Eulogio Silverio *
Imposibilidad de valores ético-morales en la pobreza extrema. Las escuelas económicas contemporáneas hablan del tema de la pobreza extrema o indigencia total como datos fríos que hacen referencia a un objeto de estudio puro y simple. Sin embargo, la pobreza extrema vista desde la perspectiva humana, tiene múltiples implicaciones. Una de ellas, la más grave de todas, es la degradación moral y cultural que sufre el sujeto sometido al rigor de la inclemencia material y espiritual.
La degradación moral ocurre cuando este sujeto pierde el contacto con su grupo o comunidad. Este proceso de degradación se procede paulatinamente, en la medida en que para él se pierden los significados culturales del medio. Al perder la capacidad valorativa, desaparece él como sujeto, pasando al estado de animalidad, actuando sólo apegado al instinto de sobrevivencia. La capacidad de asociación y formación de grupo se pierde. Desaparece asimismo, la abstracción de los contenidos y se convierte en «cosa-que-vive-en-ese-mundo-de-cosas», sin pasado ni futuro.
Aristóteles dice que los esclavos, los dementes, las mujeres y los niños no son sujeto «ético moral». Pone como condición sine qua non para serlo, la libertad. Es decir, que pueda actuar con responsabilidad en sus actos de moralidad. El filósofo griego considera prioritaria la libertad, que da la cultura al sujeto. Más que la libertad formal que propone este autor, el imperativo para ese ente biológico social es la cobertura de su necesidad primordial 1-A: la alimentación. De modo que, a la lista de seres despojados de libertad, agregamos el estar obligado por un imperativo de orden material a sobrevivir, sumado al hecho previo de la pérdida de los valores, que lo hacen ser sujeto dentro de su comunidad.
Kant señala que sólo hay imperativos categóricos en aquel que logra poner orden en los objetos y las cosas. De aquí viene dado lo racional. El sujeto que pierde los significados culturales pasa a ser «cosa», y como «cosa» no puede producir una jerarquización dentro de los objetos, sensaciones, emociones y sentimientos que llegan caóticamente a su cerebro como imágenes confusas de un significado perdido. La comprensión adecuada del modelo ético aristotélico y kantiano, nos permite ver con diafanidad lo que ocurre, en términos «ético-morales», con el individuo que cae en pobreza extrema: a) la pérdida de los significados culturales, b) pérdida del grupo o comunidad, c) pérdida de la racionalidad, d) pérdida de la subjetividad, e) pérdida de la libertad.
Un segmento poblacional que se ubica dentro del panorama de indigencia total, es el de los llamados palomos de las cuevas de Güibia; que aún cuando pernoctan en un espacio común, no forman una comunidad que comparte valores o significados comunes. Sus acciones públicas indican el grado de involución a que han llegado: sexo público de tipo homosexual. Para robar, suelen embadurnarse de excrementos humanos, con lo cual evitan ser atrapados. Pero este embadurnamiento no desaparece luego del hecho, sino que se mantiene como un estado natural del sujeto que vive en esos niveles de indigencia.
Estos seres viven fuera del mundo de la cultura, en un presente eterno bajo el imperativo mate rial de sobrevivir a como de lugar. No tienen conciencia de sí ni de sus actos, ni de la trascendencia que ellos implican. Al realizar sus actos en público, sólo se ocultan o se alejan de nosotros si se sienten amenazados, no por remordimiento o vergüenza. Si tomamos en cuenta los fines de esos actos veremos que no procuran satisfacer más que necesidades primarias instintivas. Ningunos de los medios utilizados sobrepasa los que dispondría un ser desprovisto de conocimiento racional. No hay libertad en esta condición de pobreza. Además, si quisiéramos juzgar moralmente a estos individuos, ¿con cuáles valores lo juzgaríamos?; ¿con los del grupo nuestro del cual ellos son totalmente ajenos?
- Estudiante de término de Filosofía (UASD) Coordinador de la Sociedad de Investigación Filosófica «Andrés Avelino