para referirnos a una heterogeneidad de actividades y actitudes, para referirnos a:  «una complicada red de semejanzas que se superponen y se entrecruzan: Grandes y pequeñas semejanzas.» (2) 

 Del mismo modo, uno puede comparar los distintos tipos de conocimiento. La ciencia y la filosofía son modelos de comprensión racional. Pero el acto comprensivo de la ciencia apunta a aspectos parciales de la realidad, mientras que la filosofía intenta comprender racionalmente la totalidad de lo real, esto es, su fundamento. El mismo concepto de racionalidad varía de una tradición científica y filosófica a otra. Ella misma es un producto histórico. La religión y el mito parecen tener un fundamento común, pero la religión apunta a una realidad sagrada y hay mitos que no son religiosos. El arte y la filosofía parecen compartir la misma libertad de la individualidad. Sin embargo, la libertad del filósofo está mucho más determinada por las reglas de la comunidad científica que por las flexibles reglas de la actividad artística. Como ocurre con el fenómeno de los juegos, nos encontramos también aquí con vínculos y semejanzas que se cruzan y que se esfuman ante el más superficial de los análisis. Entonces, ¿es que no existe un fundamento del conocimiento? ¿Es que sólo usamos ese término para referirnos a experiencias totalmente distintas, por una costumbre? ¿Es que sólo usamos ese término por una necesidad imprescindible de agrupar diversidades para poder ordenarlas y que así puedan adquirir para nosotros un sentido? O por el contrario, ¿esa tendencia a agrupar es una muestra de que realmente nuestro conocimiento de las actividades y cosas del mundo posee un fundamento o principio unitario que las explican?

Estos problemas son tan antiguos como la historia misma de la Filosofía. Observa una muestra de esto en el siguiente diálogo:

 «Teetetos- El conocimiento es sensación.

Sócrates-Arriesgas el haber expresado un concepto nada serio del conocimiento, antes bien el mismo que expresaba Protágoras. Bajo una forma un poco distinta, él ha dicho la misma cosa. Pues dice en un lugar que el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son, y de las que no son, en cuanto no son. ¿Lo has leído alguna vez?

Teetetos- Lo he leído, y muchas veces.

 Sócrates-¿No dice, en cierto modo que lo que me parece a mí cualquier cosa, tal es ella par mí, y tal como te parece a tí, tal es para tí, y que tú eres hombre y yo también soy hombre?

Teetetos-Dice eso, exactamente

Sócrates-Sigámoslo, entonces, un poco. ¿No sucede, a veces, que soplando el mismo viento, uno de nosotros siente frío y el otro no? ¿Que uno apenas siente un poco y el otro mucho?

Teetetos-Si, efectivamente.

Sócrates-Entonces, ¿diremos que este viento es por sí mismo frío o no frío? ¿O creemos a Protágoras, de que es frío para quien tiembla y para quien no tiembla, no?

Teetetos- Así me parece.

Sócrates- Entonces, ¿no parece así a cada uno de los dos?

Teetetos- Cierto.

Sócrates-¿Y parecer no significa tener sentido?

Teetetos-Seguramente.

Sócrates- Entonces, apariencia y sensación son la misma cosa para el frío y para todas las cosas semejantes. De la misma manera en que cada uno siente las cosas, entonces tales arriesgan ser para cada uno.» (3)

Este diálogo entre el filósofo Sócrates y discípulo y amigo, el matemático Teetetos, forma parte de un texto que fue escrito hace mucho tiempo por el filósofo griego Platón, de Atenas. Constituye un esfuerzo intelectual no responder a la pregunta: ¿Qué es el conocimiento? Intentar dar una respuesta a esta interrogante es intentar encontrar cuál es el fundamento del conocimiento. Se parte del supuesto de que hay una serie de características propias del conocimiento que de no existir, tampoco existiría el conocimiento; del mismo modo en que si no pudieran existir figuran de tres lados, entonces tampoco existiría el triángulo.

La definición del conocimiento dada por el discípulo de Sócrates es un intento dirigido a encontrar esa característica esencial. Un rasgo común es que deben tener todos los conocimientos independientemente de sus modalidades, no importa que sea el conocimiento físico o el conocimiento del hombre, el conocimiento técnico o el del poeta. Durante todo el trayecto de la discusión Teetetos ensaya diferentes respuestas que solucionarían este problema, para sólo encontrarse con las refutaciones de Sócrates, quien encuentra las deficiencias de las soluciones dadas por su discípulo y a su vez, nos muestra la complejidad de la cuestión, así como la duda sobre la existencia del fundamento común y nuestra capacidad racional para encontrarlo.

Muchos siglos después, en nuestra época, otro filósofo, llamado John Searle, intenta encontrar el fundamento de nuestro conocimiento en la representación. Todas las formas de conocer la realidad son formas de representarnos:  

«(…) si examinamos estos usos del lenguaje descubrimos que la representación constituye el núcleo de prácticamente todos los juegos de lenguaje.  Si le ordeno que salga de esta habitación, si le pregunto si va a salir de esta habitación, si predigo que va a salir de  esta habitación, sencillamente expreso mi deseo de que salga de esta habitación, cada uno de los casos he en hecho una jugada muy diferente en el juego de lenguaje. Pero hay que tener en cuenta que todo juego del lenguaje debe tener capacidad de representar la acción de que usted salga de  esta habitación. (…) la representación constituye el núcleo del juego del lenguaje. Parece que en todas estas situaciones del lenguaje cotidiano el contenido mental es el mismo. ¿Pero ocurre lo mismo cuando hablamos de las situaciones que presentan conocimientos distintos como la ciencia y el mito?

¿En qué sentido podemos decir que la ciencia, la filosofía, el mito, el arte y la religión son representaciones del mundo? ¿Podemos hablar del mismo tipo de representación en cada uno de estos saberes? ¿O de nuevo estamos usando un mismo término para referirnos a realidades diferentes?

A pesar de las diferencias que poseen la ciencia y el mito en los planos de la realidad y la explicación, ¿podemos decir que ambas coinciden en algún punto como forma de representación  del mundo?