Detección de Razonamientos en
Textos, o Discusiones

Pedro Ramos
FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS, UNAM, MEXICO

Introducción
¿Qué debemos hacer para detectar los razonamientos (‘Rs’1 de aquí en adelante) en los textos, o las discusiones en los que se efectúan indagaciones mediante las que se pretende alcanzar resultados verdaderos o, al menos, verosímiles o creíbles? Tal es la cuestión que trato de responder en este artículo, en el que expongo parte de una amplia investigación que realizo en el campo de la metodología del análisis formal e informal de los Rs2.
Mi interés en el campo mencionado radica en que los estudios sobre el R formal e informal aún no se han fusionado suficientemente en una metodología unitaria para el análisis del R, en particular del filosófico. Parto de la hipótesis de que las técnicas de análisis formal e informal de los Rs son integrables en un todo coherente. Así, me propongo investigar las técnicas de análisis informal desarrolladas en el área del razonamiento crítico y diversas teorías lógicas (aquéllas que más pueden incidir en el análisis formal del R
Filosófico): de primer orden, de orden superior, modal, temporal, deóntica, difusa, relevante, libre, para consistente, abductiva, etc. Esto, a fin de confeccionar una inetodología unitaria y coherente para el análisis formal e informal del R, en especial del filosófico. Esta investigación la realizo en el marco de mi colaboración en el Taller de Didáctica de la Lógica del Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM.

El plan de mi exposición será el siguiente. En la § 2 distingo los tipos de discursos con pretensiones de verdad, o de verosimilitud, que hay, a fin de establecer el lugar natural en el que se ubican los Rs en los textos, o las discusiones, elaborados con tales pretensiones. En la § 3 enuncio la importante función pragmática que suelen desempeñar los Rs en tales textos, o discusiones. En la § 4 enumero las habilidades que considero como necesarias para poder comprender lo que otros han filosofado, o razonado en general. En la § 5 distingo los niveles de habilidades que incluye el oficio del filósofo. En la § 6 entro de lleno en el tema que da título a este artículo: en la § 6.1 formulo y elucido lo que pretende ser una definición precisa de R; en las § § 6.2, 6.3 y 6.4 uso tal definición para distinguir los Rs de, respectivamente, las descripciones, los condiciona les y las explicaciones causales; en la § 6.5 abordo el tema del funcionamiento gramatical de las expresiones derivativas en los Rs. En la § 7 expongo mis conclusiones. Finalmente, en la § 8 presento la bibliografía citada en este artículo.
2. Tipos de discursos con pretensiones de verdad, o de credibilidad.
Los Rs cumplen una función realmente importante en los textos, o las discusiones, en losque se efectúan indagaciones mediante las que se pretende alcanzar resultados verdaderos o, al menos, verosímiles o creíbles. Como ejemplos paradigmáticos persecutorios de esta finalidad podemos citar los textos científicos y los filosóficos, los alegatos en las cortes (cuando jueces y abogados no están «vendidos»), etc. Por supuesto que los Rs también suelen aparecer en discursos que carecen de tales pretensiones; v. g., en novelas, obras de teatro, etc. Sólo que en estos últimos casos las funciones y los modos de evaluar los Rs pueden, y deben, ser distintos que en los anteriores: los criterios de tipo estético se sobreponen, y así debe ser, a los de tipo lógico, aunque suelen no anularlos; a la inversa de lo que debe ocurrir en los otros casos.
Así, la función que suelen cumplir los Rs en los textos, o las discusiones, con pretensión desde verdad, o al menos de credibilidad, es la siguiente. Es común que esos textos, o discusiones, incluyan al menos dos tipos de discursos, cuya distinción es pragmática:
Discurso Descriptivo. Mediante éste se pretende dar noticia de hechos: se narran historías, se describen objetos, situaciones, se informa de datos, se exponen tesis, hipótesis, etc., pertinentes o que vienen a cuento en el contexto.
Discurso Demostrativo. Mediante éste se pretende dar fundamentos de prueba, o al menos elementos de juicio favorables, para aceptar la verdad, o la verosimilitud, de algo que, en el contexto, se intenta hacer pasar por un hecho; sea porque «no es obvio», no es perceptible, aún no se lo ha percibido, no se lo había demostrado antes, etc. Este tipo de discurso se formula mediante Rs y puede incluir dos subtipos distintos:
Discurso Refutatorio. Mediante éste se pretende refutar alguna teoría, opinión, hipótesis, R, etc., del que se cree que es incorrecto, falso, dudoso, etc., y que, además, puede ser contrario a lo que se desea sostener, si es que hay algo positivo que se desee sostener en el contexto.
2.2. Discurso Probatorio. Mediante éste se pretende defender alguna teoría, opinión, hipótesis, R, etc., positivo, del cual se supone que es correcto, verdadero, verosímil, etc.
Un texto, o una discusión, puede estar formulado sólo mediante el discurso del tipo 1; v. g., si es una mera narración de historias, o descripción de objetos. Pero, también puede estar formulado mediante los discursos de los tipos 1 y 2 mezclados. Vistas las cosas desde cierto ángulo, puede decirse que cuando aparecen ambos tipos de discursos, suelen aparecer inextricablemente mezclados, pues las premisas y las conclusiones de los Rs suelen versar sobre cuestiones de hecho, lo cual significa que suelen estar formuladas en lenguaje descriptivo. Sin embargo, vistas las cosas desde otro ángulo, ciertamente la presencia de los Rs en los textos, o las discusiones, establece la diferencia entre los discursos de los tipos 1 y 2. De modo que en los textos, o las discusiones, que poseen cierto nivel de coherencia y claridad puede discernirse más o menos fácilmente la presencia de uno u otro tipo de discurso, aunque aparezcan mezclados.
Así, cuando se presenta el discurso del tipo 2.2, éste puede aparecer mezclado con el 1; v.g., si se describen los hechos que llevan a formular una teoría, los Rs que pretenden sostenerla y, quizá, otros hechos independientes de los anteriores que tiendan a comprobarla. Por otra parte, cuando se presenta el discurso del tipo 2.1, éste puede aparecer mezclado con los otros mencionados. V. g., con el 1, si se enuncian las tesis, o las hipótesis, que se desean refutar, o se describe lo que se toma como evidencia en favor de la teoría, hipótesis, etc., que se desea refutar; con el 2.2, y esto es importante recalcarlo, si se formulan los Rs que pretenden apoyar la teoría, hipótesis, etc, que se desea refutar. La importancia de la última observación radica en lo siguiente. La presentación de una teoría, tesis, etc., que se desea refutar, a veces incluye la formulación de los Rs que pretenden sostenerla. Esto significa que, en tales casos, a la vez que se informa de la existencia de dichos Rs, i. e., de que se los presenta como hechos (discurso de tipo 1), por ser Rs y ser presentados como tales, también debe clasificarlos bajo el discurso del tipo 2.2. Por otra parte, hay ocasiones en las que los tipos de discurso 2,1 y 2.2 no son distinguibles; v. g., cuando la refutación de una opinión, hipótesis, etc., se toma contextualmente como prueba positiva de su contrario, y a la inversa, i. e., cuando la prueba positiva de una opinión, hipótesis, etc., se toma contextualmente como refutación de su contrario (debo esta observación a Raymundo Morado) Lo que todo esto indica perspicuamente, como dije antes, es que la distinción entre estos tipos de discursos es sólo pragmática.
Función pragmática de los Rs en los discursos del tipo 2
Con base en lo anterior, podemos establecer que la función pragmática que suelen desempeñar los Rs en los tipos de discursos 2.1 y 2.2 es, pues, la siguiente:
Consiste en la pretensión de fundamentar lo no dado como hecho en lo dado como hecho, en un contexto: «<lo no obvio» en «<lo obvio», lo no perceptible, o lo no percibido, en lo percibido, lo no comprobado en lo comprobado, etc.
Siendo esto así, los Rs pueden considerarse, justamente, como la columna vertebral de los textos, o las discusiones, con pretensiones de verdad, o verosimilitud, i. e. -y esto también importa remarcarlo-, los Rs pueden considerarse como aquello que intenta sostener o fundamentar lo que se toma como no dado en un contexto y que muchas veces constituye la raison d’étre misma del texto, o la discusión; de ahí su gran importancia.

Habilidades necesarias para poder comprender lo que otros han filosofado
Cumpliendo los Rs una función tan enjundiosa como la mencionada, resulta crucial, entonces, el ser capaces de:
Detectar o localizar los Rs en los textos, o las discusiones, a fin de poder entresacarlos como unidades discursivas autónomas.
Identificar los componentes de los Rs, premisas y conclusiones, a fin de poder:

2.1) Detectar y corregir en la medida de lo posible, i. e., sin traicionar las ideas del autor, vaguedades y/o ambigüedades en tales componentes y elucidar los términos
Técnicos, o usos raros de palabras, que en ellos figuren.

2.2) Parafrasear los componentes de los Rs, en caso de ser conveniente, eliminando repeticiones innecesarias, digresiones, ilustraciones, retórica y uniformando
Expresiones.

2.3) Evaluar los componentes mencionados como: verdaderos o falsos, verosímiles o inverosímiles, probables o improbables, necesarios o contingentes, a priori o aposteriori, analíticos o sintéticos, etc., a fin de poder evaluar la «solidez»3 de los Rs mismos.

Desentrañar la existencia de componentes entimemáticos en los Rs, sean premisas o conclusiones ocultas o implícitas, a fin de poder evaluarlas y establecer el papel lógico que juegan en el contexto del R bajo escrutinio.
4).Identificar el tipo lógico al que pertenecen los Rs bajo estudio: deductivo, inductivo, abductivo, probabilístico, etc., a fin de poder evaluar adecuadamente el modo de articulación lógica de sus componentes en el todo que es el R mismo y poder declararlo como: válido o inválido, correcto o incorrecto, inductivamente fuerte o no, bueno o malo, etc.
Detectar la posible presencia de falacias, formales e informales, en los Rs.
Identificar la función lógica que pretende desempeñar el R en el texto, o la discusión, del que fue entresacado, a fin de poder determinar si intenta cumplir una función necesaria, o no. Lo último puede ocurrir si, v. g., hay otro R, in dependiente del mencionado, que pretenda de mostrar exactamente lo mismo que éste. Y, lo primero, si, v. g, el R en cuestión es el único que intenta fundamentar la tesis principal o, en otro caso, una tesis secundaria que funcione, a su vez, como premisa de otro R encaminado a tratar de demostrar la tesis principal, etc.

 

Ahora bien, no hay recetas fáciles ni mecánicas aplicables a ninguno de los item mencionados y la situación es aun peor que eso, pues no creo que las pueda haber. En este campo la situación es similar a la que uno encuentra en La filosofía del lenguaje y eso no es casual pues el lenguaje es el vehículo por antonomasia para la expresión del R. Así, los lenguajes naturales no son como los jardines orientales: bien ordenados, delimitados y simétricos; se parecen a las junglas, donde más bien la sorpresa acecha al cazador que éste a la presa. Sin temor a equivocarme, puedo decir que casi cualquier generalización concerniente al lenguaje natural está sujeta al contraejemplo posible. Así, lo que uno encuentra en diccionarios y gramáticas son más bien directivas generales de uso, reglas flexibles y abiertas que debieran terminar con un ‘etcétera’, y no algoritmos rígidos. Lo mismo vale aquí. Yo suelo decirles esto a mis alumnos: Prácticamente cada R es único en su género.» Y prácticamente lo es, en efecto, pues aunque haya un cúmulo de directivas generales para el análisis, tanto formal como informal, de Rs, las que deben aplicarse a un R específico suelen no coincidir exactamente con las que deben aplicarse a otro y aun cuando a veces deba aplicarse la misma directiva a un R y a otro, suele no deberse aplicar exactamente igual en un caso que en el otro, etc. Si no se apela a ejemplos prefabricados, aunque sólo se consideren Rs sencillos, resulta extremadamente difícil para el docente el intento por enseñartales técnicas de análisis y dicho intento pue de estrellarse en el desconcierto del alumno que no posea cierta habilidad intuitiva previa para comprender porqué un análisis dado debe realizarse de un modo y no de otro.

Habilidades que incluyen los niveles del oficio del filósofo.
Intentar despertar y desplegar en alguien las capacidades 1)-6) mencionadas, es tanto como pretender enseñarle a ese alguien buena parte del oficio del filósofo. En efecto, pues en buena medida este difícil oficio se centra en la capacidad de comprender correctamente lo que otros han filosofado. Nuestro oficio es bien histórico en esa medida y quizá por ello la enseñanza de la filosofía se ha centrado indebidamente en nuestro medio sólo en los aspectos históricos de la misma: a lo sumo tratamos de comprender, criticar y asumir una postura, ante lo que otros han hecho. Frecuentemente eso es lo mejor, o lo único, que podemos hacer y sólo eso transmitimos a nuestros alumnos, a saber, el primer nivel de ejercicio del oficio:
La habilidad de comprender, criticar (tanto positiva como negativamente) y asumir una postura, ante el abrumador espectro de autores, teorías, corrientes, etc., que nos suministra la historia de la filosofía.

 

En nuestro medio, la inmensa mayoría de practicantes del oficio llega, más mal que bien, sólo hasta aquí. Pero otro nivel del oficio, que se monta sobre el anterior, consiste en:.
La habilidad de exponer, verbalmente y por escrito, los resultados de las elucubraciones históricas descritas, mediante una prosa clara, concisa, sencilla, precisa, bien estructurada y con un apoyo adecuado en las fuentes pertinentes.
Esta habilidad es muy rara de hallar en nuestro medio. Un último nivel del oficio, que debería complementar a los anteriores pero no siempre lo hace, consiste en:
La capacidad de crear filosofía original, rigurosa y profunda,
En mi opinión, los practicantes que acceden a este nivel en nuestro medio pueden contarse con los dedos de las manos y ¡de seguro sobran de dos! Digo que esta parte del oficio puede no su marse a las anteriores, porque es sabido que hay buenos filósofos, creativos, originales, que son malos expositores y críticos de otros (como, Bertrand Russell y Martin Heidegger) y, a la inversa, que hay filósofos que son buenos expositores y críticos de otros pero mediocres en sus creaciones originales. (Como ejemplo de este último tipo de filósofo puede citarse a cualquier historiador de la filosofía que, aunque sea respetable en tanto historiador, carezca de una obra propia original y profunda.)
He descrito sumariamente lo que considero como los niveles del oficio del filósofo sólo para aclarar lo siguiente. La posesión de las habilidades 1)-6) mencionadas, apenas incide en el dominio del nivel (A). Aunque éste es sólo el primer nivel, digo que abarca buena parte del oficio mismo, porque el grueso de practicantes en nuestro medio llega sólo hasta aquí. De ahí la urgencia de perfeccionar en nuestro medio la maestría en este nivel para poder acceder a los otros, pues desgraciadamente al menos el (B) resulta inaccesible si no se domina previamente el (A).
En lo que sigue procederé a elucidar sólo la habilidad mencionada en el ítem 1), tomando como base mi propio intento docente por despertarla y desplegarla en mis alumnos de licenciatura.
Detección de los Rs en los textos, o en las discusiones
La mera detección de los Rs ya encierra dificultades considerables. Lo primero que se requiere al respecto es un entendimiento claro y preciso de lo que son los Rs, para poder distinguirlos de otros tipos de discursos, como lo son el de las narraciones o descripciones y el de las explicaciones causales: incluso la distinción entre Rs y meras oraciones condicionales suele ser problemática para algunos alumnos. Así, resulta crucial el poder distinguir todos estos tipos de entes lingüísticos, lo cual haremos luego de formular una definición de R, pues suelen aparecer mezclados de las maneras más diversas.

6.1 Definición de R.
Para tener un entendimiento claro y exacto de lo que son los Rs requerimos, pues, de una definición precisa de la noción de R. Digamos, entonces, que:
Un R es un trozo de discurso, escrito o hablado, compuesto por dos (o
más) oraciones que desempeñan una función informativa en el contexto y que son tales que una(s) de ellas, la(s)llamada(s) ‘premisa(s)’, pretende(n) ofrecer fundamentos de prueba, o al menos elementos de juicio favorables, para aceptar la verdad, o la verosimilitud, de otra, la llamada ‘conclusión’.
Se requieren mínimamente dos oraciones en un R, como reza la definición, porque al menos una de ellas debe fungir como premisa y la otra como conclusión del mismo (obviamente, un R puede poseer más de una premisa y más de una conclusión). Que tales oraciones desempeñen una función informativa en el contexto, significa que se usan contextualmente para transmitir información, sea empírica o no, la cual puede ser, por tanto, verdadera o falsa, verosímil o inverosímil, etc. (En el párrafo siguiente abundaré más sobre la noción de información aquí presupuesta.) Además, para que una oración desempeñe contextualmente una tal función, no es necesario que sea indicativa o declarativa, puede poseer cualquier forma gramatical; tampoco es necesario que sea usada contextualmente para hacer una afirmación, pues en tal caso los Rs a partir de hipótesis no confirmadas, los Rs por reducción al absurdo y los Rs condicionales (en la § 6.3 se aclara cuáles son estos últimos), no tendrían cabida en la definición.
En la misma se menciona que las premisas sólo tienen la pretensión de ofrecer fundamen tus de prueba, o elementos de juicio favorables, para aceptar la conclusión, porque obviamente tales pretensiones no siempre se cumplen: cuando se cumplen, tenemos los Rs válidos, correctos, inductivamente fuertes, etc.; cuando no, los tenemos inválidos, incorrectos, inductivamente débiles, etc. Por último, la distinción entre fundamentos de prueba y elementos de juicio favorables, es para dar cabida en la definición a los Rs deductivos y a los no deductivos (inductivos, probabilísticos, abductivos, etc.). Los primeros, son aquellos en los que sus premisas pretenden dar fundamentos de prueba, i. e., fundamentos sólidos, absolutos, contundentes, sin posibles ex cepciones, etc., en favor de su conclusión. Los segundos, son aquellos en los que sus premisas sólo pretenden suministrar elementos de juicio favorables, i. e., elementos de juicio que hagan creíble, aceptable, probable, o plausi Con respecto a la noción de información presupuesta en la definición de R, cabe aclarar lo siguiente. En primer lugar, consideraremos como información no sólo a la que sea contextualmente verdadera, probable, o verosímil, etc., sino también a la que sea contextualmente falsa, improbable, o inverosímil, etc. En segundo lugar, la información puede ser empírica o no, i. e., puede versar sobre hechos supuestamente acaecidos en el mundo o no. Esta última precisión es muy importante, pues consideraremos que se puede hacer un uso informativo del lenguaje, ya sea en la descripción de un hecho empírico (como la caída de una piedra), o en la formulación de un aserto puramente matemático (como ‘2+2=4’), o en la aseveración de un juicio que incluya, o presuponga, una evaluación ética, estética, o jurídica, etc. (como ‘las mascotas deben ser protegidas’, ‘el atardecer es muy bello’, etc.). Esto, obviamente, para dar cabida en la definición a todos aquellos Rs que poseen componentes que inclu
Una controversia en la que no es necesario entrar aquí (i. e., cuando se emprende meramente un estudio sobre la metodología del análisis del R) es la de si es justificable aplicarles a las afirmaciones formuladas en lenguaje no empírico los calificativos de ‘verdadero’, ‘falso’, ‘verosímil’, ‘probable’, etc. Aquí podemos aceptar simplemente que la oración ‘2 + 2 = 4’ es verdadera, aunque no tengamos una explicación de la verdad matemática, i. e., aunque no sepamos en virtud de qué es verdadera (v. g., podría ser verdadera en virtud de la existencia de los números como entes abstractos; de la mera estructura abstracta que ejemplifica la secuencia de los números naturales de nuestras convenciones lingüísticas; etc.). Algo similar podemos decirle las afirmaciones que contienen predicados éticos, estéticos y jurídicos, a saber, que son verdaderas, verosímiles, o plausibles, etc., aunque no tengamos una explicación de la verdad, la verosimilitud, o la plausibilidad, ética, estética o jurídica. (V. g., tales afirmaciones podrían ser verdaderas, o verosímiles, etc., en virtud de: códigos, o convenciones sociales, o individuales; de su utilidad social, o individual; de los sentimientos de aprobación, o deagrado, que las acompañan; de propiedades reales que mencionan; etc.)

Si no quedan convencidos de lo anterior aquellos renuentes a aplicarles en lo absoluto los calificativos de ‘verdadero’, ‘verosímil’, o ‘plausible’, etc., a las afirmaciones éticas, estéticas y jurídicas, a ellos aún se les puede decir lo siguiente. En general, para evaluar la bondad de un R no es necesario tragar el que sus componentes deban ser verdaderos, o verosímiles, etc. V. g., la noción intuitiva de validez deductiva sólo establece, de manera condicional, que si las premisas de un R son verdaderas, entonces necesariamente su conclusión también lo es, lo cual no implica tener que aceptar que los componentes de un R son de hecho verdaderos o falsos. Algo similar puede decirse al evaluar la bondad de los Rs no deductivos. V. g., podemos decir que un R inductivo es inductivamente fuerte cuando ocurre que, si sus premisas son verdaderas, o plausibles, etc., entonces su conclusión probablemente también lo es.8.
En lo que sigue, distinguiré los Rs de los otros tipos de entes lingüísticos antes mencionados apelando a la definición propuesta de R.

7
La noción de discurso informativo de Copi se queda corta en cuanto a lo mencionado en este párrafo, En palabras suyas:El discurso informativo es usado para describir el mundo y para razonar acerca de él’ (Copi (1974), p. 48.) Sin embargo, Copi no es explícito en cuanto a si las afirmaciones matemáticas, éticas, estéticas y jurídicas se usan para describir el mundo» o no. Si lo segundo, entonces su noción de discurso informativo no puede dar cabida a los Rs que incluyen componentes de estos tipos, Si lo primero, eso parecería comprometerlo con una postura realista en lo tocante a la existencia de números y propiedades éticas, estéticas y jurídicas. Pero esto último no es evidente de suyo, ni es necesario en este contexto el tener que pronunciarse al respecto, como veremos en seguida. 8 Sin embargo, aunque esta última propuesta puede permitir evaluar la validez, la fuerza inductiva, etc., de un R. parece no permitir evaluar su solidez; véase nota 2.

6.2 Rs y descripciones
Por lo que concierne a las narraciones o descripciones y los Rs, aquéllas se ofrecen simplemente como narraciones verdaderas, o verosímiles, de hechos, pero sin la pretensión de que el acaecimiento de uno(s) de tales hechos suministre(n) fundamentos de prueba, o elementos de juicio favorables, para aceptar la verdad, o la verosimilitud, del acaecimiento de otro(s), al contrario de lo que ocurre en los Rs.
6.3 Rs y condicionales
Las oraciones condicionales están compuestas, igual que los Rs, por al menos dos oraciones, llamadas ‘antecedente’ (o ‘prótasis’) y consecuente’ (o ‘apódosis’). V. g., en la oración condicional:
Si llueve, entonces se moja la calle, ‘llueve’ es su antecedente y ‘se moja la calle’, su consecuente.
Es sabido que hay diversos tipos de oraciones condicionales, lo mismo que de Rs; sin embargo, ambos tipos de entes lingüísticos son distinguibles unos de otros en el caso general. En efecto, pues en ningún tipo de condicional no retórico son afirmables sus partes (antecedente y consecuente) por separado, sino sólo el todo que es el condicional mismo-, a diferencia de lo que ocurre con los Rs y sus partes (premisas y conclusiones), pues éstas sí suelen ser afirmables por separado (excepto: cuando se razona a partir de una hipótesis no confirmada, o por reducción al absurdo, o de manera condicional -i. e., sin afirmar las partes, sino sólo la relación de inferencía-, como en: ‘de que llueva y truene se sigue que truena’). Así, compárese (1) con:
Llueve, por lo tanto, se moja la calle.
(1) se usa normalmente para hacer una sola afirmación, pero en (2) comúnmente se hace un par de ellas. Tan sólo esto ya deja ver una diferencia semántica crucial entre ‘si…, entonces’ y por lo tanto’.i (y algunas otras expresiones derivativas no condicionales). Sin embargo, hay ciertas relaciones importantes entre condiciona les y Rs que son dignas de tomarse en cuenta, aunque sólo sea sucintamente.
Implicación estricta y ‘por lo tanto’. Una de las relaciones importantes mencionadas es la que existe entre los Rs deductivos y la Implicación lógica o estricta. Esta última es la que expresan los llamados condicionales necesarios, i. e., aquellos condicionales que expresan un vínculo de necesidad lógica entre antecedente y consecuente. Tal tipo de vínculo suelen expresarlo en nuestra lengua explícitamente las locuciones (sinónimas): ‘si…, entonces necesariamente’ o inecesariamente si… entonces’, etc. La relación mencionada consiste en que el nexo de deducibilidad que supuestamente hay entre premisas y conclusión en un R deductivo es expresado por un condicional necesario, en el que su antecedente contiene la conjunción de las premisas del R y, su consecuente, la conclusión del mismo. De tal suerte que el R es válido si y sólo si el condicional es verdadero.’ Sin embargo, pese a esta conexión íntima entre Rs deductivos y condicionales necesarios, no debemos confundirlos, pues son entes que pertenecen a tipos distintos, como se indicó en el párrafo anterior. (Sin olvidar, por supuesto, que hay excepciones: los Rs condicionales deductivos sí parecen ser plenamente asimilables a condicionales necesarios.)

Implicación material y por lo tanto’. No es difícil percatarse de que la relación expresada por un ‘si…, entonces’, en su interpretación material, es más débil que la que expresa un ‘por lo tanto’ (o cualquier otra expresión derivativa) en cuales quiera de sus interpretaciones inferenciales. En efecto, pues el primer vínculo entre oraciones, la llamada implicación o condicional material, es veritativo-funcional (queda recogido en la llamada ‘tabla de verdad del condicional material’) y afirma que no ocurre que lo que enuncia el antecedente sea el caso y lo que enuncia el consecuente no lo sea; el segundo, sin embargo, no es veritativo-funcional y afirma una relación de inferencia (sea deductiva, inductiva, o probabilística, etc.). De modo que la relación expresada por un ‘si…, entonces’ material es mucho más débil que la que expresa un’por lo tanto’.
Implicación causal y ‘por lo tanto’. Algo similar a lo anterior puede decirse si tomamos en cuenta la interpretación causal del condicional. Ésta la podemos ilustrar en un condicional como:
Si le pegas a la bola de este lado, se desplazara con tal trayectoria, donde el antecedente expresa una causa posible y, el consecuente, su efecto posible.
Pues bien, (3) expresa una sola afirmación (causal) que puede ser verdadera o falsa, pero no un R. Además, la relación que enuncia un ‘por lo tanto’ (en cualquiera de sus interpretaciones derivativas) es lógica, no causal. Así, aunque en un R la conclusión se fundamente en una premisa causal (como puede ser el R compuesto por (3) más la premisa: le pegaste a la bola del modo indicado’, y por la conclusión: ‘la bola se desplazó de la manera descrita’), la relación entre tal premisa (o aun entre todas las premisas) y la conclusión es lógica, no causal, y consiste en que la(s) premisa(s) pretenden suministrar fundamentos de prueba, o elementos de juicio favorables, para aceptar la verdad, o la verosimilitud, de la conclusión. (En la § 6.3 exploraré más la relación entre Rs y causalidad.)
Otros tipos de implicación y ‘por lo tanto’. Resultados parecidos a los anteriores se siguen si consideramos otros tipos de condicionales. V. g.: Los analíticos, que son aquellos en los que su valor veritativo depende de ciertas relaciones de significado (como la sinonimia, o la inclusión de significado entre conceptos) que pueda haber entre su antecedente y su consecuente (v. g., ‘si Juan es soltero, entonces no es casado’ (sinonimia), ‘si Juan y Luis son hermanos, entonces son parientes’ (inclusión de un concepto en otro».Los generalizados, que son aquellos analizables como una conjunción de condicionales materiales (v. g., ‘si algo es un vertebrado, entonces tiene corazón’, el cual es analizable en: ‘si Fido es vertebrado, entonces tiene corazón, y si Micifuzes vertebrado, entonces tiene corazón y…, etc.). Los subjuntivos, que son aquellos formulados en ese tiempo verbal y que suelen expresar nexos causales, o lógicos, entre su antecedente y su consecuente (v. g., ‘si CSG no hubiera huído del país, entonces lo habrían linchado’ (causal), ‘si lloviera y nevara, entonces nevaría’ (lógico).
Pues bien, es común que en todos los tipos de casos mencionados los condicionales, en sus usos no retóricos, suelan expresar, a lo sumo, una sola afirmación y suelan ser, a lo sumo, ver daderos o falsos; pero no es común que suelan expresar vínculos inferenciales entre afirmaciones separadas, como los Rs suelen hacerlo (excepto en los casos antes indicados; véase esta misma § supra), simplemente porque sus partes no se afirman por separado.
6.3 Rs y explicaciones causales
Cualquier explicación causal consta normalmente de dos componentes: aquello que proveela explicación o que explica (explanans) y aquello que es explicado (explanandum). Veamos, a guisa de ejemplo, una explicación causal ordinaria, expresada en lenguaje natural y perteneciente al sentido común:
(4) El general González Salas se suicidó porque lo derrotó Pascual Orozco en Rellano. 10
En este caso el explanandum (el efecto a ser explicado) figura antes del ‘porque’ y el explanans (su causa explícativa) después; así funciona típicamente el ‘porque’ en su uso explicativo, lo mismo que las siguientes expresiones en tal uso: ‘pues’, ‘puesto que’, ‘ya que’, etc.
Pues bien, la distinción entre Rs y explicaciones causales es más difícil de trazar que las anteriormente examinadas, debido a que:
(i) Tanto premisas y conclusiones, en los Rs, como explanans y explanandum, en las explicaciones, suelen figurar afirmados (véase (4).

(ii) Ciertas expresiones ambiguas, como ‘pues’, ‘puesto que’, ‘porque’, ‘ya que’, etc., suelen expresar tanto relaciones derivativas, en unos contextos, como causales, en otros.
(iii) A partir de la obra de Carl G. Hempel, en el campo de la explicación científica, se ha tendido a pensar que cualquier explicación adecuada, o cabal, es aquella en la que su explanandum se deduce lógicamente de su explanans, lo cual implicaría, obviamente, que cualquier explicación aceptable debería ser en sentido estricto un R deductivo válido (v. g., Copi lo dice a la letra, en Copi (1974), cap. XIII, § XIII.2, p. 481).
Por lo que respecta a (iii), en lo que sigue expondré concisamente las posturas de Carl Hempel y Hugo Margáin, pues creo que la verdad en este asunto se halla más bien del lado de Margáin que del de Hempel.
Hempel.
Según Hempel, cualquier explicación cabal debería cumplir con las siguientes condiciones:
(R 1) El explanandum debe ser una consecuencia lógica del explanans […]. (R 2) El explanans debe contener leyes generales y éstas deben ser requeridas realmente para la deducción del explanandum. (R 3) El explanans debe poseer un contenido empírico […] (R 4) Los enunciados que constituyen el explanans deben ser verdaderos. (Hempel y Oppenheim (1953), pp. 321-2).
A esta serie de condiciones se las conocen como el modelo nomológico-deductivo de explicación. Si bien Hempel las suaviza más tarde, admitiendo como explicaciones genuinas también a aquéllas que son probabilísticas, por no incluir sólo leyes universales estrictas (como las incluidas en las explicaciones nomológico deductivas), sino también al menos alguna ley estadística (lo cual les da un lugar, por así decirlo, a las explicaciones nomológico inductivas’). Incluso admite como auténticas a aquellas explicaciones que son o elípticas, o parciales, o meros bosquejos, por no incluir alguna de las condiciones (R1)-(R4), aunque implicando que al desarrollar éstas deben ajustarse o al modelo nomológico-deductivo o al nomológico inductivo.12 Todo esto constituye un intento, por parte de Hempel, de darles un lugar a las explicaciones históricas (como (4)) y a muchas otras (en psicología y ciencias sociales y humanísticas en general), como auténticas explicaciones, lo cual me parece correcto.
Como podemos apreciar, los modelos hempellanos de explicación mencionados presuponen una apelación tácita o explícita, a leyes específicas, estrictas o probabilísticas. Esto acarrea la consecuencia de que cualquier explicación aceptable deba ser vista, a fin de cuentas, como un R, deductivo o inductivo, y explícito o entimemático.

 

Margáin.
Ante lo anterior, creo que ciertas consideraciones plausibles de Hugo Margáin proporcionan una visión alternativa del asunto, la cual tiene la consecuencia de permitir distinguir los Rs de las explicaciones causales. En palabras suyas:
El general González Salas se suicidó porque lo derrotó Pascual Orozco en Rellano. Esta explicación nos parece correcta, pero, ¿estamos apelando tácitamente a una ley estricta? No se ve claramente cuál sería. La explicación es satisfactoria aunque los generales rara vez se suiciden cuando pierden una batalla, por más responsables que se sientan. No estamos, pues, apelando tácitamente a una ley […]. Esto no quiere decir que no pueda haber ninguna ley estricta que relacione la pérdida de la batalla (ese suceso) con el suicidio del general […] Tampoco funciona la sugerencia probabilista: ¿Se suicidó el general, porque la probabilidad de que un general que pierde una batalla se mate es de .001? Aun en los casos en los que la probabilidad sea alta, el caso no parece claro. El capitán del Titanic se hundió con su barco porque se sintió obligado a hacerlo según la tradición de los capitanes de barco, no porque la probabilidad de que un capitán se hunda con su barco sea de99. (Margáin (1978), pp. 55-6).eras
La explicación que da Margáin de lo expuesto es, en suma, ésta:
Los enunciados causales singulares implican la existencia de una ley que conecte dos sucesos llamados causa y efecto. Parte de su contenido, entonces, es que esa ley existe. Pero no implican, no es parte de su contenido, cierta ley en concreto […]. [Así,] para que un enundo ciado causal sea verdadero no es necesario que los términos mediante los cuales nos referimos a los sucesos involucrados nos permitan derivar lógicamente el enunciado causal a partir de una ley estricta, sino solamente que los sucesos en cuestión tengan características conocidas o desconocidas, recogidas o no en los términos singulares que tenemos para referirnos a ellas, que los conviertan en un caso de aplicación de alguna ley estricta, conocida o desconocida. 13
Las observaciones anteriores de Margáin hacen justicia al menos a tres intuiciones que suelen acudir cuando se reflexiona sobre las explicaciones causales ordinarias, a saber: que éstas pueden ser explicaciones auténticas y perfectamente satisfactorias tal como están formuladas. que el nexo causal que presuponen es legal y estricto (lo cual expresa el dictum: «misma causa, mismo efecto»)1* y que no siempre podemos formular adecuadamente la(s) ley(es) causal(es) involucrada(s). Así, esta sencilla propuesta suya puede dar cuenta adecuadamente de las intuiciones mencionadas.

Margáín vs. Hempel. Lo que distingue básicamente la propuesta de Margáin de la hempeliana consiste en lo siguiente. En esta última se supone que comúnmente las explicaciones causales ordinarias son o elípticas. o Parciales, o meros bosquejos, las cuales, si fuesen desarrolladas correctamente, caerían en uno u otro de sus modelos nomológicos de explicación. Esto significa, por decirlo a la Margáin, que parte del contenido de dichas explicaciones consistiría en implicar la existencia de cierta(s) ley(es) causal(es) en concreto. cuya ausencia, al no ser normalmente citadas en el contexto, provocaría el carácter incompletud de aquéllas. En cambio, en la propuesta de Margáin: «Los enunciados causales singulares implican la existencia de una ley […], pero no implican, no es parte de su contenido, cierta ley en concreto». Esto, de ser correcto, significa que no es necesario considerar usualmente las explicaciones en cuestión como esencialmente incompletas, como si su mismo contenido demandara el citar una ley específica que no está siendo citada en el contexto y que nos obliga, por tanto, a considerarlas a lo sumo como meras explicaciones provisionales en espera de ser completadas. Obviamente, dichas explicaciones pueden enriquecerse citando leyes, apelando a condiciones iniciales, etc.; pero el punto de Margáin, según lo veo, consiste en sostener que no forma parte de su contenido, de su semántica, el que deban ser completadas citando leyes específicas.
Si la propuesta de Margáin es correcta, y creo que lo es, lo que podemos concluir es, pues, que las explicaciones causales ordinarias suelen ser entes semánticamente completos, de ahí que suelan satisfacernos en la vida diaria tal como están formuladas.
Diferencia en el tipo de nexo que se afirma en explicaciones causales y en Rs. En lo tocante a la distinción entre Rs y explicaciones causales, lo que se sigue de lo anterior es, pues, lo siguiente. Las explicaciones causales ordinarias no son esencialmente Rs entimemáticos (R.selípticos, o parciales, o meros bosquejos de R) en espera de ser completados. Por consiguien si las oraciones que figuran en explicaciones causales ordinarias y en Rs suelen expresar el supuesto acaecimiento de hechos, la diferencia estriba en el tipo de nexo que se afirma en cada caso, pues en uno de ellos dicho nexo es causal y, en el otro, es lógico. En efecto, ya que en las explicaciones causales ordinarias los supuestos hechos mencionados se correlacionan de tal manera que el acaecimiento de uno(s) se ofrece como la causa supuesta del acaecimiento de otro (s); mientras que en los Rs los supuestos hechos mencionados se correlacionan bajo la pretensión de que uno(s) de ellos da(n) fundamentos de prueba, o elementos de juicio favorables, para aceptarla verdad, o la verosimilitud, de otro(s).
Hay casos indecidibles independientemente de un contexto. V. g, (5) puede ser tanto una explicación causal como un R:
(5) Se moja la calle porque llueve.com En efecto, pues en el primer caso (5) debe interpretarse al modo de (4), pero, en el último, al modo de (2). (5) no posee en sí mismo marca alguna que permita decidir la cuestión con independencia de cualquier otra consideración.

6.4 Funcionamiento gramatical de las expresiones derivativas
Pasando a otro tema, digamos que algo que ayuda a detectar la presencia de un R en un texto, o una discusión, es la aparición de expresiones derivativas (‘EDs’ de aquí en adelante) en el mismo. Hay una lista potencialmente infinita de ellas y su funcionamiento gramatical puede ser igualmente variado y complejo (como me lo hizo ver Raymundo Morado); en lo que sigue sólo examinaré algunos casos prototípicos.
Ps + ED + C. Gramaticalmente algunas EDs funcionan presentando primero las premisas (‘Ps’ de aquí en adelante), luego la ED y, por último, la conclusión (C de aquí en adelante), Como un ejemplo’ilustrativo del uso de esta clase de EDS puede verse (2) de nuevo. Algunas EDs de este tipo son: ‘por lo tanto’, ‘por tanto’,’en consecuencia’, ‘por consiguiente’, ‘consecuentemente’, ‘consiguientemente’, ‘así’, ‘así pues’, ‘entonces’, ‘luego’, ‘luego entonces”, [que]… implica(n) [que]1 etc.
C + ED + Ps. Algunas EDs de este tipo son: ‘pues’, ‘puesto que’, ‘ya que’, ‘dado que’ y ‘porque’ (todas estas expresiones en su uso lógico, no causal). También lo son: ‘[que]… se sigue de [que]’, ‘[que]… se deduce de [que]’, ‘[que]… es una consecuencia de [que]’, ‘[que]… se infiere a partir de [que]’, ‘[que]… se demuestra a partir de [que]’, ‘[que]… se prueba a partir de [que]’, ‘[que]… se concluye a partir de [que]’, [que]… es implicado por [que]’, etc. Las voces pasivas de algunas de estas mismas EDs entran también aquí: ‘[que]… es deducido a partir de [que]’, ‘[que]… es inferido a partir de [que]’, ‘[que]… es demostrado a partir de [que]’,[que]… es probado a partir de [que], [que]… es concluido a partir de [que]’, etc. (para ver porqué en algunas EDs figuran corchetes, cf. nota 16). Un ejemplo que contiene una ED de esta clase es: 158190 #ES DUNE pupi
Sócrates es mortal, puesto que todos los hombres son mortales, y Sócrates es hombre.
ED+Ps + C. Ciertas EDS ya mencionadas pueden funcionar gramaticalmente así. Algunasde este tipo son: ‘puesto que’, ‘ya que», «dado lógico, no causal), etc. Un ejemplo que incluyeuna ED de esta clase es:
ED + Ps+ ED + C. Algunas EDs de este tipo son: ‘de [que]… se sigue [que]’ (o se sigue de [que] el [que]’), ‘de [que]… se deduce [que]’ (o se deduce de [que]…el [que]’), ‘de [que]… se infiere [que]’ (o ‘se infiere de [que]…. el [que]), a partir de [que]… se demuestra [que]'(o se demuestra a partir de [que]…el [que]’), 17 a partir de [que]… se prueba [que], a partir de [que]… se concluye [que]’, ‘el [que]… implica [que]. Las voces pasivas de algunas de estas EDS también entran aquí: ‘de [que]… es deducido [que] (o es deducido a partir de [que]…. el [que]’), ‘de [que] … es inferido [que]’, ‘a partir de [que]… es demostrado [que]’, a partir de [que] es probado [que], a partir de [que]… es concluido [que]’, etc.

ED + C+ ED + Ps. Algunas EDs de este tipo son: el [que]… se sigue a partir de [que]’ (o se sigue [que]… a partir de [que]’)…’el [que]… lobo se deduce a partir de [que]’, el [que]… se infiere a partir de [que]’, ‘el [que]. se demuestra a partir de [que]’, ‘el [que] … se prueba a partir de [que], el [que]… se concluye a partir de [que]’, ‘el [que] … es implicado por [que]’. Las voces pasivas de algunas de estas EDs también entran aquí: ‘el [que]… es deducido a partir de [que]’ (o ‘es deducido [que]…. a partir de [que]’), ‘el [que]… es inferido a partir de [que], ‘el [que]….es demostrado a partir de [que]’, ‘el [que]… es probado a partir de [que], ‘el [que] es concluido a partir de [que]’, etc.
Sin haber agotado todas las posibilidades anteriores de combinación entre los elementos ED,ED, P y C, digamos que otras EDs con estructuras aún más complejas que las examinadas funcionan del modo siguiente.
ED + Ps+JED + Ps+C. V. g., ‘conjuntando el [que]… con el [que]…. se sigue [que]’, etc.
ED + Ps + C + ED + Ps. V. g., a partir de [que]…. se sigue [que]…. conjuntándole el [que]…’. Etcétera., etcétera, etcétera.
Con lo hasta aquí expuesto sobre el funcionamiento gramatical de las EDs, basta para que el lector se percate de que prácticamente hay un número potencialmente infinito de EDs con grados de complejidad de la misma magnitud.
Rs y EDs. Pasando a otra cosa, digamos que si bien la presencia de EDS es un indicador deque nos las habemos con un R, no siempre su aparición en un texto, o una discusión, garantiza la presencia de un R; además, no todos los Rs incluyen EDs. Como ejemplo de lo primero veamos estos textos bíblicos:
Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá suafán. Basta a cada día su propio mal. (Mateo 6:34.)
Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. (Romanos 12:20).
Estos textos no contienen Rs, pese, la presencia en los mismos de las EDs: ‘así que’, ‘porque’ y ‘pues’. Debido a que sus supuestas Cs no son tales, sino más bien recomendaciones o consejos (‘no os afanéis por el día de mañana’ y ‘si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber’), por lo mismo no pueden ser calificadas como verdaderas o falsas, i. e no puede pasar por discurso de tipo informativo. A guisa de ejemplo de un R que no incluye ED alguna veamos este texto,
No existe una cosa tal como el libre arbitrio. El espíritu es inducido a desear, esto o aquello por alguna causa y esa causa está determinada por otra causa, y así al infinito. (Spinoza, Ética.)

Claramente este texto enuncia un R, cuya C figura en su primera oración.
Conclusiones
Grosso modo, lo que hemos visto muestra el tipo de dificultades que encierra la mera detección de los Rs en los textos, o las discusiones, que los contienen, En efecto, pues a veces hay EDs que delatan su presencia, pero a veces no las hay. A veces se los puede confundir con explicaciones causales, debido a que ciertas expresiones ambiguas pueden fungir en unos contextos como EDs y, en otros, como expresiones causales. Además, no hay un orden único en el que deban aparecer sus componentes, Ps, Eds y Cs: indistintamente a veces unas u otras apare cen primero, a veces al final, a veces en medio de un texto, o de una discusión Incluso puede ocurrir que las Ps 1/ 11 C de un solo R figuren desparramadas ampliamente en un texto, o una discusión, salpicado de ejemplos, digresiones, etc. Aun puede ocurrir que un R aparezca entreverado con otros Rs, etc.; todo lo cual, obviamente, puede contribuir a dificultar todavía más su detección. Por último, sólo añadiré que la función pragmática mencionada que suelen desempeñar los Rs, consistente en la pretensión de fundamentar lo no dado como hecho en lo dado como hecho en un contexto (‘1o no obvio’, en ‘lo obvio’; lo no perceptible, o lo no percibido, en lo percibido; lo no comprobado, en lo comprobado, etc.), que también podría ayudar a detectar su presencia, no siempre tiene por qué cumplirse. Piénsese, v. g., otra vez en el sobradísimo silogismo:
Todos los hombres son mortales.
Sócrates es hombre.
el cual es sin duda un R por más aburrido que suene, aunque sólo alcanza a fundamentar lo obvio en lo obvio.
Así, parece que el poseer un entendimiento muy claro de lo que son los Rs es lo único que realmente nos permite detectar su presencia en cualquier caso posible.

 

 

8. Bibliografía
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Septiembre 2001 – Ak’ademia 173. HEMPEL, Carl G. (1975), «La explanación en la ciencia y en la historia», en Nidditch, P. H.(comp.), Filosofía de la ciencia (tr. Víctor Manuel Suárez D), FCE, México D. F., pp. 100-44.

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